La ocurrencia del día ya fue motejada como “el segundo piso del Sureste”. Se trata de un repentino cambio de planes en el proyecto del “Tren Maya”, anunciado por el entonces candidato presidencial de Morena como parte del impulso turístico de Cancún y Palenque, entre los estados de Quintana Roo y Chiapas.
Originalmente el proyecto estaba programado para conectar las zonas turísticas de ambos estados, con una extensión de 900 kilómetros. Sin embargo en días pasados y sin mediar consideraciones ecológicas, económicas, ambientales y sociales, el presidente electo anunció que dicho proyecto se extenderá hasta mil 500 kilómetros y que recorrerá los estados de Yucatán, Tabasco, Campeche, Chiapas y Quintana Roo.
El futuro presidente explicó que el financiamiento será público y privado y que su gobierno utilizará los 7 mil millones de pesos que se recaudan anualmente por turismo.
Se estima que “el Tren Maya” tendrá un costo entre 120 mil y 150 mil millones de pesos y que estaría concluido en cuatro años.
Sin duda que se trata de una buena noticia; sin duda que el “Tren Maya” podría ser un importante detonador económico en el sureste del país…
Sin embargo, la terca realidad parece echar abajo los buenos deseos.
¿Por qué?
1.- Porque no existe un solo estudio de factibilidad económica y menos del costo real de la obra. Sin contar con el absurdo de utilizar los ingresos del turismo, lo que “descobijará” otras prioridades, como los importantes recursos para mantenimiento de infraestructura turística.
2.- Porque el impacto ecológico, ambiental y social tampoco se ha calculado. Especialistas del tema sostienen que el impacto ecológico sería un desastre, sin contar con el desplazamiento social obligado.
3.- Porque igual que en el “proyecto de reforestación” de la Selva Lacandona, en el “Tren Maya” tampoco se conoce cuáles serán los obstáculos técnicos de la construcción del proyecto, algunos de ellos de extraordinaria complejidad, lo que haría inviable el proyecto como está pensado.
Pero acaso lo más importante será conocer a quién y bajo qué condiciones se le entregará la participación privada del proyecto.
Por los antecedentes de Andrés Manuel López Obrador en el ejercicio del poder, se sabe que “no da paso sin huarache”. Es decir que “los usos y costumbres” del presidente electo nos remiten al pago de facturas mediante la entrega de obras públicas sin la licitación correspondiente.
Por ejemplo, todo indica que el nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (AICM) será entregado a Carlos Slim, el mismo a quien el entonces jefe del gobierno del DF le entregó el Centro Histórico.
Se sabe, además, que el segundo piso del Periférico se entregó a Grupo Riobóo empresa que buscó una concesión en el nuevo aeropuerto sin conseguirla, en su momento.
¿A quién se va beneficiar con el proyecto del “Tren Maya”? ¿Qué facturas políticas se van a pagar con la primera obra del gobierno del presidente López?
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