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Nicaragua: el poder en yunta

Rampante caso de ambición política en el gobierno de Nicaragua.

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Escrito en OPINIÓN el

Montesquieu señalaba en su obra El espíritu de las leyes, que las mujeres que llegaban al poder, gobernaban con acierto, tanto en gobiernos templados como despóticos. Ahora bien, esta sentencia debido a su ubicación histórica, consideraba la ascensión al poder, mediante diversas vías, hereditaria, tiránica o democrática.

 

Empero, actualmente, sabemos que existen diferencias abismales entre las diversas formas de llegar al poder, las consecuencias en materia de legitimidad son la piedra angular en esta materia. Así se consagró en la Carta Democrática Interamericana de 2001, que consideró la Declaración de Managua para la Promoción de la Democracia y el Desarrollo, misma que prevé la defensa de la democracia en los casos de quebrantamiento de sus valores y principios fundamentales.

 

Cuando la esposa de un presidente se ve beneficiada por los recursos o por el estatus de privilegio de la Presidencia, de tal manera que decide aprovechar ávidamente los canales existentes, para su propio empoderamiento, podemos advertir, sin lugar a dudas, condiciones de parcialidad e inequidad que afectan a un sistema democrático de gobierno. En este sentido, habrá que reflexionar, y en todo caso cuestionar sobre la pertinencia de utilizar dichas prerrogativas para hacerse del poder.

 

El rampante caso de ambición política en el gobierno de Nicaragua, tiene lugar a través de la postulación de Rosario Murillo como vicepresidenta. Murillo es esposa de Daniel Ortega, actual presidente de ese país, quien también busca reelegirse para un tercer período. Recordemos que fue presidente entre 1985 y 1990, después de 16 años en la oposición, regresó al poder nuevamente en 2007, consiguió ser elegido otra vez, para un segundo periodo en 2011, a pesar de que la Constitución de ese país prohibía la reelección; ahora, este año, reformó la Carta Magna para establecer la reelección indefinida, de esta manera van en pareja como candidatos indiscutibles de su partido y sin una oposición política real.

 

Este proceso electoral dispuesto a llevarse a cabo el próximo 6 de noviembre, se vislumbra como uno de los más cuestionados en el contexto internacional, debido principalmente a la serie de irregularidades y prácticas antidemocráticas que se están llevando a cabo en ese país. La neutralización de los partidos de oposición, además de la destitución de los diputados que encabezan el principal bloque opositor, junto con el control prácticamente absoluto de todos los órganos del Estado y los principales medios de comunicación, conforman el abanico de excesos en el que se mueve el actual régimen del Frente Sandinista. Todo lo anterior sin olvidar los señalamientos del pueblo nicaragüense por enriquecimiento desmedido y la falta total de trasparencia con la que maneja al país, la boyante pareja presidencial.

 

Lamentablemente esta procacidaddel poder no es endémico de Nicaragua, también están los casos más representativos en América Latina, Argentina con los Kirchner, Guatemala con Álvaro Colom y su esposa. En tanto, en México se perciben dos claros ejemplos del frenesí por gobernar en función del interés particular de las respectivas fórmulas que aspiraron o aspiran al poder, en el que los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón ayuntaron sus pretensiones políticas con las de sus consortes y hacer del poder una herencia familiar. En el actual panorama político mexicano el caso de Margarita Zavala se cierne como una posibilidad latente para el 2018.

 

El problema nodal no radica en una cuestión de género, que en muchos de estos casos es utilizado de forma maniquea, sino que de suyo es, como advirtiera Montesquieu que la mujer posee todas las atribuciones necesarias para formar buenos gobiernos. Las mujeres no requieren ser la pareja de nadie como Michelle Bachelet o Ángela Merkel para un eficaz y legítimo ascenso al poder, así lo prevé la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de Nueva York, que claramente prohíbe la distinción basada en el sexo que tenga por finalidad coartar el ejercicio de la mujer, independientemente de su estado civil y sobre la base de la igualdad los derechos fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o cualquier otra.

 

El resultado de no observar dichos lineamientos éticos fundamentales, es la instauración de candidaturas, en ocasiones, carentes de autoridad moral o trayectoria política incólume de padrinos de alcoba, en donde el poder se obtiene a través de situaciones claramente inequitativas en las que el “influyentismo” político y económico configuran el principal motor y eficaz mecanismo que promueve las candidaturas presidenciales, todo ello ignorando las verdaderas capacidades y competencias particulares demostradas.

 

@UlisesSandal

@OpinionLSR

 

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