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Nos quedamos cortos

Está equivocada la Presidencia si piensa que son los ciudadanos quienes piden más espectáculo o actos teatrales; exigen justicia, seguridad pública y rendición de cuentas.

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Escrito en OPINIÓN el

El presidente y su equipo han sido incapaces de hacer un diagnóstico correcto de la crisis político institucional que enfrenta el país, lo cual se refleja en el tono y contenido de sus discursos. En pocas semanas hemos escuchado acusaciones de complot contra el proyecto de gobierno, intentos por convertirse en parte de la indignación asumiendo el “todos somos Ayotzinapa”, llamados a superar el dolor colectivo, una declaración sobre el orgullo que le genera Televisa al presidente, hasta llegar a la afirmación de que los padres de los normalistas desaparecidos están siendo manipulados.

 

No se quiere o no se puede ver. Y un líder político que no quiere o no puede ver, difícilmente puede conducir la nave del Estado o guiar a su pueblo.

 

En una entrevista concedida al diario El País (México acelera las reformas para desactivar el otoño del descontento), el Jefe de la oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, realiza uno de los pocos ejercicios de autocrítica: “Nos faltó una agenda más contundente en materia de seguridad y de Estado de Derecho. Nos quedamos cortos. No vimos la dimensión del problema y la prioridad que debería haber tenido”.  De igual forma, identifica el problema de la inseguridad y la violencia con un deterioro institucional acumulado: “La responsabilidad de la herencia recibida es enorme, pero es una herencia de muchas décadas. Pensar que es problema de un gobierno es no entender nada. Iguala es un problema estructural”.

 

En ambos casos Aurelio Nuño tiene razón, aunque es incomprensible que el gobierno no haya entendido previamente la dimensión de la inseguridad cuando ha sacudido brutalmente a nuestro país a lo largo de la primera década del siglo XXI. Más difícil de entender es que el equipo de trabajo de Enrique Peña Nieto se haya quedado corto, no haya visto la dimensión del problema o la prioridad que tenía, dado que venía de gobernar el Estado de México, una de las entidades con los peores índices de inseguridad y violencia en este país.

 

El intento de autocrítica se diluye cuando se afirma: “No vamos a sustituir las reformas por actos teatrales con gran impacto, no nos interesa crear ciclos mediáticos de éxito de 72 horas. Vamos a tener paciencia en este ciclo nuevo de reformas. No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”.

 

Hay tantas cosas mal en esta explicación. En primer lugar, ha sido el gobierno quien ha recurrido a los “actos teatrales”, no los ciudadanos.  La explicación de la Primera Dama al respecto de la “casa blanca” presidencial pertenece al mundo de los “actos teatrales” y los “ciclos mediáticos de éxito de 72 horas”, no a la rendición de cuentas propia de una sociedad democrática.

 

En segundo lugar, sigo sin entender qué significa “no vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo”. ¿Quién ha pedido que el gobierno resuelva esta crisis con “sangre”? Lo que piden los ciudadanos que se han manifestado en la calles es justamente menos sangre en nuestro país, que las autoridades dejen de colaborar impunemente con quienes nos desangran.

 

Está equivocada la Presidencia si piensa que son los ciudadanos quienes piden más espectáculo o actos teatrales; exigen justicia, seguridad pública y rendición de cuentas. Piden menos discursos vacíos y frivolidad, al igual que menos violencia, corrupción e impunidad. Simplemente demandan resultados y cuentas de un gobierno pasmado ante la degeneración institucional y que sigue sin entender nada, como acertadamente ha señalado Mario Campos (Siguen sin entender nada).

 

Lo más preocupante es el uso de la noción de “plaza pública”, la incapacidad de las autoridades para entender el ejercicio de la voz como principio fundamental en una sociedad democrática. No incomoda la “plaza pública” cuando se reúne o se acarrea para aplaudir alegremente al Presidente, tampoco molesta el “gusto de los articulistas” cuando esto significa alabar los logros o la voluntad reformista del gobierno. El problema es cuando la voz disiente y protesta ante el horror y la corrupción, cuando exige resultados y demanda responsabilidad política, entonces estamos ante peticiones de “sangre y espectáculo” o incluso de “bravuconadas”.

 

Lo que hace falta es justo lo contrario: Este gobierno requiere comenzar a escuchar a la plaza pública, no sólo a la clase aplaudidora. Necesita analizar críticamente las razones de la indignación ciudadana, el coraje ante una crisis política que, si bien tiene origen en crímenes perpetrados por autoridades municipales y organizaciones criminales, se ha agudizado ante los escándalos, omisiones, errores y declaraciones absurdas del gobierno federal. Por ejemplo, pueden comenzar escuchando la propuesta que ponen sobre la mesa diversos líderes de opinión y 32 organizaciones sociales para enfrentar la corrupción (Sociedad civil unida presenta propuesta de Sistema Nacional Anticorrupción). Esto también es voz de la plaza pública.

 

“No es fácil cambiar las llantas con el coche en marcha”, señala en la entrevista Aurelio Nuño. Puede ser cierto, aunque habría que empezar por discutir si un gobierno es equivalente a un coche. La toma de decisiones en política es un proceso mucho más dinámico de lo que se desprende de esta metáfora, de entrada porque en política las condiciones cambian y los actores se mueven y, por lo mismo, los gobernantes efectivos, los estadistas, son aquellos capaces de entender el cambio, identificar las crisis y adecuar sus estrategias para conducir mejor a sus pueblos. El problema de fondo es que al parecer también en el diagnóstico y manejo de esta crisis “nos quedamos cortos. No vimos la dimensión del problema y la prioridad que debería haber tenido”. 

 

@ja_leclercq