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Memoria ritual de los pueblos negros de la Costa Chica, un libro de Natalia Gabayet

"El tigre escondido" es un trabajo riguroso y académico, y una rica narración sobre las tradiciones de los pueblos de la Costa Chica. | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

"En cada comunidad a orillas del mar, lo mismo que en los llanos costeros, donde muchas veces se asientan las cabeceras municipales, se adjudican la localización en sus aguas vecinas del famoso barco hundido lleno de negros que fundaron la cultura morena", escribe Natalia en "El tigre escondido", una investigación que comenzó en 1993 en la costa oaxaqueña de Chacahua y que continuó por casi 30 años "desde Río Grande en Oaxaca hasta la zona de Tenango en Guerrero", hasta terminar (por ahora) en su libro. Una pasión que llegó desde la infancia: la cocina de Celsa sobre la arena en Playa Ventura durante las vacaciones familiares. Sus palabras. Ya adulta y estudiante de antropología, Natalia encontró en Tultepec a otra maestra, doña Eva: "nació en los años veinte... me compartió su visión de lo que era ser mujer negra en la costa y la lucha con que fue construyendo esa dignidad que me impresionaba".

Nos internamos en una realidad constituida, en mucho, por sus mundos paralelos. En ese brazo de mar donde se hundió el barco que transportaba a las personas esclavizadas, comenzaron la libertad y los entrecruzamientos: los pueblos indígenas, los europeos, los pueblos negros. Pero la libertad comenzó también con los negros cimarrones que abandonaron las haciendas y las plantaciones y se nombraron libres. "Entender el mundo de la cultura negra afromexicana, un universo que durante muchos años se ha negado, invisibilizado, ignorado y mal entendido… persiste la misma situación de exclusión, discriminación y racismo, motivadas no solo por una situación estructural, sino también por un terrible desconocimiento de su naturaleza como horizonte diferenciado en el seno de la diversidad nacional". Esa lucha de los pueblos negros por ser reconocidos en su especificidad: en la historia que les es propia, la de Afromexicanos". Finalmente en junio de 2019 se dio el reconocimiento constitucional de los 1,381,853 afrodescendientes que habitan el territorio nacional".

¿Qué nos dicen las danzas propias de la Costa Chica? Natalia nos lleva a los días de ceremoniales y nos hace caminar junto a los bailarines del "Toro de petate" (una celebración de la ganadería como primera ocupación de las personas morenas) y de "La danza de los diablos". "De este modo, la memoria ritual se constituye por un conjunto de relaciones, que pone en marcha ideas importantes para los costeños como son las nociones de los 'otros', la reflexión sobre el bien y el mal, tensiones del parentesco, la satanización de las costumbres indígenas, es decir, un mundo reflexionado desde los pueblos negros de la Costa Chica". Nos explica lo que significa un nahual. Un doble. Tan poderoso y amenazante. "El nahualismo forma parte de la vida religiosa amerindia de todo México y los pueblos negros lo incorporaron[…] se define como la capacidad de transformarse en otro ser o en la existencia de una coesencia ya sea esta un animal o un fenómeno atmosférico como los rayos y las nubes". 

La persona camina por la orilla del mar y su nahual lo acompaña. Los equilibrios de este "acompañamiento" son delicados. Hay animal y hay humano. Dos en uno. Pero sucede, como en los casos de "posesión", que el animal se expanda en el interior de la persona más allá de lo conveniente. Ocupa al humano. Lo desplaza. Lo toma todito y puede entonces, llevarlo hasta a la muerte. Es la locura. La persona "poseída", ruge, araña, se revuelca por el suelo, escala las paredes. Se han dado casos en que destruyen todo. "Ah, es una tigra". "Es un jaguar". Los nahuales más poderosos son los jaguares y los lagartos. Personajes duales los nahuales: protectores y depredadores. Juan, el hijo de doña Eva es "tigre". "Su preferido era Juan, el más valiente, el más canijo, pues era tigre".

Es una lucha entre mundos. El animal y el humano. Como en "La enfermedad del monte". El nahual de una persona (en algún lugar a lo lejos) anda en manada. Las manadas se encuentran, pelean entre ellas, se avientan dentelladas feroces, como es lógico: la persona doble del nahual cae enferma. Es indispensable que el curandero intervenga: mucha saliva por todos lados, una suerte de pasiflorina bebida y en baños. A lo lejos, en los mundos otros la batalla animal se sigue librando y de la manera en que se resuelva depende la vida del humano: 'La enfermedad del monte' como puerta de ese otro mundo, los síntomas constituyen las herramientas para narrar el periplo de su compañero animal". El nahualismo es también una forma de crear vínculos, el "convertidor al nahualismo" adquiere una relación similar a la de parentesco con su niño "convertido". Asume su responsabilidad, está supuesto a protegerlo: "El nahualismo desempeña, hasta cierto punto, la tarea de reemplazar al padre: lo sustituye convirtiendo al nahual en una especie de padre protector". Digamos, a sus horas. Como ya vimos, los nahuales son temperamentales y se prestan también a cantidad de trastadas. 

