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Morir en México

Estamos asistiendo cotidianamente a la danza de sangre del feminicidio, pero al gobierno y a las autoridades policiales poco pareciera importarles. | José Luis Castillejos

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Escrito en OPINIÓN el

¿Por qué polarizaste todo tu vehículo?, le pregunto a una amiga y su respuesta me deja desconcertado: “Es una forma de sentirme un poco más segura frente a la ola de violencia. Así no me ven, desde el exterior”.

Al igual que esa joven que vive en una de las ciudades del sureste mexicano, asediada por la migración, millones de mujeres en México salen de sus casas sin saber qué les ocurrirá en la calle.

Hay inseguridad, miedo e impotencia. Nadie, sin embargo, hace nada por protegerlas y hay que seguir con el grito de la protesta.

Un vidrio polarizado o encerrarse con rejas dentro del domicilio pareciera ser lo único que les queda a las mujeres frente al creciente asedio de los desadaptados sociales, esos hombres frustrados que desquitan su rabia y su odio social, asesinándolas.

Estamos asistiendo cotidianamente a la danza de sangre del feminicidio, una especie de genocidio contra mujeres, pero al gobierno y a las autoridades policiales poco pareciera importarles.

El machismo y la misoginia son un cóctel explosivo contra las mujeres. Amplios sectores de la población ya ven como algo “cotidiano” el que aparezca aquí o allá alguna mujer asesinada.

La crueldad y estos crímenes de odio contra las mujeres se están tomando como algo “normal”.

¿Qué estamos haciendo mal como sociedad para tener una horda de criminales que intentan demostrar su poder asesinando mujeres? ¿Dónde están las autoridades encargadas de protegerlas y de dar seguridad a la población en general?

La sociedad se está yendo al precipicio y cada vez son más los agresores sueltos en las calles que utilizan el maltrato psicológico, y los golpes hasta llegar a quitarle la vida a sus víctimas.

La raíz del problema está en el seno familiar. Desde ahí se están formando hombres maltratadores, machistas, misóginos. Hay un grave problema social que muy pocos quieren ver.

Según los expertos hay dos tipos de feminicidas: los que asesinan a las mujeres en vida, destrozando su identidad, maltratando su rostro y arrinconándolas hasta convertirlas en seres sin voluntad, y los otros que de tajo les arrebatan la vida, pero antes las torturan, las someten, las humillan.

Según estadísticas oficiales, el 85% de los crímenes perpetrados contra las mujeres se da cuando comienzan su proceso de separación o divorcio donde el hombre se siente menospreciado y cobra venganza.

Aunque la Cámara de Diputados ha aprobado una reforma para que el feminicidio sea considerado en México como un “delito grave” que amerite prisión preventiva, la medida no pareciera ser un disuasivo.

Las mujeres han salido a las calles para pronunciarse en contra de la violencia de género, las violaciones y abusos cometidos en su contra, pero esto no es suficiente y pareciera que desde los estamentos oficiales el problema no preocupa.

Las cifras siguen disparándose. Hay acoso, abuso y feminicidio y, hoy por hoy México es uno de los países de más alto riesgo en América Latina para que vivan las mujeres.

En junio de este año, fueron asesinadas 79 mujeres, según el reporte del Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), categorizando a los homicidios bajo razones de odio.

En el primer semestre de este año se reportó que 470 mujeres (10 por día) fueron asesinadas, de las cuales 111 perdieron la vida con arma de fuego, 99 con arma blanca, 239 con otro tipo de artefacto y de 22 se desconoce el objeto utilizado.

De acuerdo a datos oficiales las cifras para los delitos sexuales de enero a junio revelan que las violaciones sin penetración alcanzan a 2,100 casos en tan solo 30 días y un promedio diario de 70 carpetas de investigación.

En casos de violación simple y equiparada, la cifra se manifiesta en ocho mil 464 carpetas a las que se suman 13 mil 669 por abuso y acoso sexual, 17 por incesto y 745 por hostigamiento sexual.

Es necesario establecer el feminicidio dentro del catálogo de delitos de alto impacto para que sea procedente la prisión preventiva, ya que este delito ha alcanzado proporciones alarmantes.

La administración de justicia no ha respondido de manera eficaz a los crímenes con violencia, llegando pocos de ellos a la consignación de los culpables, lo que ha propiciado la impunidad y el aumento de la inseguridad de las mujeres.

Los crímenes no son nuevos. De hecho México se ubicó en el ojo de la tormenta cuando se reportaron crímenes contra mujeres en Ciudad Juárez, al norte de México y tuvieron que pasar casi 20 años para que México incluyera en su Código Penal el delito de feminicidio.

En el 2012, el Congreso mexicano aprobó penas de 40 a 60 años de prisión a quien privara de la vida a una mujer por cuestiones de género e instruyó a los estados a armonizar sus legislaciones acorde a las nuevas disposiciones federales.

La medida, sin embargo, no ha sido un disuasivo y es un tema que preocupa a las organizaciones de derechos humanos.

¿Qué falta por hacer?

Mientras llega la respuesta hay que elevar la voz de la protesta.