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No se hagan: Anular beneficia al PRI

El voto nulo aminora el efecto del tope de sobrerrepresentación.

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Escrito en OPINIÓN el

En todo sistema electoral en el que se eligen representantes en distritos de mayoría relativa existe un sesgo mayoritario. Pongamos un ejemplo muy sencillo: Si se eligieran 100 diputados de mayoría en un sistema bipartidista y un partido  obtuviera el 51% de los votos en todos los distritos, sus candidatos obtendrían el 100% de las curules y el 49% de la población que votó por el otro partido no tendría representante alguno. Para medir esta disparidad entre votos y asientos en los congresos se utiliza el índice de desproporcionalidad de Gallagher, que mide la varianza entre porcentaje de votos y porcentaje de asientos.

 

Justamente para evitar esa sobre o sub representación se reparten escaños de representación proporcional en los congresos. Naturalmente, varios factores contribuyen para hacer más o menos representativas nuestras cámaras. En primer lugar, el número de “pluris” (entre menos hay, mayor es el sesgo mayoritario), razón por la cual el PRI ha buscado su disminución, cosa que explicaré más adelante; en segundo lugar, el umbral de representación de los partidos, pues al contarse los votos de los que no alcanzan el registro para la repartición de  curules, se aumenta artificialmente el porcentaje de votación de los partidos que sí lo alcanzaron, lo cual permite una mayor sobrerrepresentación (esto va de la mano con el siguiente punto); y tercero, el tope de sobrerrepresentación, que en nuestro caso tiene dos vertientes: por un lado, no se permite que ningún partido tenga más del 60% de los escaños y por otro, que ningún partido tenga una diferencia mayor a ocho puntos porcentuales entre votos efectivos y curules totales.

 

Cabe aclarar que en nuestro sistema (a diferencia de otros más democráticos) se distribuyen los “pluris” independientemente de los triunfos de mayoría. Una obviedad es que –en un ánimo plural– esto debería modificarse para que se distribuyeran de tal manera que la composición de la cámara reflejara lo más fielmente posible la distribución de la votación por partido.

 

Al no haberse hecho eso, prácticamente todas las elecciones desde 1991 el PRI ha obtenido más curules que votos. ¿Por qué? Muy sencillo: por la dispersión del voto entre los otros partidos (de carácter territorial) y las victorias de mayoría que obtiene el PRI en los distritos de algunos estados donde se impone su estructura, como es el caso del Estado de México.

 

La reforma de eliminación de “pluris” que propuso Peña Nieto justamente iba en esa dirección. Tener únicamente 100 escaños de representación proporcional y eliminar el tope de sobrerrepresentación –que tradicionalmente castiga al PRI– se hubiera traducido en mayor porcentaje de diputados del PRI, ¡con menos votos!

 

En el mismo sentido elevar el umbral de ingreso a la cámara en la última reforma electoral (del 2 al 3%) beneficiará a los partidos que afecta el tope de sobrerrepresentación. Javier Aparicio y Javier Márquez lo expresa con gran claridad: “la penalización disminuye conforme los PP [partidos políticos] pequeños “liberan” curules RP [de representación proporcional]”.

 

La cosa se pone peor: Debido a la dispersión del voto de los demás partidos que mencioné antes, tradicionalmente el PRI arrasa cuando alcanza más del 35% de la votación y debajo de ese porcentaje, se invierte la tendencia. Y sí, adivinó usted: ahí radica la importancia de la alianza con el Partido Verde (y el obsceno crecimiento de ese remedo de partido a través de cualquier ilegalidad posible). Si el PRI y su pajarraco alcanzan más del 35% de los votos (cosa muy probable), mantendrán el efecto de sesgo del voto concentrado del PRI.

 

Ahora bien, se preguntará usted: ¿Y el voto nulo? Pues también beneficia al PRI (al menos, cuando hablamos de las elecciones a diputados). ¿Por qué? Porque aunque Denise Dresser lo vista con cualquier clase de argumentos políticos, sociales y hasta filosóficos, el voto nulo aminora el efecto del tope de sobrerrepresentación y permite, consecuentemente, que se aumente el sesgo de representación de los partidos, principalmente, el de los castigados con ese tope (léase, el PRI), al igual que sucede con los votos por los partidos que no alcancen el registro.

 

Así que, al momento de encontrarse en la soledad de la urna, si se siente usted invadido súbitamente por un sentimiento de superioridad moral sobre los candidatos a diputados de todos los partidos y se ve tentado a anular su voto, pregúntese: ¿en verdad quiero que el PRI tenga más diputados?

 

@r_velascoa