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No hay que confundir

Parafraseando a Jorge Ibargüengoitia, en las elecciones más numerosas de la historia, este 2021 no debemos confundir lo grandote con lo grandioso. | Guillermo Sesma

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Escrito en OPINIÓN el

Faltan muy pocos días para las elecciones más grandes de la historia de este país, tal vez deberíamos decir las más numerosas, pues hasta el momento las campañas han dejado mucho que desear. Esto lo digo sin distinguir entre partidos y es que todos, desde las primeras etapas del proceso, fueron dando traspiés que poco abonan al panorama político nacional.

Se seleccionaron candidatos a través de tómbolas, caprichos, fama, número de seguidores y el ya tradicional dedazo; rupturas, pleito y quejas fueron el pan nuestro de cada día durante los procesos internos de cada una de las fuerzas políticas.

Claro que hay contadísimas excepciones, pero no hacen más que confirmar la regla, el panorama político nacional está debilitado, hay pocos personajes relevantes y con altura de miras suficiente como para poder ser clasificados como políticos profesionales.

Los perfiles en general fueron bajos, lo que deja al electorado con la única alternativa de elegir al menos malo. 

Los procesos electorales en México son demasiado prolongados, sobre todo si los medimos de acuerdo a la calidad de las campañas, nuevamente el escenario ha sido de chismes, descalificaciones y “propuestas” en su mayoría vacías, repetitivas o inverosímiles. 

El contraste entre candidatos no ha sido posible construirlo más allá de la difamación sin pruebas, pues de sus propuestas poco se puede decir, ni ellos mismos entienden de qué están hablando. Han llevado su “discurso” al punto de confundir poderes y atribuciones para comprometer cambios que no estarán en sus manos una vez que ganen. 

La falta de talento político ha sido sustituida por una gigantesca pauta que tiene a la ciudadanía hasta la coronilla de jingles y slogans, vemos sus caras por todas partes sin poder recordarlas claramente pues no hay mensaje que se quede en la memoria. 

Los partidos políticos en México no han entendido cómo funciona la propaganda y la persuasión en su conceptualización primaria, es indispensable que se dé un mensaje para poder influir en la actitud o decisión de una comunidad, saturar y repetir no es persuadir.  

Los institutos electorales estatales también han dejado mucho que desear, al ser ellos los encargados de organizar debates entre candidatos le quedaron a deber a la ciudadanía y a la democracia, no solo me refiero a la infinidad de dificultades técnicas para realizarlos, sino acudiendo a formatos que dejaron este ejercicio como francas “exposiciones escolares” que poco abonan para que el electorado tome una decisión el próximo 6 de junio. Se debatió poco o nada en los encuentros que se han dado hasta la fecha, las reglas acotaron a tal punto a los candidatos que simplemente fueron a repetir sus decálogos de campaña que ya nos habían dado a conocer hasta el cansancio en sus redes sociales.  

Hasta el momento el electorado no ha tenido acceso a las mejores herramientas para orientar su voto en las próximas elecciones, son muchas las boletas por tachar y poco el tiempo que queda para conocer a los candidatos.

Los partidos apuestan a que la ciudadanía nuevamente vote con la barriga y no con la cabeza, apuestan a que no sean los resultados y sea el encono lo que haga ganadores a sus candidatos. Han sido hasta el momento incapaces de mostrar a la ciudadanía un proyecto o visión para ejercer una responsabilidad pública importantísima, están más preocupados por la siguiente elección que por la próxima generación.

En la democracia mexicana una vez más queda en manos del electorado la responsabilidad de decidir bien con el mínimo de información.  

Parafraseando a Jorge Ibargüengoitia, en las elecciones más numerosas de la historia, este 2021 no debemos confundir lo grandote con lo grandioso.