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Número 2

En la historia hay personajes que por diferentes circunstancias nunca pudieron ser mas que los segundos en los pedestales del poder.

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Escrito en OPINIÓN el

En una entrevista que le hizo la periodista italiana Oriana Fallaci a Henry Kissinger en noviembre de 1972, el entonces asesor (de Kennedy, Johnson y Nixon) y luego Secretario de Estado, dijo que el motivo de su éxito personal radicaba en “el hecho de haber actuado siempre solo. Les gusta el cowboy que avanza solo sobre su caballo, el cowboy que entra solo en la ciudad, en el poblado, con su caballo y nada más. Tal vez sin revolver, porque no dispara. El actúa y basta; llega al lugar oportuno en el momento oportuno. Total, un western”.


Tal vez haya sido cierto, pero esa declaración ocasionó una gran animadversión entre Nixon y Kissinger. Fue duramente criticado por la prensa y se le cerraron los canales de comunicación con el presidente, en un momento extremadamente delicado, pues se negociaba el término de la Guerra en Vietnam. El número 2 le quitó todo el mérito al número 1. Cual si su éxito se debiera en exclusiva a ser un lobo solitario en la estepa de la política y no a causa de las instrucciones, permisividad y confianza del presidente.


Tiempo después Kissinger recobró la confianza presidencial y Nixon lo convirtió en secretario de Estado.


El número 2 en la escala del poder, es una posición de suma complejidad, pues es en ocasiones quien realmente articula la política; es la persona que teje los hilos de las complicadas y complejas vinculaciones políticas, las alianzas y enfrentamientos; pero también quien, en casos de emergencia se sacrifica, como en el ajedrez a la reina y quien, en conservación, debe recibir los golpes.


Usualmente nunca recibe las ovaciones y los aplausos de la gente y casi siempre está tras bambalinas. Su posición puede ser incluso pública, y en el aparejo, debe ser respetuoso y sumiso con el número 1, pero en el escondrijo y pasillo, es el que opera los entramados del poder.


En la historia hay personajes como Bismarck, Fouché, Richelieu o Talleyrand, que por razones personales, por circunstancias de la historia o por sangre que se hereda, nunca pudieron ser mas que los segundos en los pedestales del poder. El mismo Kissinger nunca habría podido aspirar a más, pues es alemán por nacimiento, así que la cumbre le estaba vedada por geografía (su nombre real es Heinz). Sea como fuere, en muchas ocasiones son los número 2, quienes conocen y ejercen el poder verdadero; aquellos que conducen las riendas de la cosa pública.


Y no es de extrañar, ya sea por herencia o por elección, los líderes son elegidos por muchas otras razones que por sus virtudes intelectuales o como estrategas de estado. Y ahí radica la frustración de los segundos, siempre deben de trabajar en función de un bien inmediato, el número 1. Y en ello, descarrilarse en el guion es tan peligroso como el exilio.


El lunes 16 de febrero el periódico Financial Times, publicó extractos de una entrevista que le hicieran al secretario de Hacienda. En ella, indica que “necesitamos abordar lo que realmente importa a la sociedad mexicana, que no es (sólo) la corrupción y la transparencia. Va más lejos: Tiene que ver con la confianza”.


Y añade que “podríamos llevar a cabo diez reformas energéticas, pero si no le sumamos la confianza, no abarcaremos todo el potencial de la economía mexicana”.


Esta declaración no tiene las mismas implicaciones que aquellas que hiciera Kissinger en 1972. Si bien parece correcta, carece de dos elementos fundamentales.


En primer término, equivoca la premisa esencial, pues la confianza del pueblo de México en el Gobierno está mermada, debido a la corrupción. Es decir, el centro del meollo no es la confianza, es sólo una consecuencia. La confianza se recuperará en la medida en que se ataque frontalmente la corrupción y su gemela, la impunidad.


En segundo lugar, la declaración parece desarticularse con el tono oficial y los discursos del presidente. De ello, hay que considerar que en el actual gobierno existe un empate triple en el segundo lugar y sería de suponerse, que entre ellos, existe una férrea competencia por el puesto más próximo al presidente.


La posición del número 2, compleja y poderosa, debe de ser de sólo una persona, para bien o para mal. Habrá que esperar, tal vez después de las elecciones de este año, para ver quién ha sido y es, el verdadero número 2 del presidente.