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#OficinaDelTerror: No hay sueldo en pandemia, pero mi jefe estrena casa nueva

No había dinero para pagar sueldos ni comisiones... | Aniela Cordero

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Escrito en OPINIÓN el

El año pasado, Guillermo, como muchos otros Godínez, vio cómo todo en su oficina se detenía. Llevaba ya 3 años como reclutador senior en una consultoría de headhunting. Y con el encierro, todos los clientes detuvieron operaciones por al menos un mes, mientras evaluaban la situación general.

Para Guillermo, eso significó que tenía que redoblar esfuerzos en su actividad comercial para buscar más clientes que estuvieran buscando posiciones, y así, mantener a flote la operación de la consultoría y claro está, su propio puesto. Pero nadie en su sano juicio estaba contratando, en primer lugar, y en segundo, pagándole a externos para hacer algo que podían hacer las empresas internamente, así que eso complicaba la venta.

Además de meterle más a la parte comercial de sus funciones, la pandemia significó que los jefes de Guillermo decidieron reducirle el sueldo un 60%, porque la carga de trabajo no era la misma, y en un intento de previsión, pues no sabían tampoco cuánto iban a durar sin vacantes o sin clientes. Ah, pero eso sí, tenía que seguirse conectando sus 8 horas completitas a trabajar.

Bueno, tampoco era para tanto, Guillermo sabía que podía estar peor, que lo hubieran corrido, o que los hubieran “descansado” sin sueldo como a tantos de sus amigos y conocidos. El que le recortaran el 60% no estaba tan mal, pensó, todavía quedaban las comisiones. Pero oh sorpresa… Tampoco habría comisiones hasta que los clientes pagaran, y eso tampoco sabían cuándo iba a suceder, porque muchos ya estaban pidiendo prórrogas y créditos de hasta 180 días para pagar posiciones que ya habían sido cubiertas.

Insiste Guillermo en que podría estar sin chamba, así que se concentra en las cosas buenas: tener trabajo, poder trabajar desde la comodidad de su casa disfrutando de una vida menos acelerada y disfrutando de su familia.

Los días pasaron, semanas, y con ello los primeros meses de la pandemia. Poco a poco habían logrado reactivar las vacantes con algunos clientes, habían traído otros, y algunas facturas pendientes las habían empezado a pagar. Aún era muy pronto para que les regresaran el sueldo al 100% pero tanto Guillermo como los demás consultores esperaban que empezaran a ganar el 50% o 60% de su sueldo. Pero no pasó.

Poco a poco fueron retomando cada vez más el ritmo de trabajo pre-encierro, con las jornadas de trabajo alargándose hasta después de la hora de salida, y empezando mucho antes. Los clientes continuaban pagando, pero de su sueldo o de las comisiones no se sabía nada. Un día, para convivir aunque fuera de manera virtual, los directores decidieron organizar una reunión entre todos para platicar, comer juntos y echar un poquito el cotorreo.

El error que cometió uno de ellos, ya entrados en confianza y en la plática, fue decirle al equipo que los esperaba en su casa nueva en Valle de Bravo, que acababa de comprar y había empezado a remodelar, y que estaba quedando increíble. Claro, todos empezaron a mandarse mensaje por fuera de la reunión, fúricos y desconcertados, porque no había dinero para pagar sueldos ni comisiones, pero sí para comprar casas en Valle de Bravo.

Al mes, empezaron a nivelar el sueldo, y a pagar comisiones, curiosamente. Pero ya era tarde. Guillermo y varios colegas se habían desilusionado, y empezaron a mandar sus CV’s para empezar a mover los grandes y pesados engranes de la búsqueda de trabajo.