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No es rebrote

Aunque a nuestras autoridades les molesten las críticas y señalamientos, están obligados a rendir cuentas en relación a la pandemia. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Han pasado ocho meses desde que se registraron los primeros casos de covid-19 en nuestro país, y los responsables de atender la pandemia han advertido sobre la posibilidad de un rebrote ante el incremento de casos positivos y hospitalizaciones. Ante ello, diversos especialistas en salud pública han señalado que, a diferencia de lo que está ocurriendo en Europa, aquí no se puede hablar de un rebrote toda vez que no se ha logrado controlar la primera ola de contagios y revertir la curva ascendente que, en todo caso, se mantuvo en meseta por algunas semanas con ligeras variaciones.

Incluso las declaraciones al interior del gobierno federal no son muy consistentes pues en la misma conferencia mañanera del 20 de octubre, el secretario Alcocer se refirió al posible rebrote, unos minutos después el subsecretario López-Gatell trató de matizar afirmando que se está perdiendo la velocidad de reducción de la epidemia, y en la siguiente media hora el presidente López Obrador corrigió asegurando que no hay rebrote y que vamos bien -como ha sostenido desde un inició, a pesar de que las cifras claramente indiquen lo contrario-.

Es preocupante que, a estas alturas, el gobierno federal siga resistiéndose a reconocer la gravedad de la situación, no exista el menor atisbo de autocrítica y por tanto de apertura para siquiera discutir la posibilidad de modificar su “estrategia”, como lo reflejan las palabras del secretario de Salud durante su comparecencia en la Cámara de Diputados para tratar de justificar los dolorosos efectos de la pandemia, en la que sólo atinó a decir “pudo haber sido peor”, o la obstinación de López-Gatell para desestimar el uso del cubrebocas a pesar de la cada vez más robusta evidencia de su utilidad para disminuir la propagación del virus. Máxime cuando el gobierno federal tomó la decisión de no aplicar pruebas masivas para la detección temprana de la enfermedad y de las personas asintomáticas.

Es inadmisible que se ostenten como ejemplo para el mundo en el manejo exitoso de la pandemia, cuando nos ubicamos entre los cuatro países con mayor número de defunciones -o en el octavo lugar si se toma en cuenta el número de fallecidos por cada 100 mil habitantes-, así como en el deshonroso primer lugar en cuanto al personal sanitario que lamentablemente ha perdido la vida con 1,790 casos. Parece que este gobierno, que se jacta de humanista, pretende normalizar las muertes por la pandemia como algo inevitable, para que no les represente un costo político, y quizá en el fondo apostar por la inmunidad de rebaño. No obstante, debemos insistir en que no se trata de meras estadísticas, pues cada una representa una tragedia familiar y social. 

En este contexto, cómo explicar que en países como Bangladesh, con una población de 162 millones de habitantes únicamente se hayan registrado alrededor de 4,281 defunciones, o el caso de Pakistán que puede resultar paradigmático pues se trata de uno de los países con mayor pobreza, tiene una población de 220 millones de personas y una prevalencia de diabetes mellitus de 19.9% y sin embargo a finales de agosto registraba tan sólo 6,294 fallecimientos por covid-19, mientras que México, con una prevalencia de diabetes de 13.5%, contabilizaba por esas mismas fechas 65 mil defunciones, es decir, diez veces más, lo que echa por tierra el discurso gubernamental que buscaba achacar el alto nivel de mortandad a padecimientos previos en la población -que por cierto han quedado sin atención-. 

Conforme a la información oficial, estamos muy cerca de llegar al millón de personas contagiadas y 100 mil fallecimientos. De hecho, si se mantiene el mismo ritmo de crecimiento que el registrado durante las dos semanas entre el 9 y el 23 de octubre, cerraremos el año con 1 millón 285 mil casos positivos y 119 mil defunciones. También hay que tomar en cuenta que el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece) informó que el exceso de mortalidad es de 193 mil 170 personas, de las cuales se calcula que 72% corresponden a covid-19, por lo que en la actualidad la cifra real sería de 139 mil 153 decesos.

Hemos llegado a un punto crítico que rebasa por mucho los escenarios más pesimistas que planteó el gobierno debido a diversos factores como las condiciones socio-económicas, la relajación de las medidas de cuidado provocada tanto por la fatiga de la población tras ocho largos meses, como por falta de responsabilidad y compromiso social, pero sin duda también de una estrategia gubernamental fallida -como la calificó el doctor Francisco Moreno-, así como un mensaje tibio y confuso que no se acompaña del ejemplo de las autoridades. Ojalá se entienda que la realidad no es la que se debe ajustar al discurso, sino al revés, que está en juego la salud física y emocional de la gente y que, aunque les molesten las críticas y señalamientos, están obligados a rendir cuentas en un tema que debiera ser de la mayor prioridad.