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Nuestra industria editorial mexicana

La industria editorial es un ecosistema integrado por autores, editores, impresores, papeleros, distribuidores, libreros, y lectores. | Jorge Iván Garduño

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Escrito en OPINIÓN el

La emergencia global de salud producida por la pandemia de la covid-19 está poniendo a prueba la capacidad de respuesta y de organización de toda la humanidad. A este respecto, las empresas de las industrias culturales, y en particular, la industria del libro, atentas al momento por el que pasamos, buscan innovar, reinventarse, buscando modos para subsistir sin que con ello violen las medidas de mitigación decretadas por la Secretaría de Salud. Comprenden que la única salida de la situación de extrema emergencia que estamos viviendo, es con la colaboración de todos los sectores de la sociedad. 

El papel de los libros, y la lectura, en el confinamiento a la que la mayoría de la población debemos someternos es esencial. Las ventas de libros en el mercado de librerías y en el mercado educativo se han desplomado, esa es la realidad. Creo que deberíamos todos los amantes de la lectura hacer un llamado a toda la sociedad en aras de proteger y promover la diversidad cultural y la lectura, a fin de continuar disfrutando de los libros y las revistas en casa, que adquiramos libros, pero, sobre todo, que los compremos en librerías y sitios mexicanos.

La industria editorial debe considerarse como el conjunto de saberes, oficios, actores, espacios y políticas que dan cuerpo a lo que podemos denominar como cultura escrita, fundamento de la cultura de un pueblo. La industria editorial es entonces, un ecosistema y como tal, integra a los autores, los editores, los impresores, los papeleros, los distribuidores, los libreros, las plataformas de contenidos digitales y, por supuesto a los lectores. Y todos juntos, velan por los derechos de autor. 

Es tarea del Estado, tanto a través del poder ejecutivo, como del poder legislativo, su preservación, promoción, y expansión a través del desarrollo de las políticas necesarias para ello y para el desarrollo de las expresiones culturales más amplias, fortaleciendo la cadena de valor del libro, construyendo políticas públicas que incentiven la lectura, el desarrollo de habilidades lectoras, la inclusión, propicien el desarrollo de una industria editorial fuerte, protegiendo los derechos de autor, con una amplia bibliodiversidad y con canales de comercialización. 

En este año en particular, 2021, los retos para el desarrollo de la cultura, y en particular la escrita, son mayúsculos, sobre todo en un año de elecciones, en donde deberían cada uno de los candidatos a puestos de elección popular fijar su atención en nuestras industrias culturales y asumir así un compromiso amplio para el impulso de políticas públicas que den certeza a todos los integrantes de la cadena productiva del libro, con el fin de generar más y mejores lectores; implementar estrategias de promoción de la lectura que impacten profundamente en la sociedad y que propicien el surgimiento, crecimiento y consolidación de las librerías de nuestro país, motivando la discusión y promoviendo reflexiones acerca de la industria editorial, el mundo del libro y la lectura.

Tenemos un marco legal muy importante, y sin duda perfectible, como lo es la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, la cual es tarea de todos hacer que opere y que se cumplan los postulados que en ella se señalan. Es responsabilidad de los diversos candidatos asumir la tarea de la cultura como base de su proyecto, sin regateos, con firmeza y para la construcción de políticas públicas.

Asimismo, es primordial que la educación sea el bastión nacional para que los mexicanos tengamos acceso al conocimiento que, a su vez, nos brindará las herramientas para afrontar cualquier problema o dificultad. México se caracteriza por su solidaridad nacional e internacional, ha llegado el momento de ser solidarios con quienes forman la cadena del libro y las publicaciones periódicas, pues es menester que el conocimiento que se edita consecutivamente y los nuevos descubrimientos sean del conocimiento de toda la población. 

Las industrias culturales, y la editorial, no sólo se traducen en más conocimiento, sino que más de siete mil familias dependen de ella (sólo la editorial en nuestro país de manera formal), sin considerar a los libreros, los trabajadores independientes (traductores, ilustradores, correctores de estilo y otros) que trabajan por proyecto y no con un contrato fijo, los trabajadores de la industria del transporte, los papeleros, la industria de las artes gráficas, los escritores y, por supuesto, muchos otros que trabajan alrededor del libro y las publicaciones periódicas. Apoyemos a las industrias culturales para asegurarnos de contar siempre con las herramientas para seguir siendo una nación libre y que nos lleven a ser punta de lanza en todos los ámbitos.

Tiempo al tiempo.