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No son las redes sociales, son los hechos

La realidad es terca y nos señala razones muy objetivas para el mal humor social.

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Escrito en OPINIÓN el

La entrevista que concede el Presidente a La Jornada, el pasado 23 de mayo, resume como pocas cosas la visión oficial sobre los problemas nacionales y permite entender el abismo que separa la percepción ciudadana del optimismo gubernamental.

 

Para el presidente el país avanza, crece y se distingue por su libertad y apertura. En sus palabras: “Los datos acreditan que hay más empleo que nunca. Todos los indicadores hablan de que estamos avanzando. Además, en un entorno mundial muy difícil. En Latinoamérica nos estamos convirtiendo en el principal motor de crecimiento. México está creciendo, no a las tasas que quisiéramos, pero sí de manera relevante”.

 

Incluso en la investigación de Ayotzinapa puede ver avances y buena disposición oficial: “El nivel de apertura del gobierno en este ánimo es tal, que abrimos el espacio para que viniera un órgano de coadyuvancia en esa tarea”. En otro párrafo: “El único empeño del gobierno es esclarecer y apoyar la petición de la sociedad en general y de los padres a conocer qué pasó. No hay una bolita de cristal que nos pudiera regresar en el tiempo y saber exactamente con precisión qué ocurrió. Hay indicios, una investigación y elementos que te llevan a conclusiones. Si no a éstas, por lo menos a ciertas hipótesis que ha apuntado la PGR de lo que pudo haber pasado”.

 

La pregunta que mueve la reflexión presidencial, en todo caso, es ¿por qué entonces el “mal humor social”? La respuesta oficial es que el malestar no tiene justificación en la realidad, sino en la percepción: “Es parte de una nueva realidad. No es un tema privativo de México. Cuando me he reunido con otros jefes de Estado, hablan de eso. Las redes sociales han tenido impacto, sin duda, en el humor, porque obviamente hay expresiones de todo tipo. Libres. En México no hay censura de ningún tipo. Las redes han impreso, sin duda, un cambio al sentir social, al humor social, a las formas de expresión”.

 

En otras palabras, para nuestro gobierno el mal humor social no se justifica ante errores, omisiones o actos de irresponsabilidad cometidos por las autoridades, se explica como consecuencia de la libertad de expresión y el cambio en el sentir social que han provocado las redes sociales. El peligro de que nuestro gobierno asuma y repita un diagnóstico tan equivocado como simplista, de llegar a convertirlo incluso en mantra, es que al final han terminado por creérselo ellos mismos.

 

Pero la realidad es terca y nos señala razones muy objetivas para el mal humor social y, en especial, para que esto retroalimente el descrédito gubernamental. Algunos datos reportados en las últimas semanas:

 

Freedom House nos califica como un país parcialmente libre por sexto año consecutivo ante la creciente denuncia de violaciones a los derechos humanos.

 

La Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2015 del INEGI señala que la tasa de prevalencia de la corrupción alcanza 12,590 víctimas por cada 100,000 habitantes.

 

Una investigación de Animal Político revela una red para desviar recursos públicos, hasta 645 millones de pesos, con total impunidad, desde el gobierno de Veracruz hacia empresas fantasma.

 

Otra investigación periodística, en este caso de Aristegui Noticias, señala que CONAGUA ha otorgado contratos por 93 millones de pesos a la Asociación Nacional de Empresas de Aguas y Saneamiento de México, A. C. (ANEAS), presidida por David Korenfeld.  

 

Las campañas electorales se han convertido en espacios para lanzar acusaciones sobre corrupción o vínculos con el crimen organizado que después de la elección nadie tendrá la intención de investigar.

 

Ante el vacío de autoridad y la impunidad rampante, en lugares tan distantes como Teotihuacán y Chenalhó la gente comienza a tomar la justicia por su propia mano.  

 

El conteo de asesinatos dolosos alcanza casi 6,000 víctimas entre enero y abril y los especialistas proyectan que podremos rondar entre 19,000 y 20,000 muertos a final de año.

 

Estos son sólo algunos eventos reportados en medios de comunicación las últimas dos semanas. Un diagnóstico parcial de los niveles que alcanza nuestra degeneración institucional y la irresponsabilidad de nuestras autoridades.

 

No son las redes sociales, no nos engañemos, son los hechos puros y duros. El autoengaño presidencial no sirve ni como estrategia de comunicación ni como diagnóstico de la problemática social. Lo que han calificado evasivamente como “mal humor social” en realidad refleja un malestar ciudadano muy profundo y muy real, el cual se traduce en el descrédito de instituciones y autoridades. Malestar que tiene fundamento tanto en el grave deterioro político institucional que enfrenta el país, como en la absoluta incapacidad tanto del gobierno como de la oposición para ofrecer acciones y soluciones públicas relevantes ante la crisis.

 

@ja_leclercq

@OpinionLSR