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Pecados y trampas de la reforma política del DF

Todos reclaman que la reforma creará más burocracia y gasto. Lo que no dicen es que fueron ellos los que reclamaron para sí más espacios y recursos.

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Escrito en OPINIÓN el

De Payasos y legisladores

 

“Vivimos tiempos de cambios extraordinarios que se han visto y se ven todo los días”, decía Maquiavelo a Lorenzo de Médicis. Lo mencionaba precisamente al argumentar que las cosas del mundo no responde exclusivamente a la fortuna y a Dios, sino a la acción del hombre que las hacen variar y suceder. El cambio extraordinario al que se refería era el del hombre emergiendo del medioevo para tomar control de su destino.

 

¡Cuánto tiempo ha pasado desde el asombro del florentino! Hoy, ante la posibilidad, única en la vida, de “constituir” algo nuevo y diferente en la Ciudad de México, un payaso televisivo le juega al Maquiavelo Región IV y un coro de legisladores le hace segunda, apresurándose a desdeñar momento y suceso.

 

Lo que crean las Constituciones son “Estados”, en este caso, estuvimos ante la posibilidad de crear un “Estado” más de la Unión, con características especiales, sin duda, pero un pactante nuevo y adicional en la federación; uno que, existiendo desde siempre, nunca ha sido reconocido como tal.

 

“Estado” es un modo estable y permanente de ser y estar: “Status”. Y ése era el cambio extraordinario que no quisimos ver y aquilatar. Constituir una unidad política y una ordenación social nuevas sin más límites que la Constitución General de la República, en tanto Carta Suprema de la Unión, y la imaginación y voluntad de los constituyentes. A esa imaginación y voluntad de definirnos y modelarnos nos rehusamos.

 

En lugar de valorar el privilegio histórico de ser constituyentes, de intentar una Constitución moderna y de avanzada, preferimos descalificarla de antemano y castrar nuestra capacidad política y soberana de hacer algo verdaderamente digno. En lugar de acudir a Kelsen y Heller, de abrevar en el constitucionalismo de punta, de tomar el destino en nuestras manos, acudimos a la capilla de “Brozo” y sus descalificaciones ramplonas e ignorantes, a las luces de la modernidad y democracia que caracterizan a Morena y a la magnanimidad del PRI y del PAN en épocas electoreras.

 

A diferencia de Maquiavelo, vivimos tiempos de mezquindad y negación políticas. De payasos televisivos y parlamentarios.

 

Cuando los hechos se explican solos

 

Dos hechos acreditan por qué los habitantes de la Ciudad de México requerimos una Constitución: La parsimonia indolente del Senado y la dictadura electorera de la Cámara de Diputados.

 

¿Qué por qué requerimos una Constitución los habitantes del DF? Para no ser rehenes del capricho y cálculo político de Diputados y Senadores de toda la República. Si los defeños no tenemos una Constitución no es por voluntad propia, sino por imposición de Diputados y Senadores mayoritariamente no defeños. Por su tutela y patria potestad. Los defeños tendremos plenos derechos cuando Manlio y Anaya lo decidan. Tendremos autodeterminación, cuando electoralmente a Madero y a AMLO les convenga.

 

Por eso necesitamos una Constitución.

 

Donde lloran está el muerto

 

Dan grima nuestros partidos. Todos reclaman que la reforma creará más burocracia y gasto. Lo que no dicen es que fueron ellos los que reclamaron para sí más espacios y recursos.

 

Critican la integración del Constituyente por 60 electos y 40 designados, cuando fueron ellos quienes así lo impusieron. Con los equilibrios de fuerzas actuales en el DF y bajo una elección de Mayoría Relativa el PRD tendría control absoluto de esa asamblea. El esquema pactado asegura a todas las fuerzas un representación muy por arriba de su realidad electoral. Eso por lo que hace a los electos.

 

Lo de los designados oculta otra intención y no sólo del Presidente y del Jefe de Gobierno. Que 14 y 14 sean designados respectivamente por las Cámaras de Senadores y de Diputados, asegura espacios por cuota a todos los partidos; espacios que no obtendrían en una justa electoral abierta.

 

Pero no son nada más los espacios lo que buscan, sino las carreras políticas. La clave está en lo “honorario” del cargo, por un lado, y en la designación, por otro. El artículo 125 constitucional prohíbe desempeñar a la vez dos cargos de elección popular, debiéndose optar por uno de ellos. Los Marios Delgados y las Cuevas y Gómez del Campo, y vaya usted a saber cuántos otros con calenturas futuristas y escaño en el Senado o curul en la Cámara se apunten, estarían impedidos a ser Constituyentes, a menos que renunciaran a su hueso y dieta.

 

¿Solución? Quitarle al cargo de Constituyente lo de elección popular, integrando a él un 40% de miembros designados, es decir, no electos popularmente. ¡Chapeau! ¿Qué quiénes son los padres de esta composición que tanto atacan? Los diputados y senadores que por vía de designación apartaron su lugar en Xicoténcatl, para desde allí catapultarse a la jefatura de gobierno sin dejar de cobrar como senador o diputado, y desde las tribunas de sendas cámaras presionar a un Constituyente del que quieren todo, excepto que sea autónomo.

 

En el caso del Presidente y jefe de gobierno, me atrevo a pensar que la figura de designación (6 y 6 respectivamente) responde a la necesidad de contar en el Constituyente con gentes capaces de conducir una construcción legislativa con técnica jurídica y constitucional. Dejar esto sólo en manos de los partidos sería altamente toxico y suicida.

 

Competencias

 

Finalmente, habrá de tardar quizás décadas, pero tarde o temprano la Ciudad de México deberá pasar al régimen del artículo 115 con ciertas salvedades, junto con todos los demás integrantes del pacto federal, y habrá de desaparecer su regulación por excepción competencial en el 122 constitucional. Mientras no se haga, la reforma estará incompleta.

 

Algún día quizás; cuando la patria potestad y el cálculo marrullero de los partidos nos lo permitan.

 

@LUISFARIASM