Son figuras duales, como los diablos con sus máscaras negras, sus cornamentas, sus cabellos largos, sus harapos. Tienen que ser los peor vestidos del mundo para salir por las calles con sus danzas. Son al mismo tiempo, los poseedores de todas las riquezas, los diablos. Lo suyo es acumular almas y luchan por ellas para nutrir sus ejércitos. Las costas del mar Pacífico. "Hacia la sierra empieza la selva húmeda y los cafetales". La pesca del atún. El camarón. Huachinango, barrilete. Las zonas ganaderas. Para las celebraciones del Día de Muertos salen los diablos. Sus personajes principales: La Minga y el Tenango. Ella trae una muñeca descalabrada y rubia que busca dar en adopción y al mismo tiempo, se postula para madre de los espectadores. Una madre lúbrica que igual se ofrece sexualmente sin disimulo ni recato. 

Natalia avanza dos interpretaciones: La Minga encarna (como parodia) esos estereotipos que los "blancos" cargaron a la cuenta de la sexualidad de las mujeres negras, y, por otro lado: la de la irrupción de la trasgresión. La risa (¿nerviosa?) ante esa obscenidad que nos remite a lo prohibido. Me parece deducir que, al tabú del incesto, en este caso. Una pregunta se impone: ¿por qué la muñeca-hija desgreñada que la Minga quiere regalar es rubia? Pero esos diablos con sus ruidos extraños y sus contorsiones y espasmos también cumplen una función a la que podríamos llamar "noble". Se encargan de que los muertos que salen del cementerio para visitar a sus deudos y disfrutar de sus ofrendas, regresen después al cementerio con ellos. O, sea, por entrañables que sean los muertitos, más le vale a los vivos que sus visitas no se prolonguen más allá de las fechas estipuladas en los calendarios ceremoniales. Si es inevitable que los muertos salgan a tomar el aire, que suceda bajo control. 

Los "muertos nuevos" (recientes) no tienen ese permiso. Traen aún demasiado presente las ventajas de estar vivos y podrían quedarse de este lado del barrio a pesar de la intervención de los diablos. No es deseable. De nuevo esas oleadas contradictorias: las personas lloran a sus muertos, pero que se queden donde están. Esas oleadas como en el nahualismo: "En la oposición propuesta entre depredación y protección, podemos subrayar la adopción como un tema importante entre los pueblos negros: de manera común se adoptan nietos, sobrinos e hijos ajenos, pues existen, por ejemplo, "hijos de crianza", "hijos de leche" o los ahijados de bautizo que se adoptan". Así se van creando vínculos entre vecinos, asegurándose apoyos los unos a los otros, contrarrestando las fricciones propias a la convivencia comunitaria. Intentando que las intenciones protectoras superen en fuerza a las intenciones depredadoras. 

"En la memoria de la Costa se percibe una noción de extranjería… el mito de un barco de negros que venía de un lugar lejano… encalló en un banco de arena y los negros nadando llegaron a tierra firme para fundar los pueblos costeños. Era un grupo que ocupaba un lugar intermedio entre las culturas de los pueblos originarios y los españoles conquistadores". Natalia dedica su libro a su hijo, Luca y "a las personas que me compartieron su conocimiento". Y claro, a doña Eva, a Celsa, a las emociones de la infancia. Mujeres, fogones, historias. "El tigre escondido" es un trabajo riguroso y académico, pero no solo, es también una descubierta por momentos coloquial, divertida y muy comprensible (para todos los públicos) de las tradiciones de los pueblos de la Costa Chica que "comienza en Huatulco, Oaxaca hasta Acapulco, Guerrero". Un viaje por las singularidades de los pueblos "morenos". Diferenciados. Únicos. Defensores de su memoria: "Para los descendientes de africanos en la Nueva España no fue nada sencillo encubrir sus ritos –relacionados principalmente con los ancestros y hacerlos pasar por culto católico–. Así pues, los negros fueron muy pronto perseguidos por la inquisición, por considerar sus prácticas curativas o adivinatorias como paganas, brujería e incluso cosa del demonio". 

Los pueblos negros creadores de una cultura propia con la suma de sus circunstancias: lo que traían consigo, lo que encontraron en su nueva tierra, lo que imaginaron entre la condensación y la creación. "Es sobre todo la noción de extranjería y búsqueda de raigambre la que otorga una especificidad cultural a la región, sobre todo porque provoca una poderosa fuerza de pertenencia". Muchas felicidades, Natalia, por este sueño de vida tan bien cumplido.