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Néstor Braunstein, doctorado Honoris Causa Universidad Veracruzana

La Universidad Veracruzana le otorgó el Doctorado Honoris Causa al Dr. Néstor Alberto Braunstein. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

"¿Cómo vive y cómo piensa la gente? ¿Cómo se forma el sujeto y qué hace con sus emociones placenteras y dolorosas? ¿Existe la enfermedad mental? ¿Qué es eso? ¿Cómo se llega a ser loco y qué se hace una vez que el psiquiatra diagnostica la psicosis? ¿Qué clase de alternativa existen para ese caos de los 'trastornos mentales' y qué ofrece el psicoanálisis para organizar el campo de voces desafinadas con el concepto de inconsciente, debatido también entre distintas 'corrientes', como si el psicoanálisis fuese 'corriente' y no una práctica definida por su objeto, su método y su técnica?..." escribió el Dr. Néstor Alberto Braunstein en su conferencia magistral (Marzo 2020), cuando la Universidad Veracruzana le otorgó el Doctorado Honoris Causa. 

Llegó la pandemia "raras e insólitas son las circunstancias que obligaron a postergar esta ceremonia" y fue hasta el pasado 14 de mayo que su homenaje tuvo lugar, una reunión con el océano en medio: El Dr. Braunstein y la Cónsul María Teresa Rosas en Barcelona. Los académicos de la Universidad Veracruzana en Xalapa: "Distinguida Rectora de la Universidad Veracruzana, Dra. Sara Ladrón de Guevara, queridos amigos Juan Capetillo, América Espinosa y Ricardo García Valdez, eximio Doctor Antonio Pérez González (Ñiko), presentes en esta ceremonia de investidura y entrega de diploma que cumple para mí un viejo anhelo que es el de ser miembro del Claustro Académico de la Universidad Veracruzana, al que, como tal, espero entregar tiempo y dedicación... Lo recibo con humildad y gratitud, con la seguridad de que es la mayor distinción que se me ha conferido al cabo de una ya larga vida dedicada al psicoanálisis y a la enseñanza en facultades de psicología". 

Que ochenta años no es nada

Desde hace unos años, el Doctor Néstor Braunstein vive en Barcelona. Muchos extrañamos saberlo aquí, cerca, en su casa de la calle con nombre de flor. Una reja marrón, un patio muy grande. Una puerta de madera. Una señora abre la puerta. Dos sillones. Un porta paraguas. En frente del lado derecho unas escaleras. Por allí habrá que subir. Deja tú, terminada la sesión, por allí habrá que bajar. "Cuesta abajo en mi rodada", pensaba a veces, queden con estos tangos honrados los orígenes del Doctor Braunstein, Argentino, nacido en una ciudad que se llama Bell (sin e al final) Ville, en la provincia de Córdoba. En 1975 llegaron exiliados a México, él, su esposa la –también– psicoanalista Frida Saal y su hija Clea, quien es traductora, escritora y protectora de gatos y perritos. Cuando mis hijos eran niños me acompañaban muchas veces a mis sesiones y me esperaban jugando en el patio. A fuerza de esperar y de escuchar su nombre, Braunstein se fue convirtiendo para ellos en una especie de ser mitológico cuya especialidad residía en desempolvar inconscientes. A los puros palabrazos. Que me disculpe el Doctor Honoris Causa, acá en la casa le llamamos Brownie. Habitante de nuestros imaginarios. Todo un significante en el léxico familiar.

Un tremendo palabrero el Dr. Braunstein. Un humor exquisito, una velocidad neuronal vertiginosa, tan deliciosamente bien escribido y bien leído, tan políglota. Cultísimo. Me pasma, nos pasma. Nunca he visto a nadie amar las palabras como él. Qué manera de colocarlas, exprimirlas, recrearlas. Darles la vueltita. Hacerlas lucir. Desbarrancarlas. La ingenuidad no existe, no. En ningún diván, en ninguna calle, en ninguna esquina del mundo. Estamos atrapadas/os por las palabras. Pero, ¿cómo les digo? El Dr. Braunstein hace malabares extraordinarios con ellas, las lanza al aire. Dan giros. Las cacha. A veces lo extraño. ¿Por qué abotona su camisa hasta arriba? Es muy misterioso. Seguro el DSM tiene un síndrome que lo explica. Está en el Consulado de Barcelona con su traje negro, elegantísimo. Pienso si Tamara Francés lo eligió para él. Le habría hecho el nudo de su corbata. Cuando su amor comenzó tradujeron juntos un libro de Serge André, se llama "Flac". Tamara era hermosa y usaba sombreros de ala ancha. Algunas de sus analizantes tal vez sentimos celos de ella. Yo no lo sé de cierto. Dicen que pasa. Y ganas de ser su amiga, eso también pasa. 

