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Negar la realidad

De ahora en adelante México tiene que entender que Estados Unidos no es su amigo.

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Escrito en OPINIÓN el

Supongamos que usted, querido lector o lectora, ha profesado y practicado la religión católica toda su vida: recibió el bautismo, hizo su “Primera Comunión” y fue confirmad@ en el rito católico.

 

Y de pronto a sus 50 años, le dicen que Jesús nunca existió y que la religión verdadera es el Budismo y le presentan pruebas de ello. ¿Difícil, no? Bueno, este es un ejemplo extremo y quizá poco creíble. Usted me podría decir: “nadie puede decir exactamente cuál es la religión verdadera y las “pruebas” que le hayan presentado son también subjetivas.

 

Vamos a ver otro ejemplo. Supongamos que usted lleva 10 años de casado o casada y tiene 3 hijos. Y de pronto le informan que su cónyuge le es infiel. Y le presentan pruebas irrefutables. Es más, es su misma pareja quien le informa que está teniendo “una aventura”.

 

¿Difícil, no? Veamos otro último ejemplo: usted va al médico y le informan que tiene diabetes, y que tendrá que dejar los postres por el resto de su vida, a pesar de ser su platillo favorito. ¿Difícil, no? Muy difícil.

 

¿A qué voy con todo esto? A que ver la realidad, aún cuando la tenemos frente a nuestros ojos, es la cosa más complicada, inclusive cuando sabemos en la lógica que es cierto. Negamos la realidad; es un mecanismo de supervivencia, de preservación: nos negamos a ver aquello que nos duele, que nos lastima, que nos obliga a cambiar  o que trae cambios a nuestra vida (positiva o negativamente) y preferimos negarnos a verlo. Dejar de negar la realidad significaría actuar en consecuencia.

 

No es lo mismo cambiar de religión, que cambiar de pareja que cambiar de platillo favorito. Hay realidades más duras que otras. Por ejemplo, cuando perdemos a un ser querido, o en menor escala, cuando perdemos un trabajo. Todo ello nos puede doler – mucho o poco – pero no podemos quedarnos pasmados y tenemos que hacer algo. Cuando nos aferramos a algo que no puede regresar a su estado anterior, es cuando la negación se vuelve patológica, en lugar de que sea solamente una fase de nuestro duelo.

 

Luego entonces, si las cosas son así en nuestra vida personal, ¿por qué razón serían de la misma manera en nuestra vida comunitaria, política y social? Al final, todos somos seres humanos e implementamos los mismos mecanismos de defensa (individuales o colectivos). Y lo traigo a cuento porque pienso, en buena medida, que México (especialmente sus políticos y gobernantes) están empeñados en negar la realidad de lo que sucede dentro y fuera del país, a pesar de tener pruebas irrefutables de ella.

 

Ya habrá tiempo de analizar lo que sucede con el “gasolinazo” (una negación absoluta de la indignación social, de los disturbios y del enojo colectivo) en donde el Presidente nos pregunta qué hubiéramos hecho… pues por ejemplo: ¡perseguir a los “javieres duarte” de México para que devuelvan lo que se han robado!

 

Pero también sucede hacia afuera (y es a lo que quiero referirme principalmente en este artículo): la clase política y gobernante de México está empeñada en negar que las políticas de Donald Trump son una realidad y no son una retórica absurda de campaña. Y me preocupa porque no veo a nadie orquestando ningún tipo de medida (la palabra favorita del Presidente actualmente) para mitigar los daños que esto ocasionará.

 

Desde hace tiempo hemos advertido que tenemos que tomarnos en serio a Trump. De ahora en adelante México tiene que entender que Estados Unidos no es su amigo; los ocho años de “luna de miel” y de “amistad retórica” de Obama se acabaron (entre comillas, porque no todo fue “miel sobre hojuelas”). Tenemos que entender – como si fuera una relación – que nuestra “pareja” ha decidido que nosotros somos los causantes de sus problemas y se ha puesto a insultarnos, a golpearnos y a faltarnos el respeto.

 

El hecho que hayamos sido socios no nos hace esclavos; ¿qué le recomendaríamos a una persona que es víctima de violencia y agresión en una relación? Que denuncie, que alce la voz, que deje el ambiente tóxico en que se encuentra y que luche por sí misma; jamás le diríamos que tienda una mano al agresor para ver si cambia “por las buenas” ¿Por qué entonces México sigue empeñado en tender la mano a aquellos que solamente buscan insultarnos? No dejemos que la negación se adueñe de nosotros: esta es nuestra nueva realidad y tenemos que adaptarnos a ella y actuar en consecuencia. Hemos dicho que la conciliación – en este caso – en Estados Unidos se lee como señal de debilidad.

 

¿Será que es más fácil para México no hacer nada y seguir permitiendo la agresión? Es una pregunta que tendrá que responder con prontitud el gobierno.

 

@fedeling

@OpinionLSR