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Oro o cuentas de vidrio

Me parece que la obsesión por desarrollar trenes en el horizonte sexenal es un error, hay que planearlos con suficiente tiempo. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

Este lunes se presentaron las “Acciones y Proyectos para Apuntalar la Reactivación Económica” en nuestro país. Uno de los proyectos que más ha llamado la atención es el Tren México-Querétaro. No me atrevo a concluir que sea una buena noticia, tampoco una mala, más allá de la inversión de 51,300 millones de pesos; falta ver que se enmarque en una visión de largo plazo para el desarrollo de nuestro país.

El proyecto que fracasó la pasada administración era un tren de alta velocidad que superaba los 200 kilómetros por hora con lo cual ambas ciudades quedarían conectadas en 90 minutos. Nada mal. Un tren más lento y sin paradas tendría como desventaja competir tanto con la funcionalidad del automóvil, como con la conveniencia de los servicios interurbanos de autobús, algunos bastante cómodos. Un tren con múltiples paradas podría beneficiar el desarrollo regional, aunque no sea tan rápido. Son tres posibilidades.

Si sumamos el Tren México-Querétaro al del Tren Maya y al México-Toluca, que iniciará operaciones antes que acabe el sexenio, al final se habrán concretado los tres proyectos que promovía el peñismo mediante el Pacto por México. Habría que recordar que recién se puso en operación la Línea 3 del Tren Ligero de Guadalajara, y que se espera ocurra lo mismo en los próximos meses, con la línea 3 del Metrorrey, ambos proyectos también iniciados con la administración de Enrique Peña Nieto. ¿Cuál es la lección de todo esto? Me parece que la obsesión por desarrollar trenes en el horizonte sexenal es un error, hay que planearlos con suficiente tiempo, y entonces podrán concretarse, como está ocurriendo con los mencionados.

Está en marcha un “Estudio de Gran Visión” para los ferrocarriles de pasajeros en México. En múltiples textos he insistido en que esto tendría que ser mucho más profundo. No se trata de identificar una serie de rutas posibles, ni siquiera basta con visualizar un tren de Tijuana a Cancún. En realidad el objetivo debe ser desarrollar una economía basada en los trenes, tal cual ocurrió con la industria automotriz.

Si hacemos memoria, en los años ochenta cerraron Vehículos Automotores de México y Renault. Después de ello quedaron cinco marcas, cada una con tres o cuatro modelos. Treinta años después, México era ya el sexto productor de automóviles en el mundo con más de 4 millones de unidades al año y plantas distribuidas por todo el país. Es una industria exitosa que se desarrolló como parte de un proyecto económico más ambicioso: los tratados comerciales y la liberación de la economía.

El proyecto de Tren México-Querétaro puede ser una muy buena noticia, acorta distancias con el Bajío, pero está muy lejos de ser una red que eficiente los movimientos regionales en términos de costo, de impacto ambiental o de tiempo. Un tren de alta velocidad mezclado con una estrategia de conexiones regionales puede ser una estrategia exitosa. Un tren de mediana velocidad con múltiples estaciones y servicios, a su vez ramificada entre el Norte de la Ciudad de México y León, a desarrollar en dos sexenios, también sería una buena noticia. Lo que no sería una buena noticia es una inversión aislada, más a capricho que con planeación regional, desaprovechando los cambios de valor en el suelo cercano a las estaciones.

Lo mismo puedo decir de mis dudas sobre el Tren Maya. Bienvenida la inversión, pero sin afectar la selva o sin masificar el turismo. Leo que están buscando mantener los derechos de vía preexistentes en ferrocarriles y carreteras, mejorando su desempeño ambiental con pasos de fauna y otras acciones. Me entero que el proyecto tiene un acompañamiento de ONU Habitat,  y también me parece una buena noticia. Recién, Carina Arvizu, ex subsecretaria de Desarrollo Urbano dejó la SEDATU para incorporarse al equipo del Tren Maya, esto toma forma de mejor manera que una meta caprichosa del presidente en turno, pero todavía no puedo meter las manos al fuego por este proyecto.

El país carece de planes. Si el Tren México-Querétaro será de Alta Velocidad y estará listo antes de 2024, yo esperaría que pronto estuviéramos hablando de trenes de Querétaro a León y a San Luís Potosí, como parte de proyectos hacia Guadalajara y Monterrey, en un horizonte de 15 o 20 años. Pero también que estemos hablando de ramificaciones a Media Velocidad y de cadenas productivas con un alto contenido nacional.

No creo que sea el caso, parece que Disneylandia siempre es nuestro motor, y no la idea de conformar una red nacional de trenes en la que las grandes ciudades queden conectadas entre sí, y las grandes distancias puedan contar con Alta Velocidad en un horizonte de largo plazo que hoy no sólo no conocemos, ni siquiera lo estamos imaginando, como tampoco estamos imaginando que México pueda ser un líder tecnológico en esta materia, como lo han hecho China, Corea y España al desarrollar redes e industria ferroviaria de forma paralela.

La red de autopistas conforma una escala productiva difícil de vencer. Por allí se mueven personas y mercancías, con impactos no sólo en emisiones a la atmósfera; con ella hay impactos sociales profundos, con carreteras y autopistas que dividen poblaciones. Esto no debe ocurrir con los trenes, y es lo que deberían vencer los ferrocarriles, si algún día se desarrollan en nuestro país como red y no como proyectos aislados. 

Si forma parte de un proyecto de mayor alcance, bienvenido el Tren México-Querétaro; de lo contrario serán las clásicas cuentas de vidrio sexenales.