En otro de nuestros análisis comentamos la posición de México como exportador agroalimentario. Recibí muchos comentarios, todos ellos provenientes de distinguidos conocedores del campo.
Me llamó la atención el de un productor de prestigio, también respetable y destacado exfuncionario público en el sector. Me decía: en efecto, México dista mucho de ser potencia agroexportadora no sólo por la posición en la tabla global, sino también por no haber logrado despegar en la agro-industrialización. Y remataba: necesitamos más regiones como el Bajío, la cual se ha destacado últimamente en la generación de valor a nuestros productos del campo.
Desde luego hubo otros quienes, con ánimo optimista, sostuvieron la respetuosa opinión de que hemos alcanzado el nivel de potencia agroexportadora. En fin, así de controversiales son los temas del campo.
Las importaciones son el otro lado de la moneda. En este rubro México pasó de 8.3 mmd en 1994 a 27.7 mmd en 2016, según cifras y metodología de la Organización Mundial del Comercio (OMC). A pesar de ello, ocupó en 2016 el lugar número 15, no muy lejos de la posición 16 mostrada en 1994.
En el tema del crecimiento de las importaciones existen algunos puntos discutibles y controversiales que hemos discutido en otras de nuestras participaciones (ver La soya y el maíz amarillo).
Por ahora me gustaría llamar la atención en el tema de otros países con dinámicas interesantes como son Japón y China.
Japón, en 2016, importó alimentos del resto del mundo (73.9 mmd) prácticamente por el mismo valor que en 1994 (67.8 mmd), año donde se ubicó como la nación líder a nivel mundial.
En 2016, el lugar de Japón fue ocupado por los Estados Unidos (159.5 mmd) convirtiéndose en los mayores importadores de alimentos.
¿Qué sucedió en Japón? Este país optó por glorificar su agricultura. Hoy la considera un sector neurálgico de la política económica y logró acrecentar la actividad, reduciendo notablemente su alto nivel de dependencia alimentaria. Ciertamente, muchos lo atribuyen los elevados subsidios otorgados a los agricultores. Hay una gran literatura al respecto, nos llevaría mucho espacio discutirla. El punto es que, como país, decidió de manera soberana proteger su agricultura, y lo ha logrado con importantes estándares de tecnificación.
De igual manera, China llama la atención, ya que en 1994 importaba algo similar a México (10.2 mmd) y en 2016 se ubicó en niveles similares a los de los Estados Unidos (154.9 mmd).
El fenómeno de China se explica, entre otros factores, por la gran migración campo-ciudad suscitada entre esos años, a fin de abastecer de mano de obra barata a la demandante industria manufacturera. Para darle la vuelta al evidente abandono del campo iniciaron un ambicioso plan de rescate desde hace aproximadamente una década.
China se ha planteado un plan de largo plazo para revertir la dependencia a la importación de alimentos, en cuya estrategia está la reciente adquisición de Syngenta.
Ahora que se trabaja en el nuevo Plan de Gobierno 2018-2024 del Presidente electo Andrés Manuel López Obrador, sería ilustrativo revisar las experiencias de ambos países, así como más ejemplos en el mundo (Chile, Brasil, Holanda, entre otros) donde el sector agropecuario es el centro de la política de desarrollo económico.