"En el momento de recibir, con emoción, con profunda gratitud, este magno galardón que me otorga la Universidad Veracruzana, quiero levantar mi copa para brindar por el presente, por el pasado y por el futuro de la Universidad Veracruzana". La nostalgia: sus primeros amigos en México. Esa Navidad con sus familias, juntos. Los territorios del exilio. "Frida, Clea y yo llegamos a México el 27 de diciembre y el 31 recibimos el nuevo año, 1975, en la hospitalaria casa en la colonia Condesa de uno de los hombres más íntegros y admirables que me fue dado conocer: el Dr. Rafael Velasco Fernández, veracruzano de prosapia y rector de esta universidad que hoy me recibe, en la que me siento nuevamente acogido por sus brazos aunque él ya no pueda estar en persona con nosotros. Aquella noche vieja en la que tuvimos el primer contacto con esa mirífica sustancia, tan sabrosa como el café de Coatepec, que es el humor jarocho".

Regreso a su conferencia escrita hace un año, el Dr. Braunstein nos dice que quiere hablar del pasado sin caer en la autobiografía: "No a la autobiografía. Nadie se conoce a sí mismo; por eso existe el psicoanálisis. Soy el huésped de un saber que me supera y al que yo forzosamente falsifico en el momento de presentarme... El inconsciente, les digo, sabe de mí hasta lo que yo ni siquiera sé que no sé... Sé que si creo saber me engaño y pretendo engañar a quien me escucha o lee. Es seguro que les mentiría tratando de ser honesto. Por eso les pido que hagan una lectura sintomal de mis enunciados, presten atención a mis lapsus, a mis trabas, a mi voz y cómo ella se modula en el acto de la enunciación. Analícenme siguiendo el hilo vocal de la sucesión de mis palabras".

Es un párrafo hermoso, pero me parece una pena que el Dr. Braunstein no "caiga" en el "narcisismo" de la autobiografía, porque dado ese pudor ingrato, nos quedaremos sin saber a qué sabían los helados en Bell Ville, para él. Cómo era ese señor Braunstein que atravesó primero el océano hacia Argentina. ¿Cómo era su mamá, Dr. Braunstein? ¿y las calles de la infancia? ¿tiene alguna palabra secreta en polaco? Unas de esas palabras de amor que atraviesan los siglos. Dígame usted, ¿por qué trae siempre sus zapatos tan meticulosamente boleados? (Nota: revisar el Manual con detenimiento). Apenas nos da indicios de su vida: "La levantisca ciudad de Córdoba, Argentina, en cuya Universidad Nacional fui docente, pasando por todos los grados académicos, desde 1959 a 1974. También en esa casa de estudios obtuve mi título de doctorado en medicina y cirugía en 1965... un libro que habíamos escrito en circunstancias atroces en la Argentina de la violencia militar y parapolicial: ”Psicología: ideología y ciencia”, obra que está en el origen de mis andanzas intelectuales y universitarias en México". 

Una obra que fue para tantos una revelación, 80,000 ejemplares vendidos. Los llevó hasta China (literalmente), y con la cual discute en su conferencia magistral, la desmorona, la atribuye al "monolingüismo" de esas circunstancias, en esa época. Al andar y desandarse, Braunstein nos convoca. Un legado. Eso. A él no le gustaría esa palabra, pero no es indispensable pedirle su opinión. Un legado que se elige. Y que no es solo intelectual. Mi hijo menor habrá tenido cinco o seis años cuando escuché que le explicaba a un compañerito que un psicoanalista es un señor al que "le sube mucha, muchísima agua al tinaco, como a Brownie". Hasta eligió por unos años hacerse su colega bajo el nombre solemne de Dr. Pepino Zanahoria. Cuántas historias de vida, cuántas, fugitivas del diván del polémico Dr. Braunstein. Y, sí. Lo de "polémico" le va: 

