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Paz duradera

No habrá una paz duradera si no se trabaja también en favor de la justicia y del desarrollo. | Marco Adame

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Escrito en OPINIÓN el

El año inició con una amenaza para la paz mundial tras el asesinato del militar iraní Qasem Soleimani por parte de Estados Unidos y la respuesta militar de Irán al atacar bases estadounidenses. Y recientemente la tensión aumentó con el reconocimiento del gobierno iraní de haber derribado el avión en el que viajaban ciudadanos canadienses, ingleses, alemanes, afganos y ucranianos.

La guerra es la más grande tragedia humana y siempre es el resultado del fracaso del diálogo, del entendimiento y de la política. Detrás de ella puede haber intereses oscuros; económicos o armamentistas. Pero más allá de dichos intereses la guerra siempre conlleva el sufrimiento de inocentes.

Desde la Segunda Guerra Mundial en los conflictos bélicos han muerto muchos más civiles que soldados. Las guerras destruyen familias afectando principalmente a los niños; acaban con las economías; fracturan las sociedades y provocan millones de refugiados.

Es por ello que México debe definirse por la paz. Pero no una paz meramente en el discurso sino por el trabajo permanente en los foros multilaterales creados para prevenir las guerras, así como para promover la democracia y el respeto a los derechos humanos.

A lo largo de nuestra historia en varias ocasiones se ha utilizado en la política exterior el principio de no intervención como una estrategia para evitar que se metan con nuestra política interior. Esto se ha conocido como la Doctrina Estrada hoy tan defendida por el actual gobierno.

Pero los mexicanos no podemos ser testigos mudos de las injusticias que ocurren en el mundo. Una nación solidaria no puede cerrar los ojos cuando sus vecinos están en problemas o enfrentan necesidades.

El desentenderse del hermano en dificultad nunca es la solución. El alemán Martin Niemöller, que vivió en carne propia las calamidades del régimen nazi, plasmó con estas palabras las consecuencias del desinterés por el otro:

“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”.

Ante las injusticias y violaciones a los derechos humanos es necesario levantar la voz y trabajar en la búsqueda de soluciones. Y cabe mencionar que la paz no sabe de ideologías. No es lícito reaccionar únicamente ante las violaciones a los derechos humanos cometidas por gobiernos de derecha pero guardar silencio frente a las cometidas por gobiernos de izquierda; como sucede en Cuba, Venezuela, Nicaragua y sucedió con la Bolivia de Evo Morales.

A su vez, este trabajo en favor de la paz internacional no es algo optativo para nuestros gobernantes. Al contrario, nuestra constitución obliga al gobierno a procurar el “respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y a la lucha por la paz internacionales” (art. 89).

Pero no habrá una paz duradera si no se trabaja también en favor de la justicia y del desarrollo. En palabras de Juan Pablo II nadie debe hacerse ilusiones “de que la simple ausencia de guerra, aun siendo tan deseada, sea sinónimo de una paz verdadera. No hay verdadera paz si no viene acompañada de equidad, verdad, justicia y solidaridad”. En ello coincide nuestra constitución al establecer la cooperación para el desarrollo como uno de los principios de su política internacional.

Al hablar de la política exterior mexicana resulta injusto que se tenga presente siempre a la Doctrina Estrada, una política pasiva, pero que se deje prácticamente en el olvido a Alfonso García Robles. Este diplomático mexicano a través de su lucha activa y permanente en los organismos internacionales logró impulsar una América Latina libre de armas nucleares, lo que inspiró a otras regiones del mundo y lo hizo merecedor del Premio Nobel de la Paz.

Ante los retos de nuestros tiempos, tanto en este conflicto que se perfila como una guerra asimétrica como en otros escenarios incluyendo las violaciones a los derechos humanos por parte de regímenes totalitarios, nuestro país debe retomar una diplomacia activa. México debe comprometerse a fondo en la lucha por la paz, la justicia y por la defensa de los derechos humanos en el mundo; pues de la paz y del desarrollo internacional dependen también nuestro futuro y el de nuestros hijos.