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No son una cifra

Generalmente se olvida que detrás de los fríos números se encuentra una historia de vida que merece la mayor consideración y respeto. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Conforme pasan las semanas el panorama es cada vez más desolador. Los informes oficiales que se presentan cada noche -y que han ido perdiendo credibilidad- nos dan cuenta del número de contagios y fallecimientos por covid-19 que, con frecuencia, siguen superando los máximos históricos alcanzados durante la pandemia, así como de la disponibilidad de camas de hospital que, al parecer es el parámetro más importante para este gobierno. Sin embargo, de acuerdo a diversos testimonios y a la nueva información que va surgiendo, no se corresponde con la dolorosa realidad que estamos enfrentando como sociedad.

En chats de amigos, de manera directa o en redes sociales nos enteramos de personas cada vez más cercanas que enferman gravemente y que buscan desesperadamente ayuda para conseguir oxígeno o una cama de hospital, y también de quienes desgraciadamente no resisten ante la falta de atención médica oportuna. Más de 15 mil personas han fallecido fuera de un hospital con el drama que ello implica para sus familias.

Según datos oficiales ya hemos rebasado las 150 mil defunciones, pero un estudio del INEGI identifica un exceso de mortalidad de 37.9% de enero a agosto de 2020 confirmando lo que habían arrojado otras investigaciones independientes que tanto incomodan al gobierno. Para finales de agosto del año anterior, la Secretaría de Salud reportaba 64,414 muertes en tanto que el INEGI contabilizó 108,658, a partir de lo cual se calcula que actualmente alrededor de 370 mil personas han perdido la vida por covid-19, apenas por debajo de las muertes registradas en Estados Unidos que tiene una población tres veces más grande. 

No es de extrañar que en el ranking de Bloomberg sobre el mejor lugar para estar durante la pandemia, México ocupe el último lugar de las 53 principales economías del mundo al tener el mayor índice de mortalidad (7.5%), así como el mayor índice de positividad de las pruebas (41.1%), destacando en su análisis que los presidentes de Estados Unidos, Brasil y México minimizaron repetidamente la amenaza del nuevo coronavirus.

Pero generalmente se olvida -cuando no se trata de personajes públicos como el presidente, de Slim o de Norberto Rivera- que detrás de los fríos números se encuentra una historia de vida que merece la mayor consideración y respeto. Cada cifra representa una madre, un padre, un hermano, un hijo, una pareja, un amigo que se ha ido y que nos está desgarrando por dentro. A ello hay que sumar las consecuencias por la falta de atención de otros padecimientos como lo retrata Héctor de Mauleón al contar la historia de don Isidro, quien desde febrero de 2020 no ha recibido el tratamiento oncológico que requiere. Las pérdidas son inconmensurables como también lo es la imposibilidad de despedirnos de nuestros seres queridos. 

Minimizar la pandemia, normalizar el número de muertes, insistir en que la “estrategia” es la correcta, no considerarla como la máxima prioridad ante la tragedia personal y social, y en cambio atender criterios político-electorales es criminal y denota una absoluta falta de empatía con el dolor y sufrimiento colectivo.