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Ortega, de héroe a tirano

El líder del FSLN es considerado por el propio pueblo, al que liberó, como un tirano que traicionó la revolución. | José Luis Castillejos Ambrocio

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Escrito en OPINIÓN el

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, que participó a finales de la  década de los setentas para derrocar la dictadura Anastasio Somoza se ha embriagado de poder y dinero. Hoy, el líder del Frente Sandinista para la Liberación Nacional es considerado por el propio pueblo, al que liberó, como un tirano que traicionó la revolución.

Es vox populi sus millonarios negocios y la persecución a sus detractores políticos. No tiene el mínimo interés en restaurar la democracia y fortalecer la paz. Hoy es visto como el traidor de la fe y la confianza de su pueblo. Se le acusa de conducir a Nicaragua a una semi-esclavitud y de liderar un gobierno que asesina a las masas con una contabilidad preliminar de unos 300 muertos.

Miles de nicaragüenses exigen ahora la dimisión de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo luego de que se iniciara el conflicto interno en abril cuando la administración orteguista introdujo una serie de reformas a la seguridad social a través de la cual se reducían las pensiones y, paralelamente, se aumentaban las contribuciones.

Ese fue el detonante de la pólvora y las protestas ganaron las calles de la mano de indígenas y estudiantes. La orden presidencial fue de reprimir a los “terroristas” y aplacar, a toda costa, las turbas y paramilitares junto a policías comenzaron la cacería. Los universitarios fueron reprimidos a sangre y fuego.

Enemigos del gobierno

Uno de los bastiones de la resistencia popular, el poblado de Masaya fue asediado. Miles de encapuchados han arremetido una y otra vez y han disparado contra barricadas civiles de Monimbó, un barrio indígena que pugna por echar a los Ortega del poder.

La “danza” de la sangre ha sido instrumentada desde las más altas esferas del poder, con anuencia del propio Daniel Ortega que ejerció su primer mandato entre 1979 y 1990 y retomó la presidencia el 10 de enero del 2007 a la actualidad. La crisis es de tal magnitud que los ciudadanos de esa nación centroamericana han comenzado a familiarizarse con la crisis, con los cadáveres, con decenas de heridos, escasez y un clima de incertidumbre y zozobra.

Las denominadas “caravanas de la muerte” que no son otra cosa que camionetas con paramilitares recorren las calles y buscan barrio por barrio, casa por casa a los enemigos del gobierno. El país está dolido mientras la comunidad internacional tiene una tímida reacción frente a un gobierno que ha usado la represión como única salida viable a su crisis.

Durante 15 horas fue asediada con intenso fuego, las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Unan) donde fueron capturados varios estudiantes. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos son los detenidos, heridos o fallecidos. Ni la Iglesia católica nicaragüense se ha salvado. Recientemente un grupo de curas tuvo que resistir la represión policial mientras cínicamente Rosario Murillo, la vicepresidenta y esposa de Ortega, aseguraba que se va restableciendo el “amor al prójimo”.

El barco ha comenzado a hacer agua

Organismos humanitarios nacionales e internacionales han pedido vigilar Nicaragua  porque el conflicto puede escalar aún más con un enorme baño de sangre y la caída de Ortega a quien no le queda otra salida que dejar el poder, pero antes convocar a elecciones.

La oposición desarmada está arrinconada, no hay equilibrio de poderes. Simultáneamente, la pareja presidencial se ha enriquecido. La sociedad, como antaño, ya se cansó de la conducta criminal y corrupta de los Ortega y el barco del comandante ha comenzado a “hacer agua”, hundiéndose poco a poco, día tras día.

Falta mayor presión internacional para frenar la masacre y comenzar a desmantelar a los grupos paramilitares, el brazo sucio del orteguismo. El escritor Sergio Ramírez, quien fue vicepresidente del gobierno sandinista tras el triunfo de la revolución dijo recientemente a la prensa que es imposible imaginar a Ortega negociando una salida para retirarse a cultivar naranjas, armar rompecabezas o recluirse en una biblioteca a la orilla del lago de Managua. Al comandante solo le interesa el poder.

