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Morena y el pacto por México

Después de los primeros dos años de este pacto que pareció un éxito en términos de operación política, el sexenio perdió todo el rumbo. | María Fernanda Salazar Mejía

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Escrito en OPINIÓN el

El pacto por México fue el paraguas bajo el cual el gobierno de Enrique Peña Nieto impulsó los acuerdos entre distintos partidos políticos, al no tener mayoría en las cámaras del congreso ni en los congresos locales necesarios para aprobar las llamadas reformas constitucionales estructurales como la reforma energética, la educativa, de telecomunicaciones, de amparo, fiscal, entre otras. Todas ellas, fueron criticadas por López Obrador y votadas en contra por sus seguidores en el congreso.

Como es sabido, en dos años, esas reformas que requirieron dos terceras partes del Congreso de la Unión y la mayoría de las legislaturas locales, fueron aprobadas. En aquel momento, la crítica de López Obrador y la postura de sus legisladores era lapidaria, no solo contra los contenidos de las reformas sino contra los procesos de aprobación; señalándolos de procesos poco democráticos, que no consultaron a la gente y no escucharon a la oposición y que los acuerdos se celebraban fuera del espacio natural de discusión que es el congreso.

El eje de las reformas estructurales del pasado sexenio fue fundamental para que el hoy presidente pudiera construir su campaña. Durante todo ese periodo, López Obrador y su movimiento difundieron el discurso del “Pacto contra México” y todos sus espacios de comunicación los dedicaron a criticar a la mafia del poder – autoritaria- entonces representada en ese acuerdo. La crítica constante a las reformas y su bandera de ser los únicos que votaron en contra, fue parte de la fórmula del éxito de su alianza electoral.

Aprender de la experiencia del pacto por México

El resto es historia. Después de los primeros dos años del pacto por México que pareció un éxito en términos de operación política, el sexenio de Enrique Peña Nieto perdió todo el rumbo, la implementación de las reformas fue inexistente en el mejor de los casos y desastrosa en muchos otros. El PRI tuvo el mayor fracaso electoral de su historia en 2018.

Hoy, la necesidad de acuerdos políticos es muy poca, porque las y los mexicanos le dieron al presidente y su partido la mayor parte de su confianza en prácticamente todos los espacios de representación popular. Ello, sin duda, es sumamente atractivo para cualquier partido político que, finalmente, tiene como objetivo conquistar el poder y ejercerlo. A menos de 100 días de iniciar su gobierno, AMLO y Morena habrán reformado varios artículos constitucionales (entendiendo que los Congresos locales han dejado, desde hace mucho, de asumirse como factor de poder y la aprobación de lo que ha hecho el Congreso Federal es inminente).

Lo que las prisas le impiden ver a AMLO y a Morena es que la negociación y los acuerdos en democracia tienen beneficios pues, si bien los premios se pueden repartir, también los costos pueden distribuirse. En sentido contrario, el presidente y su partido están apostando a sus números, aún si esto significa que cargarán de forma exclusiva con los costos.             

Las reformas constitucionales que ha priorizado el gobierno- de un alto impacto en el sistema político y democrático- tienen relación con la seguridad pública; algo que no se va a resolver en los próximos 3 años y, probablemente, mientras no se aborden aspectos como la política de drogas, el combate a la impunidad y la eficiencia del sistema de justicia, la violencia seguirá aumentando, junto con las violaciones a derechos humanos. En ese sentido, el riesgo de fracaso es alto. Si a eso aunamos la incertidumbre de la perspectiva económica, que condicionará la posibilidad de atender “las causas de la violencia”, parecería que muchos eslabones pueden quedar sueltos, pues es claro que, sin reforma fiscal, no hay recursos suficientes para atender todos los frentes que se están abriendo.

De ser así, no habrá más responsable que él y su partido. Entonces, quizás, la fuerza que tiene para tomar decisiones será su mayor problema. El presidente sabe, por sus propias palabras, que los procesos importan tanto como los fines. Debe saber, entonces, que en democracia las opiniones divergentes no solo sirven para tomar mejores decisiones sino para evitar el fracaso. Debe recordar, tal vez, la experiencia del pacto por México.

Gobernadores. ¿de virreyes a peones?

@Fer_SalazarM | @OpinionLSR | @lasillarota