Pues que ahora sí. Dicen que ahora sí lo van a hacer bien, que es en serio. Como diciéndonos que ya superemos el hecho de que hayan escondido deliberadamente el atlas de riesgos durante años y que no nos quejemos de que el neonato programa general de desarrollo urbano haya quedado obsoleto cuando apenas se preguntaban cómo echarlo a andar para alcanzar sus metas inalcanzables. Ah, y que la ciudad es ahora más resiliente (no es broma, lo dicen en serio).
A veces uno se cansa de ver la misma película tantas veces. Los mismos personajes, aunque sea con actores distintos, la misma trama, los mismos finales. He escuchado muchas veces que el problema es que no hay proyecto de país o de ciudad, que es falta de planeación. Pero no es verdad, el problema es justamente que sí se planea, pero de una manera que nos ha llevado sistemáticamente a resultados magros, que dejan mucho que desear. Tenemos un sistema nacional de planeación sustentado en una arquitectura jurídica amplia y con diferentes jerarquías, pero mal concebido. En mi opinión, anacrónico.
Mancera presentó en tiempo récord, como consecuencia del sismo del 19 de septiembre, una iniciativa de ley para la reconstrucción de la ciudad con los mismos vicios de siempre. Entre los más graves, está la visión lineal de este ente vivo que es la Ciudad de México y que les hace pensar que con una serie de parches por aquí y por allá, todo será mejor.
Me viene de inmediato la imagen del policía de crucero, ese agente de tránsito que cree, junto con su comandante, que apretarle al botoncito del semáforo cada vez que se le ocurre mejora la circulación vehicular y ayuda a reducir los congestionamientos de tránsito. Como todos sabemos, no es precisamente eso lo que sucede. El problema es que, en el pequeño mundo lineal del agente y su comandante, los flujos vehiculares se controlan mejor alterando arbitrariamente los ciclos de los semáforos de la intersección en comento.
Pero no se dan cuenta que los flujos forman parte de un sistema complejo constituido por calles y avenidas conectadas, semáforos con ciclos distintos, vehículos de diferentes tamaños y, muy especialmente, personas que toman decisiones espontáneas e impredecibles para cambiar de ruta, o de velocidad, o para estacionarse bien o mal en cualquier momento. En ese contexto, la alteración ocurrente de los ciclos de los semáforos decidida por el policía de crucero, muy al contrario de lo que él y su comandante creen, trastorna severamente los flujos vehiculares en su intersección y en toda la zona. El remedio sale más caro que la enfermedad.
No sé por qué, pero a Mancera lo veo como policía de crucero. El gobierno local, en su apresuramiento para sacar la ley de reconstrucción y en su planteamiento para formar un comité científico que trabaje sobre el proyecto de reconstrucción, sigue pensando que los parches urbanos y la recolección del mayor número de iniciativas de la comunidad científica aseguran per se el éxito del proceso de reconstrucción. Pero no es así, porque lo que sigue faltando es el abandono de esa visión lineal y simplista del funcionamiento de la ciudad, y adoptar una visión sistémica que permita comprender mejor los entretelones de ese funcionamiento.
No basta con reunir trabajos ya realizados de los diferentes miembros de la comunidad científica y presentarlos en una gran antología. Hay que recurrir, por ejemplo, a las nuevas ciencias de la complejidad y de los sistemas emergentes con capacidades de auto organización para integrar variables y procesos de diferentes disciplinas y tratar de entender mejor a la ciudad. Hace falta un orden que no se tiene todavía.
Ciertamente el reto es enorme y complicado, pero viable si se le aborda como un trabajo permanente, regular, de largo plazo y desposeído de tiempos políticos y electorales. Lamentablemente en este México de hoy eso es claramente improbable, por lo que seguiremos luchando por tiempos mejores.