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Meade, un autor de la catástrofe socioeconómica

Las encuestas revelan que López Obrador será el próximo presidente de México. Entonces por fin renacerá la nación La opinión de César Cravioto

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Escrito en OPINIÓN el

La trayectoria de José Antonio Meade Kuribreña es la de un tecnócrata puro. Es un hombre sin partido.

No defiende a la nación ni a una ideología. Él representa los intereses de la cúpula del capital trasnacional.

Ha sido cinco veces secretario de Estado en cuatro áreas diferentes: Desarrollo Social, Energía, Hacienda y Relaciones Exteriores. Y en gobiernos de diferentes partidos: con Felipe Calderón, de Acción Nacional. Y en el de Enrique Peña Nieto, del PRI. Y en todos ellos demostró una extrema insensibilidad ante las necesidades de la población.

Es tal su ambigüedad política, que aceptó haber votado por Peña Nieto en 2012, pese a que entonces formaba parte de la administración panista de Calderón Hinojosa. Y desde entonces pasó a formar parte del círculo íntimo de la administración de Peña Nieto. Por eso no extraña que sin ser militante del PRI, como tampoco lo fue del PAN, se perfile para ser el candidato del PRI a la Presidencia de la República.

Juntos podemos


Desde el comienzo de su mandato, Peña Nieto lo nombró canciller. Y desde ese cargo canalizó, a través de Juntos Podemos, de Josefina Vázquez Mota, alrededor de 900 millones de pesos en supuestos apoyos a migrantes. Aunque la Cancillería entregó en un primer desembolso 26.1 millones de pesos, Juntos Podemos jamás comprobó en qué utilizó 9 millones. Así ocurrió con buena parte de los 900 millones, no obstante lo cual, en marzo pasado, Meade justificó la operación para apoyar a la organización de Vázquez Mota a través del Instituto Mexicanos en el Exterior.

Las crisis de Meade


Como secretario de Relaciones Exteriores también le correspondió enfrentar la grave crisis migratoria de 2014, cuando la cantidad de menores migrantes no acompañados pasó de 3 mil 300 a casi 51 mil. Los resultados de Meade al frente de la Secretaría de Hacienda, también en la administración de Peña Nieto, no pueden ser más deplorables. Aunque reiteró la añeja afirmación de los neoliberales de estabilidad económica con crecimiento, durante el actual gobierno federal el crecimiento promedio ha sido de 2.3 por ciento.

Ligado con lazos políticos y de amistad con Luis Videgaray desde su época de estudiantes en el ITAM, ambos como secretarios de Hacienda en el peñismo fueron los artífices de un aumento irracional de la deuda pública. Ellos, que enarbolan la disciplina financiera como clave para el desarrollo, le han legado a la nación una deuda pública de 9 mil 800 millones de pesos, más de la mitad del PIB (una deuda interna del gobierno federal de 6.01 mil millones y un débito interno de 3.79 mil millones). Tampoco mencionan que el costo financiero por el pago de intereses de la deuda en 2017 sobrepasa al gasto en inversión. Ni que por aquel concepto se pagan 568 mil millones de pesos, más del monto total de recursos destinados a la inversión. En enero de 2017, Meade encabezó la liberalización en el precio de los combustibles con el argumento de que si no retiraban los subsidios tendrían que recortarse los programas sociales. Pero se olvidó que él mismo, como secretario de Hacienda de Calderón, defendió los subsidios a las gasolinas. En 2012, por ejemplo, se programaron transferencias por 51 mil millones de pesos, pero al cierre de ese año ascendieron a 220 mil millones.

De acuerdo con Meade Kuribreña, el gobierno federal se ha apretado el cinturón y recortado el gasto público, pero no dice que las propias cifras oficiales demuestran que se ha incrementado el gasto en publicidad y comunicación social y las remuneraciones a los altos funcionarios.

Incapaz de disminuir los elevadísimos índices de pobreza, como secretario de Desarrollo Social negó que México no avanzara en el combate a la pobreza, como advertían organismos internacionales. Entonces, en vez de combatir las causas que provocan la pobreza, optó por modificar la metodología en la medición de esta, lo que dio como resultado un alza de 33 por ciento en el ingreso de los hogares mexicanos más pobres, lo que suscito la burla y el enojo de prestigiados organismos, como la CEPAL. Un aumento ficticio sólo comparable con la aseveración del salinista Pedro Aspe: “En México la pobreza es un mito genial”, o con la quita de tres ceros al peso decretada por Carlos Salinas, que le permitió “revaluar” la moneda mexicana con la pura fuerza de su firma. En contraste, la austeridad y el combate a la corrupción fueron el pivote del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México para lograr el equilibrio de las finanzas y así contar con fondos para impulsar la educación, la salud y atender a la población marginada.

También impulsó programas de carácter universal, entre los cuales sobresale el de las pensiones a los adultos mayores. Pero también el destinado a madres solteras, el seguro de desempleo, becas a estudiantes… la creación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y de quince preparatorias. En su gestión, 2000/05, disminuyeron, de manera sustancial, los índices delictivos, se dieron créditos a proyectos productivos y se respetaron los derechos humanos.

El próximo presidente de México

Hoy, con miras al 2018, de la mano de la ciudadanía, López Obrador y Morena postulan dar un cambio de timón al gobierno de la República para desterrar a la corrupción y así combatir la pobreza, favorecer a la inmensa mayoría de la población, incluidas las clases medias, e impulsar el crecimiento con inversión pública y privada. Entonces ningún joven se quedará sin estudiar y las pequeñas y medianas empresas encontrarán alientos para producir y generar empleos. Las grandes empresas también serán beneficiadas, pues aumentará el consumo gracias al renovado crecimiento del mercado interno.

Las encuestas revelan que López Obrador será el próximo presidente de México. Entonces por fin renacerá la nación.

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