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¿Medios alarmistas y amarillistas?

La mayoría de la gente en México no está alarmada; está confundida y muy preocupada. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

En democracia, la confrontación entre los poderes políticos y algunos medios de comunicación es normal. El sensacionalismo, el alarmismo, el amarillismo, la manipulación, la intriga y los ataques a personajes públicos son algunas de las características más notorias que adquieren los conflictos entre unos y otros, aún en situaciones de crisis.

El problema no es nuevo. Las primeras manifestaciones surgieron a finales del siglo XIX, cuando solo existían los medios impresos

Las razones que explican dicha situación han girado siempre en torno a tres aspectos fundamentales. Uno, la búsqueda de mayores audiencias e ingresos, porque los medios privados son un negocio. Dos, la defensa de los intereses que están detrás de los medios, porque a fin de cuentas son y representan grupos de poder. Y tres, porque las noticias de alto impacto representan la materia prima más importante de los programas informativos.

La historia de los medios ha dejado bien claro que, ante la presencia invasiva de los medios de comunicación en la vida cotidiana, nuestra atención se centra en lo más llamativo y conflictivo.

Entérate: "¿Cuál es la diferencia entre sensacionalismo, amarillismo, crónica roja y prensa popular?" Fundación Gabo, 15 Septiembre 2017.

En el marco de la pandemia ocasionada por la covid-19 no podíamos esperar algo diferente. México es uno más de los países en los que se han acentuado los conflictos entre instituciones gubernamentales y medios por las coberturas que se dan a las noticias más relevantes, las dudas que abiertamente expresan algunos periodistas o líderes de opinión sobre los datos oficiales y la difusión de noticias falsas.

Sin embargo, con el nuevo ecosistema de comunicación hubo cambios profundos y significativos que no se pueden pasar por alto.

Lee también: Florencia Berti. "Sensacionalismo y amarillismo en los medios de comunicación". Creación y Producción en Diseño y Comunicación Número 32, Universidad de Palermo, Buenos Aires, Argentina, Octubre de 2010.

Si bien es cierto que la infodemia es un terrible mal que aqueja a nuestro mundo globalizado, también lo es que la infinidad de nuevas plataformas digitales y las redes sociales se han convertido en un contrapeso efectivo del poder oligopólico que ejercían en el pasado los grandes medios de comunicación masiva.

Con la irrupción del nuevo sistema de comunicación cambiaron en forma radical los equilibrios y contrapesos entre los poderes políticos y mediáticos. Hoy no resulta tan fácil mentir, ocultar, tergiversar o manipular información de interés público desde cualquier institución o medio público o privado o social.

Por supuesto que con las nuevas interacciones surgieron nuevos problemas. Tampoco hay duda de que mantener la confianza sigue siendo uno de los mayores retos. Pero también es cierto que el ejercicio de la libertad de expresión y el derecho a la información han avanzado como nunca.

Te recomendamos: Ángel Arrese y Alfonso Vara-Miguel. "Alarma y alarmismo: medios de comunicación y crisis económica." Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 20.2 (2014): 933-851.

El choque entre poderes no debería preocuparnos, pero ante la magnitud que está teniendo la pandemia y sus graves efectos en la economía, es necesario que se revisen las prioridades en el manejo de las agendas públicas.

A las autoridades de gobierno en sus tres niveles corresponde poner orden en la comunicación, de manera especial en los instrumentos, narrativas, líneas de mensaje y manejo de cifras. A algunos medios, dejar la confrontación política para otros espacios y otros momentos. El estado actual que guarda la emergencia sanitaria exige un enfoque diferente, en el que los esfuerzos de todos contribuyan —en un esquema de corresponsabilidad— a reducir contagios y salvar vidas.

Que quede claro: el problema no es que haya conflictos o que los medios busquen mayores audiencias. 

Lo que autoridades y medios no pueden permitir, mucho menos promover, es atentar contra la vida para salvaguardar o incrementar su poder político o económico. Mucho menos cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que la pandemia puede empeorar en el mundo porque "demasiados países están yendo en la dirección errada”.

Por si no lo leíste: Sigue pandemia de alarmismo: AMLO; prensa busca confrontación: Gatell.

Hay que reconocerlo. Es viable y factible que los grupos de poder ejerzan presión de unos a otros para exhibir los errores, para poner en duda la información que no sea cierta, verificable y contundente o para demostrar que no se está actuando con la debida responsabilidad ante la crisis. Hasta ahora, la mayoría de la gente no está alarmada. Está confundida y muy preocupada. 

Y los causantes de dicha situación no solo son el alarmismo, el sensacionalismo o el amarillismo. El problema es multifactorial y se está generando en diversos espacios políticos y de comunicación, sobre todo en los que se difunden mensajes contradictorios, en los que se alientan algunos conflictos sin una razón válida que los justifiquen y en los que se satura a la gente de información a cada momento.

Las cifras negativas en todos los países de América Latina y el Caribe son preocupantes. Por si fuera poco, el período largo de confinamiento está provocando un “entumecimiento psicológico” en la sociedad, que significa apatía hacia las víctimas del coronavirus, desinterés en las noticias del tema y poca o nula capacidad para seguir al pie de la letra las medidas de prevención. 

Consulta: Informe: El impacto del COVID-19 en América Latina y el Caribe, Naciones Unidas, Julio 2020.

Además, la confusión ha incrementado la incertidumbre y está afectando ya la reputación y credibilidad de algunos liderazgos. De seguir con esta “guerra” no habrá vencedores ni vencidos, sobre todo por el elevado número de muertos y personas que siguen enfermando. 

Lo más relevante en el actual escenario de emergencia sanitaria no deberían ser los votos futuros ni las ganancias económicas. Lo que verdaderamente importa hoy —por el bien de todas y todos— es la protección y defensa de los derechos humanos.

¿Acaso no es tiempo ya de llegar a algunos acuerdos y redefinir los escenarios de las batallas?

Recomendación editorial: Nereida Carrillo Pérez. El periodismo volátil. ¿Cómo atrapar la información política que se nos escapa? Barcelona, España, Editorial UOC, 2013.