Main logo

Memoria

El Holocausto deshumanizó a las víctimas, pero también a los victimarios, toda vez que al eliminar la dignidad del otro, se reduce la de uno mismo.

Por
Escrito en OPINIÓN el

 

La inteligencia se define por la capacidad de abstraer conceptos y poderlos relacionar con otros distintos. En ello, la memoria juega un papel fundamental, puesto que sin la posibilidad de recordar, no sería posible la articulación de vinculaciones elementales. Es pues, que la memoria se erige como el pilar esencial de la inteligencia.

 

En ello, de alguna u otra forma todos los hombres tenemos cierto grado de inteligencia, en función del grado de abstracción, coordinación, vinculación, relación y memoria. En sí misma, la memoria no juega un papel trascendente, sino es por su adaptación a la realidad racional, instintiva e intuitiva. Es por la memoria, que el ser humano es capaz de adquirir y desarrollar conocimiento y direccionarlo en finalidades específicas.

 

Sin los recuerdos, no habría pasado y viviríamos en un presente anárquico constante, sin afiliaciones de ninguna índole. Por ello recordar, como consecuencia directa de la capacidad de adquirir memoria racional, es esencial para el desarrollo y evolución de la humanidad y su armonía social.

 

La historia ha demostrado los límites del hombre; cuáles son nuestras fronteras y cuáles nuestros horizontes. Las capacidades de la especie, en sus miles de variables, han sido puestas a prueba en momentos definidos en el tiempo histórico. Hacer ejercicio de memoria colectiva, en algunas ocasiones, no es un gusto, devoción o predilección por la historia, sino que se convierte en una necesidad latente en beneficio de la humanidad.

 

El genocidio en la Segunda Guerra Mundial demostró, que bajo circunstancias determinadas y específicas, el ser humano puede degradarse al grado de deshumanización. Aproximadamente 6 millones de personas fueron aniquiladas de manera sistemática por los nazis; de ellos, la mayoría judíos. Si partimos que el otro es la premisa esencial del yo, entonces la eliminación del prójimo, implica en sí mismo la reducción de la persona.

 

La política eliminadora de judíos, romas, homosexuales y diversos grupos, deshumanizó a víctimas y victimarios. Nulificó la dignidad del preso en los campos de exterminio y trabajo forzoso, pero también lo hizo de aquellos que, en cumplimiento de un mandato o por simple maldad, destruían de manera inmisericorde la vida del prójimo. El concepto de otredad implica que, al reconocer la existencia del otro, se asume la entidad e identidad propia. Es por ello que la eliminación del otro, implica la eliminación del yo.

 

Dignidad es el concepto más implícito en el hombre. Según la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es el interés inherente a toda persona, por el mero hecho de serlo, a ser tratado como tal y no como un objeto. Cuando una persona cosifica a otra, pierden dignidad ambos. Una por ser la víctima de degradación esencial y, el otro, por tratar al prójimo (precondición de uno mismo), como a un objeto.

 

Objetivación como política hacia el prójimo, implica de suyo, reducir la humanidad de quien la lleva a cabo. Como el violador que reduce a la persona a un objeto, pierde dignidad él mismo ante el acto de deshumanización.

 

El Holocausto deshumanizó a las víctimas, pero también a los victimarios, toda vez que al eliminar la dignidad del otro, se reduce la de uno mismo. Como capítulo trágico de la humanidad, el genocidio burocrático, sistémico y estructurado de seres humanos, muestra los límites de nuestra especie. Mostró la cara indigna y despersonalizada de la raza humana, que en su afán destructor, se destruye a sí misma.

 

Con el reciente Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto (27 de enero), es fundamental hacer memoria que la especie humana, puede ocasionar actos que la nulifican a sí misma. Recordar el Holocausto, es pensar que el hombre se puede deshumanizar a sí mismo y, sobre todo, que nuestros límites como especie, nos podrían llevar a repetirlo.

 

@gstagle