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Nada que curar, horrores por reparar

Los ECOSIG también conocidos como terapias de conversión, además de ser fraudulentos, son una forma de tortura. | Jaime Rochín

Por
Escrito en OPINIÓN el

A usted le doy este mensaje 

Y no es por mí 

Yo estoy viejo 

Y su utopía es para las generaciones futuras 

Hay tantos niños que van a nacer 

Con una alita rota 

Y yo quiero que vuelen, compañero 

Que su revolución 

Les dé un pedazo de cielo rojo 

Para que puedan volar

-Pedro Lemebel, Hablo por mi diferencia

El Congreso de la Ciudad de México (CDMX) aprobó en fechas recientes la prohibición de los “Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género” (ECOSIG), conocidos también como “terapias de conversión”; es decir, “tratamientos” que pretenden “curar la homosexualidad”. Con esta reforma al Código Penal de la CDMX, se sancionará con penas de dos a cinco años de prisión, y entre 50 y 100 horas de trabajo a quien imparta u obligue a otro a recibir una terapia de conversión (una pena pírrica en comparación con los daños causados a decenas, si no miles, de personas que tienen el infortunio de caer en manos de estos fanáticos de la heteronormatividad y el género binario). 

Dicho delito de reciente creación se considerará una agravante y perseguirá de oficio cuando las terapias se apliquen a personas menores de edad. Con esta acción, la CDMX se suma a una lista progresiva de entidades comprometidas con la diversidad sexual y la no discriminación, que incluye varios estados de Estados Unidos y regiones de Alemania, España, Holanda, entre otros países europeos.

Vale la pena destacar que los ECOSIG carecen de sustento científico, ya que, desde el punto de vista clínico y antropológico, la homosexualidad es una orientación o expresión sexo-afectiva tan común como cualquier otra, y de ninguna manera se trata de una patología (la Asociación Americana de Psiquiatría la removió del DMS –catálogo de enfermedades mentales– en 1973, mientras que la OMS hizo lo propio en 1990) y menos de una perversión. Sin embargo, la insistencia de ciertos sectores retrógradas y conservadores, generalmente de corte religioso, en categorizar a la homosexualidad según estas últimas dos etiquetas (enfermedad o vicio), no ha hecho otra cosa que permitir la proliferación de formas inhumanas de abuso y de violencia. De lo anterior se desprende que los ECOSIG, además de ser fraudulentos, son una forma de tortura, ya que involucran en sus métodos palizas, violaciones, desnudez forzada, alimentación forzada, privación de alimentos, aislamiento, confinamiento, medicación forzada, agresiones verbales, humillaciones, electrocuciones y, en ocasiones, hasta exorcismos (véase: “’¡Salgan demonios de la homosexualidad en el nombre de Cristo!’: la trampa de las “terapias” de conversión”, en El País, 26 de julio de 2020).

Según el informe “Práctica de las llamadas terapias de conversión” presentado por el Experto Independiente sobre orientación sexual e identidad de género de la Asamblea General de la ONU, Víctor Madrigal-Borloz, 98% de las personas sobrevivientes de ECOSIG encuestadas por el Experto declararon haber sufrido daños irreparables en su salud física y mental, haber tenido intentos o pensamientos suicidas, sufrir depresión, ansiedad, sentir odio y vergüenza por sí mismos, entre otros traumas de gravedad.

No obstante la atrocidad que se había venido permitiendo mediante los ECOSIG, algunos grupos religiosos conservadores y francamente extremistas se han sentido agraviados por esta nueva prohibición, argumentando el derecho de los padres a educar a los hijos, así como la “libertad religiosa”. Incluso, han señalado que se pretende castigar a quien quiera “revertir” voluntariamente su orientación o identidad sexual, lo cual es evidentemente falso y sumamente improbable.

La inédita reforma se sustenta, desde una perspectiva más amplia de derechos humanos, en el derecho al libre desarrollo de la personalidad. Diversas organizaciones de la sociedad civil e instituciones públicas que promueven la igualdad de derechos y la lucha contra la discriminación en México participaron con insumos para el debate político y jurídico. 

En su momento, como titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), tuve la oportunidad de acompañar este proceso de discusión, así como constatar el daño que provocan estas “terapias de conversión” al escuchar los testimonios de diversas víctimas. De hecho, como lo señaló YAAJ (asociación civil dedicada a proteger los derechos de las personas LGBTQIA y una de las principales promotoras de la iniciativa), la CEAV fue la primera institución del país que se pronunció abiertamente en contra de los ECOSIG y planteó la obligación del Estado de reparar integralmente a las víctimas por permitir y en ocasiones promover esta grave violación a los derechos humanos.

Pero aún es pronto para cantar victoria. Mientras esta prohibición no sea una realidad en todo el país, seguirán habiendo víctimas inocentes de un procedimiento que castiga, en nombre de la moralidad, lo que no es más que un instinto natural (la sexualidad) y un sentimiento (el amor), rasgos que, en conjunto, fundan la humanidad.

Sobre este particular, el pleno del Senado de la República tiene aún pendiente la discusión de una iniciativa, presentada en 2018 y aprobada ya en comisiones, para hacer vigente en todo el territorio nacional el respeto al libre desarrollo de la personalidad, que hoy es una realidad en la CDMX, y desterrar de México estas infames “terapias”. Los convoco a que hagamos juntos un llamado a dicho cuerpo legislativo para que se comporte a la altura de la época y las circunstancias.

#Hagamos Comunidad