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México Profundo

Como sociedad tenemos una deuda ancestral con los indígenas de nuestro país y, sin embargo, la deuda se incrementa en porcentajes usureros.

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Escrito en OPINIÓN el

Los discursos oficiales, casi siempre, refieren a los pueblos indígenas como parte de nuestra riqueza ancestral e inmaterial que hace de México, un país multicultural y colorido. Es común, muy común, escuchar que como sociedad tenemos una deuda ancestral con los indígenas de nuestro país y, sin embargo, la deuda se incrementa en porcentajes usureros.

Ser indígena en México es sinónimo de marginación y pobreza; de condiciones de vida subdesarrollada, discriminación, maltrato y abusos por parte de autoridades. Es lamentable que después de tantos años de pretendidas reivindicaciones, los indígenas de nuestro país continúen en un estado de desarrollo famélico como colectividad. A ellos, que si tienen una cultura milenaria, de tradiciones y costumbres arraigadas en la memoria y en su tierra. Los primeros habitantes de Mesoamérica.

Los pueblos indígenas son el México Profundo (que Guillermo Bonfil Batalla supo retratar en los años 80) que deben ser tenidos como un ente social y colectivo en sí mismo, con raíces mucho más profundas que la comunidad mestiza a la cual los pretendemos insertar. Es decir, el indigenismo no ha sido suprimido por el colonialismo ni por la inmersión de la cultura occidental, sino que es presente y latente; distinta y auténtica, en muchas cosas, al mestizaje que se dio por primera vez en la persona de Martín Cortés o en la descendencia de Gonzalo Guerrero.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, entre otras cosas, cumplió su finalidad al incorporar en la agenda pública, hace 20 años, la causa y dignidad indígena. Sobre todo, recordarnos como comunidad, que los indígenas representan un poco más del 10% de nuestra población y que aún, sigue pendiente garantizar el ejercicio pleno de su dignidad en sociedad.

Sin embargo, eso fue hace 20 años y parece ser que seguimos por el mismo camino. Observamos como una mujer da a luz a su hijo en el patio de un hospital, porque no le fue permitido el acceso a las instalaciones, en un abierto y deplorable acto de discriminación. Como ese, existen millares de ejemplos. Debería de ser motivo de vergüenza nacional el que los primeros habitantes de esta tierra, vivan en el retraso, en la pobreza y en el abandono colectivo. Que como nación, no hayamos tenido la capacidad de aprender de su cultura y darles oportunidades similares que al resto de los mexicanos.

Habría de ser, en cambio, una premisa esencial humanitaria en México, establecer como principio social prioritario, su reinstalación verdadera en la sociedad. Por ejemplo, instaurar acciones afirmativas en beneficio de los indígenas, como prever que la representación nacional en el Congreso de la Unión, estuviera compuesta, por lo menos, del 10% de personas indígenas.

Si bien el artículo 2 de la Constitución reconoce ciertos derechos como la libre determinación y posibilidad de elegir a sus representantes, con base en sus usos y costumbres, lo que hace falta en México es un cambio cultural que afirme la dignidad de los indígenas y que, en respeto a sus tradiciones y costumbres, se inserten en nuestra sociedad global, en un plano de igualdad real y efectiva.

Este 9 de agosto se conmemoró un año más del Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Es necesario que como seres humanos y comunidad, hagamos de la causa indígena una prioridad nacional; que reconozcamos sus raíces profundas y que asumamos su individualidad y autenticidad social, no sólo desde el punto de vista jurídico, sino desde una perspectiva cultural.

 

@gstagle