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México, S.O.S ambiental

Un informe de Martin Katz, elaborado para Greenpeace revela que México ocupa uno de los primeros lugares en tasas de deforestación en el mundo. | José Luis Castillejos

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Escrito en OPINIÓN el

El rojizo cielo al mediodía y la estela de humo que se pierde en el horizonte revelan una sola cosa en Chiapas: que es tiempo de quema de cañaverales y pastizales, previo a la temporada de lluvias.

Millones de campesinos aún no han comprendido el enorme daño que se genera al medioambiente con la tala inmoderada de bosques y quema de sus parcelas para la siembra de maíz, caña o pastizales.

El daño es cuantioso y la tierra se está convirtiendo en un páramo en regiones de la sierra y costa. Esto no es privativo de Chiapas; pasa en muchas latitudes del universo.

Greenpeace define a la deforestación como la pérdida de bosques y selvas debido al impacto de actividades humanas o causas naturales.

Un informe de Martin Katz, elaborado para Greenpeace revela que México ocupa uno de los primeros lugares en tasas de deforestación en el mundo.

Y aunque no hay una estimación exacta se calcula que las tasas de deforestación a nivel nacional podría ser de hasta 1.98 millones de hectáreas por año.

Datos oficiales de la propia Cámara de Diputados de México establece que ese es el ritmo imparable de deforestación.

Esto debería importarnos porque significa al menos tres cosas graves: mayor contaminación, mayor desigualdad social y menos biodiversidad, indica Katz.

Los bosques representan una fuente de alimentos, medicinas y combustible para más de mil millones de personas en el mundo, entre las que están las de mayor pobreza, y son un arma central de toda la población para combatir el cambio climático y proteger los suelos y el agua.

Greenpeace ha observado que en México, la principal causa de deforestación es el cambio de uso de suelo para convertir los bosques en potreros o campos de cultivo.

Según el reporte de Greenpeace entre 1960 y 2011, la producción de alimentos de origen animal fue responsable a nivel mundial del 65% de los cambios en el uso del suelo y de la expansión de la tierra cultivada. 

Las consecuencias de la deforestación son preocupantes: De acuerdo a estimaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) en 2004 la deforestación mundial contribuyó con 17% de la emisión total de gases de efecto invernadero (GEI) hacia la atmósfera, después de la generación de energía producida por combustibles fósiles y de las actividades industriales.

En México se estima que durante el periodo 2003 a 2006, las emisiones promedio nacionales de bióxido de carbono (CO2) asociadas al cambio de uso del suelo forestal ascendieron a 7,189 gigagramos (Gg) CO2 por año.

Estudios de expertos en la materia indican que los bosques son importantes repositorios de biodiversidad y su gestión sostenible resulta esencial no solo para conservarlos, sino también para sostener el funcionamiento de los ecosistemas.

La exhortación de científicos y ambientalistas para que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador asigne mayores recursos para contener el daño ecológico, no ha tenido eco.

A pasos agigantados están perdiéndose miles de hectáreas, especies, se están secando los ríos y el país vive en la actualidad una especie de alerta ambiental.

En vez de preocuparse por el medio ambiente, López Obrador a la par de disminuir el presupuesto impulsa la energía basada en combustibles fósiles.

México enfrenta actualmente un balance negativo en términos de medio ambiente, en donde los pequeños logros de algunos ecologistas palidecen.

Y por si esto no fuera poco, México sigue siendo uno de los más peligrosos para los defensores de ambiente y territorio.

En el 2019 se destinaron poco más de 31 mil millones de pesos (alrededor de 1600 millones de dólares) para todo el sector ambiental, es decir cerca de seis mil millones (311 millones de dólares) menos respecto a 2018.

“La disminución presupuestal es un reflejo de la falta de entendimiento de que el tema ambiental es una urgencia nacional”, dice Óscar Moctezuma, director y fundador de Naturalia, organización no gubernamental dedicada a la conservación de especies y ecosistemas mexicanos.

Para 2020 la situación fue aún más crítica, ya que solo se aprobaron 29 mil millones (mil 500 millones de dólares). Este presupuesto equivale casi a la misma cantidad que el gobierno federal destinó a uno de sus programas consentidos: Sembrando vida, el cual está a cargo de la Secretaría de Bienestar, y consiste en otorgar un apoyo económico mensual a quienes realicen plantaciones de árboles frutales y maderables.

Pero a través  de este programa solo se da atención de un millón de hectáreas frente a los cien millones que están a cargo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp).

La situación está para llorar. La Silla Rota recorrió los Altos de Chiapas esta semana y donde antes habían millones de árboles de pinos hoy solo se ven rastrojos y cerros blancos de pura piedra.

Bajo el argumento de "usos y costumbres", los indígenas de Zinacantán, Chamula, Oxchuc, San Cristóbal de Las Casas, Larraizar, Ocosingo, La Trinitaria, entre otros municipios vienen arrasando parejo. Nadie los para.

Los indígenas talan miles de hectáreas para sembrar maíz sin que les importe el daño ecológico.

Urge hacer algo, iniciar una reforestación contrarreloj y sancionar a los taladores antes que la tierra arda.