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No si, sino cuándo

Nuestros partidos y sedicentes políticos sólo tienen tiempo para candidaturas, elecciones y guerritas sucias.

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Escrito en OPINIÓN el

Hace tiempo vi un reportaje sobre asteroides y la posibilidad del fin de la vida humana por el impacto de uno de ellos en la tierra. El programa y su opción eran tan sin duda aterradores que la razón, no obstante su carga de verdad científica, se rechazaba a aceptar. Por ello la emisión televisiva terminaba con una afirmación contundente y admonitoria: la pregunta no es si es posible, sino cuándo.

 

No tengo por deporte el pesimismo, pero es imposible no llegar a la misma pregunta cuando abstraídos del mundanal ruido, de sus urgencias baladíes, del escándalo como espectáculo y de la insulsez como política, nos permitimos ver la suicida irracionalidad del mundo actual, con su pandemia de miseria, huracanes de exclusión y tsunamis de desperdicios humanos y materiales.

 

Un loco que en cualquiera otra época estaría bajo camisa de fuerza, sustenta la popularidad de su demencia y posible presidencia en la construcción de murallas, cuando amurallar ciudades hace mucho probó su nulidad. Los imperios -desconoce este nefando ignorante- no se destruyen desde fuera, sino por dentro. Sus males no surgen de la relación, sino del aislamiento; y el odio no produce más que odio.

 

De otro lado del Atlántico la experiencia demuestra que no hay mares, fronteras ni ejércitos que contengan las consecuencias sociales de políticas económicas cuando éstas derivan en cataclismos regionales y su globalización en Apocalipsis.

 

Un mundo desbocado en el consumismo que nos hunde en el desencuentro, el desencanto y la vaciedad; un mundo cruzado por comunicaciones que nos aíslan pero unifican en una pseudoconversación universal, monótona, atónica e entrópica. Una realidad que generaliza la falta de opciones y de esperanzas, que globaliza la miseria y su desigualdad resultante, que condena a miles de millones de seres humanos al hambre, la enfermedad, la ignorancia, la ignominia y finalmente la muerte. Una realidad que nos deshumaniza hasta desaparecer lo humano de nuestras relaciones, entronizando índices económicos y resultados financieros por sobre el bienestar y la felicidad de hombres y mujeres de carne y hueso.

 

Una realidad que tras disminuir de toda ecuación el factor hombre, pugna por acabar por igual con el de la tierra y su sustentabilidad. Un mundo de derroche cuyo brillo de oropel y luces de neón impiden ver el basurero de valores morales, desperdicios y esperanzas que ahogan al mundo.

 

La pregunta entonces no puede evitarse. No si habrá explosión social, sino cuándo.

 

Pero nadie la escucha, todos estamos muy ocupados viendo la televisión, discutiendo goles, filosofando sobre candidaturas futuras y sus insultos del día, deliberando sobre spots frívolos y engañabobos.

 

Nuestros partidos y sedicentes políticos sólo tienen tiempo para candidaturas, elecciones y guerritas sucias. La transición en México no los democratizó, pero sí los apareó en desprestigio, avidez, ceguera e impotencia. Lo público, el interés, aquello que está entre nosotros y a un tiempo nos une, comunica y distingue no existe para ellos. El ciudadano no es un mandante, sino un voto a cooptar, comprar o anular, según sea el caso. La política en México se ha reducido a lo clientelar, el ciudadano a sujeto de compra y coacción, lo político a cuestión de precio, la democracia a conservación de prerrogativas.

 

Si ellos, supuestamente los encargados de la cosa pública, no tienen ojos ni tiempo para la Re-Pública, los particularismos se imponen por sobre el interés común. Nuestra sociedad es así una aglomeración de descastados, sin paisaje ni paisanaje que nos sea común y propio, que nos identifique y acoja; sin ámbito público que podamos llamar propio, común y compartido.

 

Por eso la pregunta: No si habrá explosión social, sino cuándo.

 

Pero las murallas no son moda exclusiva de nuestro vecino país, entre nosotros hemos levantado murallas que nos impiden ver el dolor, oír el lamento y percibir el rencor que supura en nuestro cuerpo social mexicano. Bien dice el cantar Mexica:

 

“Con los escudos fue su resguardo, pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad”.

 

@LUISFARIASM

@OpinionLSR