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PAN y el fragor de su batalla

A la pérdida de identidad partidista, a los conflictos entre militantes, a la imposición de candidatos y el abandono de las causas populares le sigue un fenómeno extremo.

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Escrito en OPINIÓN el

A los panistas de hoy no les gusta que se les diga que son de derecha, ni escuchar que su partido está en crisis profunda. Muchos no están dispuestos a aceptarlo: De hecho, indignados, voltean hacia otro lado mientras encuentran justificaciones: delirios de persecución y “falsos testimonios”, ‘envidias’ y hasta mala leche del mundo que les rodea.

 

Pero no todos ahí niegan lo que está a la vista, sin enganche y sin fiador: Al portador, digamos. Hay ahí dentro quienes reconocen que el Partido Acción Nacional (PAN) está en una de las más severas crisis de su historia, la que se suma a la crisis de todo el sistema de partidos en México, aunque cada con sus particularidades; con su personalidad y con el tono de los conflictos internos. Aunque hay un hilo conductor: corrupción e, incluso, delincuencia.

 

Al PAN no le cayó bien ser gobierno durante doce años. No supo cómo hacerlo. Se hizo bolas y se montó en una vieja estructura priísta que no pudo o no supo o no quiso desmontar, de tal forma que sus gobiernos fueron ‘de otro modo, lo mismo’, o peor, porque no consiguió el cambio de piel.

 

El locuaz panista Vicente Fox decidió gobernar al margen de su partido; en tanto que Felipe Calderón manipuló a su instituto político desde su gobierno presidencial, dañando estructuras y dañando la personalidad de un partido que había sido una gran oposición, pero que no supo ser gobierno, decíamos.

 

El PAN se fue a la baja. El impulso presidencial ha sido un factor de supervivencia; y que el presidente panista Gustavo Madero hiciera un acto de transparencia político-electoral y llevara a cabo la depuración del padrón de militantes con lo que se supo que pasaba de 1.8 millones de panistas a 372 mil quienes sí refrendaron su militancia. Entonces se conoció su dimensión exacta.

 

Aun así, el PAN es un partido histórico. Está hecho de fortalezas históricas. Conservador. Pero su novedad en el frente es que, de pronto, descubrimos a un partido dividido y con los peores vicios adquiridos en el camino del poder: Quiere el poder en tono hedonista, pero no quieren compromisos sociales. Muchos que están ahí son ambiciosos de poder y no ambiciosos de responsabilidad colectiva. Los advenedizos se incrementaron durante los doce años de gobierno: y muchos no se van... Esperan... Medran... Vociferan... Y dañan... son los que ‘vienen por algo’...

 

Ernesto Ruffo Appel, quien en 1989 fue el primer gobernador de oposición en el país lo dice así: “Ganar el poder no es el fin último del PAN, porque Acción Nacional es un partido de ciudadanos para que el gobernó funcione por el interés público y ese es nuestro afán; el que te toque el poder es casual, la razón fundamental no es el poder, es el bienestar de los mexicanos”... 

 

Y luego de las advertencias de descomposición que se hicieron desde 2003, 2009, 2012, todo se resolvía en pugnas entre sus dirigentes: Al final la insistencia de Calderón de hacerse del partido y la estrategia de Gustavo Madero para mantenerse en él: Ganó este último, quien ha decidido pedir licencia para irse a la Cámara de Diputados y desmontar el liderazgo panista que pretende Margarita Zavala Gómez del Campo, esposa del ex presidente Calderón.

 

Pero aun cosas peores hemos visto. De pronto panistas involucrados en asuntos de novela negra: Opacidad en sus manejos, corrupción, conductas personales que van contra su cantada moral de la vela perpetua, tráfico de influencias y, lo más reciente, presuntos crímenes políticos.

 

Ya ocurrió el escándalo de los famosos “moches”; ya ocurrió y sigue el gobierno de Sonora y sus contradicciones; ya ocurrió aquello de las fiestecitas bailando la quebradita –lo cual no tiene nada de malo si no fuera que son los panistas quienes acusan al resto de los mortales de inmoralidad cuando lo hacen- y más. Pero ahora resulta lo de Acapulco.

 

A la pérdida de identidad partidista, a los conflictos entre militantes, a la imposición de candidatos y el abandono de las causas populares le sigue un fenómeno extremo.

 

El 28 de septiembre fue asesinado el secretario general del PAN en Guerrero, Braulio Zaragoza Maganda. Esa mañana recibió una llamada en la que una mujer, fingiendo ser secretaria del senador Armando Ríos Piter, lo citó para encontrarse con éste en el restaurante del Hotel El Mirador, en la zona de La Quebrada. (Ríos Piter no tuvo que ver en el asunto.)

 

De pronto llegaron sujetos a dispararle. A la fecha, la Policía Ministerial de Guerrero informa que detuvo a dos hombres como probables responsables del homicidio: Aldy Manuel y su hermano Eder González Rodríguez. El primero de ellos, dice el informe de la Policía, estuvo recluido cuatro años y nueve meses en Acapulco, acusado por el homicidio del panista y diputado local Jorge Bajos Valverde el 4 de enero de 2007.

 

Luego, el procurador de Guerrero, Iñaky Blanco, informa el 18 de octubre que los panistas Benito Manrique Contreras y Jorge Isaac Pérez Salas presuntamente ordenaron el asesinato de Zaragoza Maganda y que esto pudo ocurrir “por razones políticas”, pues “presuntamente ordenaron el asesinato por el incumplimiento de acuerdos internos del partido, y porque deseaban escalar puestos”. Todo habrá que ser probado en el proceso.

 

De cualquier forma, el PAN vive una profunda crisis. Y está inmerso en una escandalera política que naturalmente tiene un alto costo electoral  porque tiene sus orígenes en su propia estructura y entre sus militantes panistas y el elector, hoy, lo sabe.

 

En democracia las diferentes corrientes de pensamiento son indispensables para la decisión ciudadana. El PAN tiene poco tiempo para solucionar sus problemas de personalidad política y de limpia interna de malos y ambiciosos militantes: 2015 está a la vista y será cuando se hagan cuentas claras y el chocolate espeso.

 

@joelhsantiago