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México dividido (3a parte): las cicatrices sociales

La ultraderecha, ha utilizado las cifras de muertos como mercancía política y propaganda mediática, para evaluar a la 4T. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

El 28 de junio de 1995 el programa “Detrás de la noticia”, transmitió un video, en el que se documentó la masacre perpetrada por la policía judicial contra 17 campesinos que fueron asesinados en Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, en el estado de Guerrero.

En diciembre de 1997 en el municipio de Chenalhó, Chiapas, ocurrió otra matanza; 45 personas fueron asesinadas por un grupo de 60 paramilitares. Acteal, fue el escenario donde murieron mujeres y niños. Meses previos al 22 de diciembre, día de la masacre, se había reportado la desaparición de al menos 60 miembros de la organización de las abejas.

El resentimiento, que dicen, los conservadores tienen, quienes simpatizan con MORENA, es en realidad un profundo reclamo y deseo de justicia contra la impunidad rampante de los sexenios anteriores. 

Justicia que ha sido cooptada por el poder económico y político que, por muchos años, promovió la corrupción y sentó los principios de la desigualdad basada en una economía alejada y ajena a los requerimientos de comunidades como Aguas Blancas y Acteal.

Quizás el principio de la división entre mexicanos, inició el 2 de julio de 1988 cuando asesinaron a Francisco Xavier Ovando y Román Gil Hernández, colaboradores de Cuauhtémoc Cárdenas. Ambos, acribillados cuatros días antes de las elecciones presidenciales de ese año.

A partir de ese momento, inició una cacería abierta y muchas veces sistemática, contra militantes y simpatizantes del entonces honroso PRD. Para 1996 se habían reportado al menos 400 muertos entre militantes de ese partido y activistas sociales.

Pero la violencia se extendió más allá de lo político; y en 1993, se reportó, al menos de manera oficial, el primer asesinato de una menor de 12 años en Ciudad Juárez. 

Durante el sexenio de Zedillo y Fox, las voces de las madres y familiares de las muertas de Juárez, fueron ignoradas por los impartidores de justicia y por los distintos niveles de gobierno en turno. 

Al término del mandato de Calderón, poco más de 121 mil mexicanos habían perdido la vida en medio de la guerra iniciada por el presidente de las “manos limpias”. Para el sexenio siguiente, se contabilizaron 156 mil muertos más por la violencia que azota al país. Cifras del INEGI, señalan que entre 2001 y 2019 en México, murieron 374,180 personas a causa de la violencia azuzada en los últimos sexenios. Datos oficiales, señalan que 2007 y 2018 han sido los años más violentos. 

La cifra supera los fallecimientos por la pandemia; sin embargo, habrá quienes digan, que los decesos por covid-19, ocurrieron en un año y “se pudieron evitar”; otros más, señalarán que las defunciones por la violencia en este sexenio, superarán las cifras de Calderón y Peña Nieto. 

Con desvergüenza y cinismo, la ultraderecha, ha utilizado las cifras de muertos como mercancía política y propaganda mediática, para sin ningún reparo, evaluar a la 4T en función del dolor de miles de mexicanos.

Dicen, quienes vociferan en los medios, junto con los conservadores de ultraderecha, que el resentimiento del presidente y de quienes simpatizan con él, alimentan el odio y la división del país, lo que no han querido entender es que, en realidad, quienes votaron por MORENA en 2018, lo que verdaderamente reclaman, es terminar con la impunidad que representa la oposición a la 4T.

El ala conservadora que señala como una dictadura a la 4T, en el pasado, todos ellos guardaron silencio y omitieron las injusticias promovidas y fomentadas en sexenios anteriores. Gobiernos que actuaron como regímenes fascistas al perseguir y desaparecer a quienes denunciaron los abusos cometidos por los grupos de poder económico. 

Así lo atestiguan las desapariciones y muertes de cientos de periodistas que también señalaron los abusos y arbitrariedades de que quienes ostentaban el poder político y económico.

¿De qué dictadura hablan, de qué represión mediática se lamentan, a qué estado de derecho invocan, quienes, en sexenios anteriores, obviaron la injusticia, omitieron la impunidad y los nombres de miles de mexicanos asesinados? ¿En qué México viven, a qué realidad responde su óptica cuando muchos connacionales, aún reclaman por justicia? Por estas y otras razones, apuestan a olvidar el pasado.