Ortega considera que sólo a través de medidas de represión podrá buscar una solución al conflicto que él mismo creó, pero sólo le queda como “as” bajo la manga: negociar una salida. De lo contrario y si insiste en medirle el agua a los camotes de la revuelta popular, tendrá que pagar un costo muy alto, incluso el de un eventual exilio político.

Las consignas, entonadas por la turba, de Ortega y Somoza “son la misma cosa” parece enardecer al político nicaragüense que ha emprendido una represión salvaje que debe llevar a la Comunidad Internacional a bloquear a la actual administración.

¿Hasta dónde llega la lealtad de los miembros del Frente Sandinista, de los funcionarios y trabajadores del Estado, de los policías y militares con la pareja Ortega-Murillo? ¿Cuál es el límite?, preguntó Carlos Fernando Chamorro, director de El Confidencial.

¿Resurrección del somozismo?

Ortega ha descalificado las protestas y asegura que detrás de ellas está un grupo de “terroristas” que intentan deponerlo, vía golpe de Estado. “Mi gobierno garantiza el orden, la paz y la estabilidad social, pese que a fuerzas extrañas propician el desorden y atentan contra la tranquilidad y el bienestar”, dijo el presidente Daniel Ortega en una expresión que suena a burla.

Para algunos ciudadanos, Ortega representa la resurrección del somozismo. La revolución le ha estallado en la cara y está en las calles y su caída es cuestión de tiempo.

Hace algunos años entrevisté en Lima al comandante Tomás Borge, quien compuso parte de la letra del himno del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN; estrofas completas del canto a Carlos Fonseca, discursos, entrevistas a jefes de Estado, libros como La paciente impaciencia. Confesó que al único que admiraba fue a Fidel Castro con lo que descartaba alguna mínima admiración hacia Ortega.

—¿Qué le enseñó Usted a Castro o qué aprendió de él?

—“A no mentir… A vivir intensamente y a respetar los principios universales de la humanidad. Aprendí a descifrar, no en términos semánticos, sino en la práctica lo que significa la solidaridad”, añadió Borge quien escribió el libro Un grano de maíz sobre una larga conversación de tres días con el líder cubano.

En el libro publicado en 1992, según recordó en aquella ocasión Borge, le lanzó a “boca de jarro” la siguiente pregunta: ¿Qué siente Fidel al haber entrado a la inmortalidad?

—La inmortalidad no existe porque cuando desaparezca la tierra…se perderá la perpetuidad, fue la respuesta.

Borges habla en su residencia en Lima en una mañana de invierno. Viste un traje gris y va de un lado a otro. Desde su oficina se observa el jardín triste como la cara del líder sandinista quien está, por ratos, como ausente. Extraña a su familia, a su esposa Marcela. Su melancolía es inmensa. Hoy, a la distancia, evoco su imagen y recuerdo que dijo que nunca abandonaría Nicaragua ni al frente Sandinista. Pero si viera la situación actual quizás saldría corriendo. Mientras habla observa los cuadros y libros en su oficina de San Isidro, en Lima. Vivía, en ese entones, en soledad, sin mayor protagonismo, recordando a un hijo autista y la muerte de sus hijas, Bolivia y Birmania.

Borge recordó que estuvo nueve meses encapuchado, encarcelado, pero él rechazó que fueran días desdichados.

Escritor y diplomático, Borge, ex ministro del Interior y director del diario partidario Barricada hasta 1997 -que cerró por quiebra-, fue amigo personal del líder libio Moammar Kadafi.

Fidel Castro tenía razón cuando evocó a Martí quien dijo que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.

Esa gloria que por ahora a Ortega, en Nicaragua, se le ha esfumado.

Los olvidados del sur

@JLCastillejos  | @OpinionLSR | @lasillarota