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Militariza, que algo queda (II)

El gobierno federal ha reconocido -tras cuatro años de desgaste, retroceso y mala administración de los dineros destinados al combate al crimen.

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Escrito en OPINIÓN el

Felipe Calderón lanzó a las fuerzas armadas a una guerra no declarada formalmente ante el Congreso. Lo hizo sin un diagnóstico previo, detallado, multidisciplinario y realista sobre la naturaleza del enemigo; sus características, ubicación, ramificaciones, zonas de influencia, redes de protección (dentro y fuera del país), liderazgos, posibles escenarios alternos, consecuencias e impactos en la población civil.

 

Los frutos de su estrategia sin pies ni cabeza fueron retomados y refrescados por el presidente Enrique Peña Nieto y su gabinete de seguridad.

 

Hoy, con tantos o más fallecidos civiles que los registrados en el gobierno panista de Calderón, ni la militarización de la seguridad pública ni las directrices para intentar el rescate de todos los cuerpos policiacos del país llevan a ninguna parte.

 

El gobierno federal ha reconocido -tras cuatro años de desgaste, retroceso y mala administración de los dineros destinados al combate al crimen y a la restructuración del sistema de justicia- que la o las estrategias de la lucha antidelincuencial deben ser revisadas, deben renovarse  porque se ha caído en el desgaste y el fenómeno criminal está superando al Estado.

 

La geografía del fracaso civil y militar en la lucha contra la delincuencia en todas sus formas es extensa, nutrida y creciente. Los nombres de los estados y de las ciudades tomadas y recuperadas por bandas criminales de todo tipo muestran el tamaño del infierno.

 

Miles de militares, marinos y policías de todo tipo van y vienen, son enviados, acantonados, desplegados, retirados, acusados, desgastados y reutilizados aquí y allá para atizar una guerra sin pies ni cabeza y con miles de millones de pesos invertidos en la modernización de instituciones y corporaciones que en mediano y largo plazos no ofrecen los resultados esperados.

 

Este esquema, como se ha analizado y vaticinado infinidad de ocasiones, fracasó, y en el camino del derrumbe de la casa de naipes construida por el peñanietismo militares y marinos van mucho más allá del blindaje jurídico a sus acciones de combate al crimen organizado.

 

Buscan redireccionar el extravío de una nave que nunca tuvo comandante, buscan llevarla al puerto seguro del autoritarismo del orden y el progreso.

 

En la Sedena la exigencia es para limpiar el nombre de la tropa y de sus jefes ante hechos cuestionados dentro y fuera del país. Ayotzinapa y Tlatlaya encabezan la lista. Le siguen otras tantas denuncias y casos poco conocidos. Desde las oficinas de los mandos vas implícito el mensaje. El trabajo sucio, el trabajo policial que no les corresponde, tiene su precio.

 

En la Marina el control portuario es fundamental. Lo que llega, entra y sale es asunto de seguridad nacional. La afectación a los civiles en el engranaje del trasiego de cuanta cosa, es factor de irritación, por ejemplo.

 

Ambas dependencias cuentan con el apoyo del priismo camaral para lograr el blindaje que no solo les permita operar, combatir y resistir al enemigo; lo que se busca es prevalecer, garantizar, reordenar. Quizá.

 

La debilidad del presidente es excesiva.

 

La fragilidad del Estado se respira.

 

La tentación del orden es inocultable.

 

@JorgeMedellin95

@OpinionLSR