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¿Ni los veo ni los oigo?

Sin diálogo, acuerdo o consenso no hay democracia. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

La pluralidad, división de poderes y elecciones libres son algunos de los pilares más importantes de la democracia. Para que se mantengan, es obvio que se necesita recurrir al diálogo, al acuerdo y a la búsqueda del consenso, aunque el partido dominante tenga en el Congreso mayoría simple o relativa, absoluta o calificada.

Lo contrario es conocido en el mundo como autoritarismo. La legitimidad en un régimen democrático no se logra sometiendo o ignorando a los adversarios. Mucho menos abusando del poder. Para que esto no suceda están los equilibrios, los contrapesos y la representación proporcional, que deben garantizar voz y poder real a quienes no lograron la mayoría.

Varios personajes importantes de nuestra historia han reconocido la importancia que tiene la participación plural y la negociación en los procesos de toma de decisiones de una nación. Sin embargo, aunque resulte paradójico, mantener una actitud en dicho sentido no cierra los espacios para el desacuerdo, la confrontación y los conflictos. De hecho, son necesarios porque hasta pueden derivar en resultados positivos para la población.

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El diálogo tiene muchas ventajas y debemos recordarlas, Primero, porque es la base de la convivencia social y política. Segundo, porque facilita los equilibrios y el respeto entre mayorías y minorías. Y tercero, porque favorece la coexistencia pacífica y se convierte en uno de los principales soportes de la gobernabilidad.

Para dialogar, hay que tener la sensibilidad para ver y oír a los opositores. Cierto es que estamos frente a otra obviedad. Pero no son pocos los políticos que parecen olvidarlo. Por eso, la persuasión es una de las herramientas más poderosas en el intercambio de opiniones cuando en realidad se pretende alcanzar un acuerdo o incluso llegar a un pacto bajo la fórmula de ganar-ganar.

Te recomendamos: Ronald Chacín Fuenmayor y Giancarlo Leal Orozco. "Tensión entre democracia y autoritarismo en Latioamérica y el rol del Poder Judicial". Utopía y Praxis Latinoamericana, volumen 24, número especial 3, pp. 75-100, 2019.

En el diálogo político —como en cualquier conversación que pretende avanzar, resolver un problema o ser constructiva— el respeto, la paciencia y la tolerancia son esenciales. Es ejemplo de libertad, del ejercicio de un derecho y de defensa de la dignidad de los interlocutores. Cualquier disparidad, asimetría o diferencia no tendría por qué dificultarlo.

Aún más. La discusión y el debate que lo pueden acompañar no obliga a ningún actor político a llegar a posiciones comunes. Tampoco tendría que derivar en resultados benéficos o en cumplir las expectativas que se generan entre quienes participan en él. En el diálogo también hay ganadores y perdedores. Pero lo más importante se da en la medida en que sustituya la violencia de cualquier tipo.

Te puede interesar: Bettye Pruitt y  Philip Thomas. Diálogo democrático. Un manual para practicantes. Washington: Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos, Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2008.

En todo proceso de negociación, la capacidad de argumentar y el adecuado manejo de las emociones son indispensables. En consecuencia, quien pretenda cumplir sus objetivos y obtener los mejores resultados, no solo debe apelar a la razón. También está obligado a controlar sus emociones y producir las más convenientes en los interlocutores. Pero más con los adversarios.

La conversación es fundamento y materia prima de la comunicación política. Con base en la experiencia nacional e internacional, siempre será preferible resolver los conflictos a través del diálogo que con cualquier tipo de violencia, engaño, trampa, sometimiento o humillación. Por esta razón, el diálogo es considerado un motor de cambio que obtiene más al promover la cooperación entre los poderes e involucra a la sociedad a través de un ecosistema de comunicación tan potente como el que tenemos en la actualidad.

Lee más: "Despertar el debate ante la concentración del poder": Muñoz Ledo.

Los liderazgos que optan por la construcción de acuerdos son mejor calificados y evaluados por una sociedad que espera cambios o transformaciones profundas. Sobre todo si las injusticias o brechas socioeconómicas son muy pronunciadas. También si la inequidad se traduce en pobreza, reducción de oportunidades, polarización, corrupción e impunidad.

Desde otra perspectiva, cuando el diálogo privilegia la cooperación, la promoción de una agenda incluyente, la deliberación y el manejo de argumentos razonados y persuasivos, lo que se puede esperar son mayores beneficios para las sociedades, resultados sostenibles en la gestión de gobierno, transformaciones más profundas, menos situaciones de crisis y contiendas electorales más justas y equitativas.

Para analizar: "La Cuarta Transformación significa debate, análisis crítico y diálogo horizontal": AMLO. Conferencia de prensa matutina del 26 de Julio de 2019, en lópezobrador.org.mx.

El mensaje del nuevo secretario Gobernación, Adán Augusto López Hernández, durante la ceremonia de entrega-recepción el pasado 30 de agosto apunta en este sentido: “privilegiar el diálogo, el acuerdo permanente y el respeto a los derechos humanos”. Sin embargo, existen señales de que otros personajes aliados no piensan lo mismo. Por lo tanto, el significado no se está alineando.

La consistencia y la congruencia son fundamentales en un gobierno que aspira a la cuarta transformación. Si el Gobierno de México no cumple la misión, el desencanto, la desilusión y el enojo podrían dificultar el proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador. ¿Acaso es lo que más conviene al país? Lo recomendable hoy es revisar de nuevo la estrategia, la táctica, los mecanismos de coordinación interinstitucionales y las narrativas porque quedan menos de tres años para corregir.

Recomendación editorial: Laura Baca Olamendi. Diálogo y democracia. Nueva edición con nota introductoria. México: Instituto Nacional Electoral (INE), 2020.