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No es lo mismo, son feminicidios

La falta de reconocimiento de un problema se convierte en parte del mismo. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Como cada año desde 1999 por declaratoria de la Asamblea General de la ONU, el 25 de noviembre se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en recuerdo de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, quienes fueron arteramente asesinadas en este mismo día de 1960 en República Dominicana por su activismo para oponerse a la dictadura del general Rafael Leónidas Trujillo. La violencia contra las mujeres se manifiesta de distintas formas, desde la desigualdad salarial y el trabajo no remunerado, el acoso laboral, discriminación, agresiones físicas y psicológicas, o la violencia política por razones de género, todas ellas muy graves que deben ser erradicadas, pero una de sus expresiones más crudas es el feminicidio.

Hace un par de días, el INEGI dio a conocer información estadística respecto a la situación de violencia que enfrentan las mujeres en nuestro país a partir de los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), y los censos de gobierno, destacando 66 de cada 100 mujeres mayores de 15 años han sufrido algún incidente violento de cualquier tipo a lo largo de su vida, y en el 43.9% de los casos los agresores han sido sus parejas. Tan sólo entre enero y septiembre de este año 9% de los hogares padecieron violencia familiar, mientras que los principales delitos registrados contra las mujeres fueron abuso sexual (42.6%) y violación (37.8%).

Asimismo, conforme a los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) entre enero y septiembre 2 mil 874 mujeres fueron asesinadas -un promedio de 10 cada día- de las cuales 704 casos fueron clasificados como feminicidios, y 163 mil 868 sufrieron violencia familiar. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que el registro de feminicidios no es muy confiable como lo revela María Salguero, creadora del Mapa de Feminicidios de México, al señalar que entre marzo y abril de 2020 se registraron oficialmente 144 casos, siendo que en dicho mapa se contabilizaron 405 feminicidios por lo que la diferencia es abismal.

En este contexto, resulta francamente preocupante que, precisamente durante la conferencia de prensa del 25 de noviembre, el presidente López Obrador sostuviera que en general las causas del homicidio son las mismas que el feminicidio, para luego hacer referencia a la desintegración familiar y la pérdida de valores, afirmando también que la violencia que se padece contra mujeres y hombres es el fruto podrido de un modelo económico materialista e inhumano que se impuso en el periodo neoliberal, con lo que además de tratar de desviar el tema y darle una connotación ideológica, una vez más subestima la gravedad de la situación que enfrentan las mujeres por el simple hecho de serlo. Incluso, en forma inusual, la secretaria de Gobernación se vio en la necesidad de corregir sutilmente la desafortunada intervención presidencial.

Sin duda la falta de reconocimiento de un problema se convierte en parte del mismo, por lo que es indispensable que se entienda que los riesgos a los que se enfrentan hombres y mujeres, así como el origen de la violencia distan mucho de ser iguales en muchísimos de los casos, y que existe una clara diferencia entre un homicidio cometido contra una mujer y el feminicidio. Cuando se trata de un homicidio provocado por una riña, en un intento de asalto o secuestro o por una motivación de carácter económico quizá se podría decir que no hay distinción -aunque me parece que la mujer siempre está más expuesta por lo que esta diferencia puede ser relativa-, pero en el caso de feminicidio se está ante el asesinato de mujeres perpetrado por hombres motivado por odio, desprecio, placer o un sentido de propiedad, es decir, por razones de género, y para identificarlo se deben tomar en cuenta algunos elementos como: que la víctima presente signos de violencia sexual; que se le hayan inflingido lesiones o mutilaciones degradantes; que existan antecedentes de una relación sentimental o afectiva, así como de amenazas, violencia familiar o laboral, o que el cuerpo de la víctima sea exhibido en un lugar público entre algunos otros. Como se puede observar, no es lo mismo, ojalá que se entienda.