"Dimos cursos en las universidades, chocamos con el establishment psiquiátrico por impugnar –y estuvimos entre los primeros en el mundo–, ya en 1976, la clasificación psiquiátrica de las “enfermedades mentales” lo que llevó a mi exclusión (perdonen que recaiga en un dato autobiográfico) de la Asociación Mexicana de Psiquiatría a la que había ingresado, cuando Rafael Velasco Fernández era el presidente; él me honró designándome como médico en la Secretaría de Salud Pública donde ocupaba el cargo de Director de Salud Mental. Pasamos del “equipo de psicopatología” del Hospital de Clínicas en Córdoba a las cátedras de grado y posgrado en la UNAM, a la Fundación Mexicana de Psicoanálisis (1980) que fue la primera institución lacaniana en México, al Centro de Estudios e Investigaciones Psicoanalíticas (CIEP, 1982) que continuó sus actividades hasta 2003".

¿Por dónde comenzamos (recomenzamos) a leerlo? "Ficcionario de psicoanálisis". "El goce. Un concepto lacaniano". Su trilogía de la memoria: "Memoria y espanto: o el recuerdo de infancia", "La memoria, la inventora", "La memoria del uno y la memoria del Otro". ¿Qué orden nos recomendaría él? ¿por qué nunca le he preguntado? ¿el de aparición? Atravesó el mar en sentido inverso a sus ancestros. De golpe se me ocurre que es muy probable que su diván ya no esté en el lugar exacto donde estaba. ¿Cómo? Segundos de catastrophe in my heart. ¿Habrá atravesado el mar en un contenedor su diván? La Cónsul le extiende su diploma enmarcado. Braunstein celebra: "Brindemos por el futuro de la institución universitaria como campo para la expresión del saber en todas sus formas, la 'universidad sin condiciones' que quería Jacques Derrida, el espacio donde todas las voces caben menos las del sectarismo, de las verdades únicas y dogmáticas, bendigamos ese espacio donde los paradigmas se confrontan y se interpelan recíprocamente en momentos en que se quiere, en muchos países, a veces también en el nuestro, excluir al psicoanálisis de la enseñanza". 

Converso con ustedes y la pregunta del destino de su diván me parece insistente y dolorosa. Lo que sigue es parte de su discurso de agradecimiento y es hermoso: "¿Estoy satisfecho con lo que he enseñado, escrito, practicado, del psicoanálisis? Sí… Sí, pero no. No del todo. Puede que el tiempo inclemente no me permita continuar por mucho tiempo en mi empeño. Pero bien sé que mi obra no está terminada y nunca lo estará, que cuando deje esta tierra quedarán en los cajones de mi escritorio algunas décimas sinfonías y bastantes obras inconclusas sin número de opus. Sé que esos empeños inacabados llevarán el germen de una rebelión contra mi obra anterior que otros podrán, si lo consideran deseable, concretar. Puedo decir en mi descargo, contra quienes desde mi fuero interno me acusan, que nunca quise ser idéntico a mí mismo".

Si su diván ya no está en el mezzanine de su casa en la calle con nombre de flor, es probable que sus libros tampoco. ¿Y sus apuntes? ¿Y sus pijamas? ¿y su adminículo para tomar mate? ¿toma mate? ¿y la cera para darle ese brillo (sospechoso) a sus zapatos? Mi memoria "la inventora" tiene acomodado cada objeto en su lugar exacto, en un entorno que ya no es el suyo. Hachazo de temblorosa lucidez: Néstor Braunstein vive en Barcelona desde hace ya años. Todo cambia. Mis hijos son adultos. Los perritos de los que conversábamos su hija Clea y yo cuando nos encontrábamos, ya no son los mismos. Caray, el tiempo pasa, nos pasa. Y este mirar al Dr. Braunstein (a) Brownie, durante su homenaje, es como una madeleine... à La recherche du temps perdu...à la recherche de esa inteligencia luminosa. 

Algún día no habrá pandemia. Algún día Braunstein vendrá de regreso. Con su maravilloso y políglota humor a cuestas. Y su diván. (Que no se le ocurra olvidar su diván). "Si algo puedo transmitir a quienes han seguido mis clases y cursos, a quienes se han analizado conmigo, es eso: sigan distinguiéndose, des- identificándose de las inmóviles estatuas, destituyendo a los amos del saber, corrigiendo, aprendiendo, estudiando, leyendo el tiempo..."