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Más allá de Trump

Quienes apoyan a este multimillonario son los trabajadores de una clase media al filo de caer en la pobreza y el desahucio.

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Escrito en OPINIÓN el

Donald Trump está a punto de conseguir su primer cometido. Le faltan 494 de los 854 delegados aún en disputa para llegar a la cifra de los 1237 y así conseguir la nominación en la Convención del Partido Republicano que tendrá lugar el próximo 18 de julio en Cleveland, Ohio. Que este personaje se haga de la candidatura y eventualmente se convierta en el próximo presidente de la nación más poderosa del mundo es algo que está por verse. Dejo que los futurólogos hagan sus predicciones y luego expliquen por qué se equivocaron.

 

Lo verdaderamente alarmante es que aun cuando pierda, la coalición social que lo apoya no va a desaparecer. Por lo contrario, gracias a que Trump la sacó a la luz y le dio forma, se dieron cuenta de que son más de los que imaginaban y que están por todo el país. Los racistas andarán envalentonados, despojados ahora de la vergüenza de sacar a relucir sus prejuicios.

 

Trump es a lo mucho el síntoma de un problema de raíces profundas. Él no inventó el racismo, los temores ni los estigmas hacia los migrantes que históricamente han dividido a una nación que paradójicamente ha sido construida por sucesivas olas de migrantes. Más bien manipuló los miedos para usarlos a su favor. Supo darle expresión política a un malestar colectivo.

 

Su estrategia es sencilla, pero no por ello deja de ser contundente: dice lo que el electorado enojado quiere escuchar sin importar que los odios que alimenta no tengan punto de retorno. Es tentador llegar a la conclusión de que Trump es un estúpido. El problema es que no lo es. Si va a la delantera es porque tiene habilidades comunicativas y sabe cómo habla y piensa la gente a la que se dirige.

 

Quienes apoyan a este multimillonario son los trabajadores de una clase media al filo de caer en la pobreza y el desahucio. La coalición que explica a Trump está conformada predominantemente por hombres blancos con dificultades económicas. De baja escolaridad, defienden el derecho a portar armas. Para ellos el libre mercado ha significado que las industrias en las que trabajaban cerraran para moverse a un país con mano de obra más barata.

 

Aunque la crisis inmobiliaria causó una aguda conmoción en sus vidas, no culpan de su infortunio a la corrupción de las élites y la concentración de la riqueza en manos de tipos como Donald Trump. Para estos excluidos de la globalización son los migrantes quienes la tienen que pagar. Del odio e incomprensión hacia ellos, y del temor a caer en su condición subalterna, está compuesto el pegamento que los coaliga.

 

Se ha vuelto lugar común decir que la ignorancia es la mejor aliada de Trump. Algo de cierto hay en ello. Basta citar una encuesta levantada en septiembre de 2015 por Public Policy Polling: 66% de los simpatizantes de Trump piensa que Barack Obama es musulmán, mientras que un 61% piensa que no nació en los Estados Unidos.

 

Pero, ¿qué hay del papel de las élites académicas e intelectuales? Los republicanos y sus financiadores llevan décadas invirtiendo millones de dólares en think tanksmedia trainings y líderes de opinión para modificar las coordenadas del debate público y enmarcar cada tema a su favor. El racismo pretendió alcanzar respetabilidad académica a través de libros como El choque de las civilizaciones o artículos como The Hispanic Challenge, ambos escritos por el afamado politólogo Samuel Huntington.

 

Seguramente la aristocracia intelectual neoconservadora es repulsiva a alzarle la mano en público a Trump. Desde su exquisitez les avergüenza lo grotesco de sus formas. Más aún, les incomoda ver reflejadas sus creencias tan nítida y descaradamente en él. Lo que no pueden negar es que fueron sus precursores. En efecto, durante décadas labraron un terreno ideológico fértil para el surgimiento de un liderazgo de tales características. La intelectualidad financiada por gente como los hermanos Koch lleva tiempo suministrando los temas y las palabras para el libreto de una revolución conservadora triunfante.

 

La estridencia de Trump ha provocado que las preocupaciones se centren en su persona. Esto es contraproducente pues eclipsa lo que hay más allá del espectáculo: El fundamentalismo está colonizando al campo republicano, reduciendo al conservadurismo moderado a su mínima expresión.

 

Ted Cruz, otro precandidato no menos peligroso y segundo lugar en las primarias, asegura que el cambio climático no es una ciencia, sino un dogma. Con el respaldo de investigaciones y estrategias de comunicación, esta falacia ha ido normalizándose en el discurso público. No es que sus exponentes sean ingenuos o que realmente crean en lo que dicen. Lo que pasa es que si no existe la amenaza del cambio climático, no hay motivo para frenar la explotación indiscriminada de los recursos naturales, ni para que la economía global siga dependiendo de combustibles fósiles, algo muy conveniente para las influyentes corporaciones extractivas.

 

Estas elecciones han abierto una caja de Pandora. El discurso xenofóbico que convierte a los migrantes en chivos expiatorios para explicar los males que aquejan a una sociedad ha recobrado centralidad en la política norteamericana. Antes les tocó a los irlandeses y los italianos, después a los chinos y luego a los afrodescendientes. En mala hora, ha llegado el turno de los mexicanos.

 

El caso Trump vuelve a demostrar que la política del odio es una estrategia electoral que algunos aspirantes emplean porque es a lo sumo redituable. Quien recurra a ella tendrá que tener tan pocos escrúpulos como para estar dispuesto a externalizar un alto costo: polarizar a una sociedad apelando a sus peores prejuicios. Su mayor problema es que si bien trae ganancias inmediatas, no le importan los efectos del día después. Gane o pierda, cuando cierren las urnas, las heridas seguirán abiertas.

 

Antes del punto final

 

Tres datos para destrozar la propaganda alrededor de la construcción del muro fronterizo:

 

  1. Ya existe.Es un muro tanto físico como policial que empezó a construirse desde la década de los noventa. A pesar del incremento de presupuesto para la patrulla fronteriza y la tecnología militar, este muro cada vez detiene a menos migrantes debido a la reducción del flujo migratorio. Según datos del Department of Homeland Security, de un millón y medio de migrantes detenidos en la frontera a finales de los años noventa, en años recientes se registran menos de 200 mil.

 

  1. Las tendencias migratorias se han invertido. Estimaciones del Pew Research Center demuestran que ahora son más los mexicanos que regresan a su país que los que se van.

 

  1. México es el primer país receptor de migrantes estadounidenses. De acuerdo con la organización I Am Migrant, en nuestro país viven 876,528 norteamericanos. Bienvenidos sean.

 

(Algunas de las ideas que aquí se exponen fueron elaboradas a partir del seminario “Mitos y realidades sobre la candidatura de Donald Trump”, organizado por el Instituto Belisario Domínguez. Entre otros, participaron con ponencias esclarecedoras Carlos Bravo Regidor, Gabriel Guerra, Soledad Loaeza, Carlos Galindo y Ana Paula Ordorica).

 

@EncinasN

@OpinionLSR