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Militarización y militarismo, a revisión

El presidente privilegió su proyecto personal en lugar de haber impulsado reformas y cambios sustanciales al interior de las fuerzas armadas. | Jorge Medellín

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Escrito en OPINIÓN el

La militarización de una parte de la administración pública en México –entendida como la creciente participación de las fuerzas armadas en actividades no vinculadas necesariamente al mundo castrense– y el militarismo –entendido como la normalización de la presencia, la vida y costumbres militares entre la sociedad civil– acaparan la atención de un sector de nuestra sociedad hoy en día.

Ante la imposibilidad de desaparecerlas, como en algún momento lo externó en una entrevista, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió manejar a las fuerzas armadas como una incipiente y dudosa fuerza de paz para mantenerlas en las calles en labores que corresponden a los civiles, pero que, de acuerdo con su plan, las acercan cada vez más a la gente, las sensibilizan.

La idea del presidente es clara y más entendible, pero no por ello necesariamente buena o totalmente positiva. López Obrador busca sanar y cerrar las heridas que las fuerzas armadas al servicio de los gobiernos priístas y panistas en turno abrieron durante décadas de represión, de presencia abierta o sesgada en la escena política, de actuaciones que favorecieron al poder establecido en prácticamente todos los niveles de la administración del país.

El presidente privilegió su proyecto personal en lugar de haber impulsado reformas y cambios sustanciales al interior de las fuerzas armadas para sanearlas, para restructurarlas y colocarlas a la altura de las exigencias de una Cuarta Transformación que, en el ámbito de lo militar, no es tal, no existe.

Por el contrario; el proyecto lopezobradorista en marcha no sólo deja intocado el problema de la falta de contrapesos, de transparencia y rendición de cuentas del Ejército, de la Fuerza Aérea y de la Martina, sino que los inserta de golpe en una dinámica civil que no toma en cuenta escenarios de largo plazo no bélicos, pero que terminarán golpeando a las instituciones armadas con o sin la neoizquierda en el poder.

La construcción, reconstrucción y administración de aeropuertos civiles, así como la obra del Tren Maya convertirán a la SEDENA en un actor sumido en el mundo empresarial, sujeto a vaivenes en los que quedará expuesta a la corrupción, a presiones, a negociaciones oscuras y ventanas de oportunidad para consolidar asuntos que nada tendrán qué ver con lo militar.

Demasiadas tentaciones, demasiados cabos sueltos para apuntalar la independencia financiera de la Defensa Nacional y la seguridad social de los miles de militares en el activo y en el retiro, toda vez que uno de los objetivos del lopezobradorismo es que la correcta administración de las obras encomendadas a las fuerzas armadas sirva para solucionar el eterno problema de sus pensionados y jubilados.

¿Y si a pesar de una deseada administración sin mancha por parte de los militares llegan el fracaso, los números rojos, las cuentas al límite, los escenarios fuera de control –como la pandemia o las crisis financieras globales– como regularmente ocurre en cualquier parte del planeta, quien va a pagar los platos rotos?

Estos y otros escenarios de alto riesgo y elevada preocupación son analizados a detalle de manera cada vez más frecuente y acuciosa por parte de especialistas en seguridad y militarismo y desde instituciones serias que se han enfocado en el fenómeno militarista en México.

Personajes como Daira Arana, Paloma Mendoza, Ernesto López Portillo, Gerardo Sánchez de Lara, Javier Oliva Posada, Catalina Pérez Correa, Alejandro Madrazo, Sandra Ley, Guillermo Trejo y César Gutiérrez Priego, revisan desde sus trincheras y con diversas perspectivas la militarización y el militarismo que agobian al país.

La revisión de este fenómeno se intensificará en unas semanas, con la realización de foros y encuentros virtuales en los que se profundizará el análisis de los temas vinculados con el uso de soldados, pilotos y marinos en este gobierno y que, todo indica, tendrá repercusiones transexenales inimaginables.