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Mensajes confusos durante la pandemia

Los mensajes equivocados o confusos a través de las palabras y el ejemplo, tienen consecuencias. l Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

El pasado domingo 31 de mayo, el gobierno dio por concluida la Jornada Nacional de Sana Distancia después de 10 semanas -aunque originalmente se había anunciado que terminaría el 23 de abril- durante las cuales, salvo las esenciales, se suspendieron las actividades económicas y sociales en el país con la intención de que la población se confinara en sus casas para con ello disminuir el número de contagios y alargar la curva epidemiológica a fin de que no se colapsaran los servicios de salud. 

Sin embargo, existen muchas dudas sobre la eficacia de la estrategia gubernamental que no fue acompañada de la realización masiva de pruebas como lo aconsejaba la Organización Mundial de la Salud, y de las condiciones en que se determinó el inicio de la etapa a la que han denominado como la “nueva normalidad”, cuando prácticamente todo el país -salvo Zacatecas- está en semáforo rojo por el creciente número de personas infectadas y de defunciones, y eso sin tomar en cuenta los datos no registrados que al parecer son mucho mayores como han develado algunas investigaciones periodísticas que tanto incomodan al oficialismo. 

Se entiende la necesidad de reactivar la economía lo más pronto posible, máxime cuando el gobierno no ha impulsado programas de apoyo para que la gente pudiera conservar sus ingresos, y la última encuesta de ocupación y empleo del INEGI (ETOE) señala que 12 millones de personas perdieron su trabajo durante el mes de abril; pasando de 57.4 (personas con empleo) en marzo a 45.4 millones de trabajadores sin empleo al mes siguiente, siendo que el mayor impacto fue para quienes se desempeñaban en la economía informal (aproximadamente 10 millones). 

Pero la decisión de comenzar con la reapertura del país debe considerar el momento en que se encuentra la transmisión del covid-19 así como la capacidad hospitalaria -que de acuerdo con múltiples testimonios de médicos y enfermeras atraviesa una situación muy delicada en lugares como la Ciudad de México y zona metropolitana por la creciente demanda, alto nivel de contagio entre el personal, falta de equipo e insumos-, estrictos protocolos sanitarios en la actividades laborales y mensajes claros a la población para que en lo posible siga en resguardo domiciliario, únicamente salga cuando sea necesario y mantenga las medidas de higiene y distanciamiento social. 

Resulta paradójico que la nueva normalidad arranque precisamente cuando el Subsecretario de Salud y vocero del gobierno tuvo que reconocer que, contrario a lo que reiteradamente ha sostenido el presidente López Obrador, la pandemia no se ha domado, la curva no se aplanó y de hecho estamos en su máximo nivel de intensidad. Recordemos que el mismo Dr. López-Gatell estimó un saldo de entre 6 y 8 mil fallecimientos cuando ya superamos los 10 mil y algunas proyecciones matemáticas advierten cifras muy superiores. 

Probablemente uno de los principales problemas que hemos enfrentado durante la pandemia, haya estado en la transmisión del mensaje gubernamental que cuando menos ha generado confusión entre la población. Es muy difícil pretender que la gente extreme las medidas de cuidado como lo ameritan las circunstancias, cuando constantemente se dice que: “vamos bien, no es tan grave, tenemos capacidad suficiente, ya pasamos lo peor, estamos a punto del descenso, nuestro modelo es ejemplo en el mundo, se termina la jornada de sana distancia pero si puedes quédate en casa”, etc., y sobre todo cuando con decisiones como la reanudación de sus giras -que se resistía a suspender cuando el número de infectados ya iba en ascenso- o la negativa a utilizar cubrebocas y careta, el presidente parece invitar a que la gente se relaje y empiece a retomar sus actividades tal y como él lo está haciendo. Parece que no se quieren dar cuenta que los mensajes equivocados o confusos a través de las palabras y el ejemplo, tienen consecuencias que ya se están viendo.