Main logo

Mujeres trabajadoras que brotan de la esperanza

Yo rememoro con Almudena, a su memoria, a las mujeres que se reivindican ellas mismas con su causa; que trabajan por años. | Manuel Fuentes

Por
Escrito en OPINIÓN el

Almudena Grandes murió en sábado, un día de alegoría que ella encarnaba en su vida. Ella era una gran escritora que delineaba letras, una a una, que las sumergía en la profundidad, con alegorías, fantasías y hasta esperanzas para construir mundos de verdad. 

Escribió “Castillos de cartón” una novela, entre otras, en la que recrea a personajes que construyen fortificaciones en papel duro, difícil de doblar y romper, pero finalmente destructible.

En esa novela nos exhibe a los seres humanos tal como somos: en esa transitoriedad, en todas las contradicciones, y en aquellas contrariedades de la maltratada especie, como ella le decía. Confronta esos castillos de cartón con los de verdad, de piedras de grandes bloques, altas fortificaciones y torres por todos lados

Yo imagino a las dignas trabajadoras del hogar en estos tiempos en los que se trata de construirles un castillo, aún no sé de qué material, para que tengan seguridad social plena. Antes, muchas leyes se han formado en papel, otorgándoles como actos de bondad, derechos que son pura fantasía y difícilmente exigibles.

A Almudena Grandes no la conocí en persona; me hablaron de ella amigos míos y decían que era sencilla y recia a la vez. Le gustaba escribir de mujeres, de sus retos, de sus problemas, de su fortaleza, de no rendirse.

Yo rememoro con Almudena, a su memoria, a las mujeres que se reivindican ellas mismas con su causa; que trabajan por años, que van de un transporte público a otro, que caminan y caminan, que limpian sin cesar porque es su oficio; que van de casa en casa para ponerlas en orden. 

Son trabajadoras de un hogar, el cual no es suyo. Que reciben de mano la paga para hacerlas invisibles de sus empleadores que, ni siquiera su nombre saben.

Almudena, la escritora, una vez apuntó: “La literatura teje y desteje desde hace siglos, un inmenso tapiz fabricado con las historias que condensan los hilos de la existencia humana”.

Las trabajadoras del hogar tejieron con muchas otras al Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO) para hacer su propia historia, para subir a un estrado y demandar justicia. Para exigir se escriban leyes que no sean burladas. Para ser reconocidas como “trabajadoras”, como cualquier otro trabajador que tiene seguridad social.

Ser reconocidas como trabajadoras desde el primer día de labores y no un mes después, como el proyecto de ley que se esconde en un cajón del Senado de la República y ahora se discute su pertinencia. Allí les piden 20 días de trabajo para generar derechos y solo tener seguridad social los días que laboren.

No, no, ellas no están de acuerdo en que se siga dificultando el pago de la seguridad social. Piden se pueda pagar en las tiendas de autoservicio, en el Banco del Bienestar, desde los celulares, o se hagan los pagos automáticos en los bancos, sin mucho trámite para sus empleadores. 

Que se reconozca que la mayoría de los empleadores de las trabajadoras del hogar también carecen de los servicios del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y ellos puedan contar a su vez con un seguro voluntario más barato al otorgar el beneficio del seguro obligatorio a las trabajadoras del hogar. Que todos sumen para apoyar a más personas y crezcan los recursos del IMSS.

Almudena Grandes también escribía de los tiempos difíciles, que ojalá fueran imaginación: “Porque existen hambres mucho peores que no tener nada que comer, intemperies mucho más crueles que carecer de un techo bajo el que cobijarse, pobrezas más asfixiantes que la vida en una casa sin puertas, sin baldosas ni lámparas. Ella no lo sabía, pero yo sí”.

Es como aquella sociedad que dice reconocer un derecho, que no puede hacerse efectivo, ni exigible a terceros. Es el engaño que no se acepta y eso es más cruel que el hambre o carecer de techo.

Que no haya trabajadoras del hogar que sean separadas y mandadas a la calle cuando sean descubiertas embarazadas, o sufran un accidente o una enfermedad, y se les cierren las puertas de la atención médica, hospitalaria, medicamentos y días de pago en el IMSS, porque son pobrezas más asfixiantes que la vida. 

Las trabajadoras del hogar, las dignas trabajadoras del hogar no cesarán su lucha hasta conseguir que sean reconocidas como seres existentes con derechos plenos, y lograr vencer esa indiferencia de una sociedad que las ignora para asumir obligaciones.

La escritora Almudena, que ahora extrañamos, escribía con mesura: “Aunque los desiertos florezcan muy despacio, la hierba brota antes en el suelo que en la mirada de quienes la contemplan, y por eso tiene que pasar el tiempo, mucho tiempo, para que quien recuerde un buen día que las manzanas no crecen en la tierra, que las manzanas se caen necesariamente de los árboles”.

Se escucha el sonido de una puerta, una puerta grande que se abre, la hierba que brota como esperanza, que empujan con mucha fuerza las mujeres trabajadoras del hogar…