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México dividido (4a parte) ¿Mundos opuestos o paralelos?

Se profundiza la división entre mexicanos. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

En México, apenas 11 por ciento de los jóvenes en edad de estudiar una carrera universitaria, están titulados. El índice es demasiado bajo, si revisamos que aproximadamente, 21 millones de jóvenes de entre 20 y 29 años viven en México.

El 89 por ciento restante, lo compone una enorme fila de jóvenes que hoy son tratados despectivamente como NiNis. Término utilizado para identificar a quienes se hallan desempleados, o no están matriculados en alguna institución educativa.

Sin embargo, dentro de esas estadísticas, coexisten dos grupos totalmente opuestos que viven en mundos disímbolos. El primer bloque, conformado por los NiNis, viven al amparo del empleo informal, el ambulantaje y muchos de ellos, cooptados por el crimen organizado.

El segundo bloque, lo conforma un pequeño grupo de jóvenes que abarrotan las universidades privadas de México que, en el mejor de los casos, estudian en escuelas del extranjero. Ellos, representan una pequeña porción de ese 11 por ciento que logra titularse de alguna universidad.

México tiene un fuerte rezago educativo que explica, aunque no justifica, el nivel de violencia y delincuencia que azota al país. El mundo en que viven los más de 18 millones de jóvenes mexicanos que no están en condiciones de estudiar es diametralmente opuesto al de que quienes, se forman en universidades privadas.

Dos mundos opuestos o paralelos. Por un lado, las instituciones de educación privada, “dueños” de términos como excelencia y alto rendimiento, como sinónimos de prominencia económica, inducen a sus alumnos, según ellos, por un camino “pleno de libertades”. Verdades a medias, pues los principios que promueven las instituciones privadas son manejados bajo una doble moral y utilizadas discrecionalmente a conveniencia.

En esas instituciones, al menos en México, encontramos académicos, no todos, que tildan a los NiNis de ser un lastre social que debe ser “extirpado” para alcanzar el pleno crecimiento económico.

Gabriel Quadri, entre otros académicos, es uno de esos personajes que se encierran en las aulas privadas para incitar la “supresión” de los barrios marginales -según lo que entiendan por suprimir-, a quienes consideran una carga social y económica para México.

En el otro extremo, está el grupo de jóvenes de clase media baja y con algunas excepciones de clase baja, que logran acceder a las universidades públicas con el anhelo de mejorar su condición de vida. Sin embargo, ese segmento, sigue siendo un exiguo número de jóvenes que logran acceder a la universidad y titularse.

Por décadas, los gobiernos han ignorado el retraso del sistema educativo, el cual parece haber sido diseñado para el fracaso de la mayoría de los estudiantes. Pues conforme avanzan de grado, los jóvenes van desertando de la escuela. El fenómeno se agudiza en el tránsito de secundaria al nivel medio superior y de éste, al universitario, en donde, en ambos casos, se decanta el 50 por ciento de los jóvenes que pretende acceder al siguiente nivel educativo.

De esta manera, se profundiza la división entre mexicanos, pues, mientras un grupo es adiestrado bajo el supuesto de la “cultura del esfuerzo”, la otra parte, sale a las calles todos los días a ganarse la supervivencia en condiciones paupérrimas.

En 40 años, ningún gobierno neoliberal mostró interés en revertir el atraso educativo y antes que eso, manifestaron una tendencia hacia la privatización de la educación como solución al lastre educativo de México.

La ultraderecha conservadora, que ha promovido en los últimos años, una prosperidad cimentada en la corrupción y tráfico de privilegios, se ha acostumbrado a mentir sobre la realidad de este país.

Por ello, cuando personajes como Mauricio Kuri, candidato a gobernador de Querétaro, declara que “conservadores” son aquellos que salen todos los días a trabajar desde las cinco de la mañana, nos preguntamos si con su discurso, pretende perpetuar el engaño o simplemente descalificar la inteligencia de los mexicanos.

¿Será que, para el aspirante panista todos los obreros, los informales y los ambulantes sin estudios, son “conservadores”? Debería preguntarles él mismo a esos mexicanos, si se consideran a sí mismos conservadores.

El político panista, asume que los millones de mexicanos que alimentan la informalidad y no tienen estudios, son ignorantes. No señor candidato, conservadores, son aquellos que buscan por todos los medios preservar sus privilegios, mantener sus cotos de poder sustentados en la corrupción y en las leyes diseñadas para servir a sus intereses. Y que, si es necesario, cruzan las fronteras para solicitar a gobiernos extranjeros, que les ayuden a preservar sus prerrogativas interviniendo al país que dicen defender bajo principios democráticos.

Eso y pretender mostrar a Porfirio Díaz como prócer de la patria y el desarrollo, es ser conservador, señor Kuri. Y esto, junto con el rezago educativo acrecentado por su partido, divide más a los mexicanos.