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Marché por mi dolor, por mi silencio, por mi impotencia

Marchè con cubrebocas, caretas, mis amigas y una convicción más ferrea y poderosa por cada ataque y violación que ha ocurrido en este país. | Ana Villagrán

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Escrito en OPINIÓN el

La marcha de ayer fue liberadora en muchos sentidos, nos liberó de la obligación de tener que respetar a la institución presidencial solo porque es el presidente.

Nos liberó del miedo de señalar de frente al agresor que por años, meses o días te ha perseguido en los recuerdos de una pesadilla que aun no terminas de asimilar.

Nos liberó de los prejuicios de todos lo que ayer nos señalaron por llevar meses pidiendo el cierre de edificios y espacios públicos por el covid, pero que ayer ya no pudimos aguantar más y salimos a marchar por todas aquellas que están golpeando en sus hogares. No las ha matado el covid sino sus maridos.

Nos liberó de nuestros propios miedos y desconocimiento de todo lo que implica una movilización de una magnitud como la vista el año anterior.

Nos liberó de los nombres que venimos cargando de hombres que te destrozaron el espíritu y que no has podido señalar, pero que ayer en el asta de la bandera nacional pudimos anotar con letras tantas noches de silencio donde has observado cómo sigue impune o libre tu violentador.

Y si, tengo que admitir que el gobierno de la CDMX, lo logró, nos rompieron, sí mermaron con sus cortes, sus cierres y sus encapsulamientos que muchos colectivos no llegaran a tiempo al Zócalo. Comenzaron a salir del Monumento a la Revolución desde la 1 de la tarde, quizá desde más temprano, iban con calma, iban en paz, pero lo cortes comenzaron a partir de las 3 pm cuando la marcha grande era a las 4 pm. Desde esa hora, si tú ibas rumbo  avenida Hidalgo, conjuntos de policías corrían por calles aledañas para bloquearte el paso y obligarte a cambiar el rumbo hacia avenida Juárez para pasar exacto por donde ellos querían.   

No fue una marcha como la anterior donde éramos tantas y tantas y tantas que no podíamos caminar ni movernos, y a veces ni respirar de la cantidad de mujeres unidas y reunidas. Esta ocasión fue distinta pero no menos valiosa o impactante, fue una marcha muy numerosa, muy fluida por nuestra presencia, pero no tan arrebatadora. Sheinbaum y el covid lograron aminorar nuestro impacto.  

Por otro lado. En mi voz siempre tendrán a una política que llamará siempre a marchar en orden, a no destruir propiedad pública ni privada, a no caer en el juego de los que sí se infiltran para golpear y sacar sus propias frustraciones. Pero ayer que respiré gas lacrimógeno, me sentí indefensa y amenazada cuando vi a tipos en el techo del Palacio Nacional con lo que parecían armas largas. Comprendí por qué las mujeres rompen todo y por qué los manifestantes actúan como actúan 

Las marchas son un acto de dolor, están ahí porque se sienten vulnerados, indefensos, no escuchados. Lo que ayer comprendí es que no nunca debería haber violencia ni haber encapuchadas, pero tampoco tendría que haber policías, ni vallas, ni gas, ni encapsulamientos.

Ayer Claudia Sheinbaum con sus decisiones en torno a la marcha nos revictimizó de nuevo, esa señora es solo una cómplice de López Obrador como macho opresor.

Al llegar al zócalo veías vallas que nunca tuvieron que estar ahí, protegiendo a un presidente que dice defendernos pero que ni nos entiende y las llama a todas conservadoras e infiltradas. Vallas protegiendo a un señor que no le dio presupuesto a los proyectos de defensa y salvaguarda de nuestra vida en todo el país, y que aun así insiste en autodenominarse feminista. 

Para terminar, reafirmo que no tendría que haber policías y no tendría que haber destrucción.  

En el camino vi como rompieron lámparas solares, puestos de periódicos, establecimientos mercantiles, bancos, paredes  y yo les dije “no lo hagan, no saben qué caro es eso”, vi letreros de dueños que pedían que no rompieran su propiedad. Vi muchas cosas, estuve presente, pero hoy más que nunca las entiendo. La destrucción JAMÁS será el camino, y el gobierno se tendría que responsabilizar con los terceros, pero el dolor que se vive y se comparte en una marcha como la de ayer, es mucho. 

Esta marcha me deja un sabor muy amargo, de un país donde una tiene que ser valiente para defenderse de un agresor, y después muy fuerte para reconstruirte poco a poco, pedazo a pedazo. 

Hoy como nunca entiendo el dolor que motivan las marchas. Lograron fragmentarla pero eso no nos detendrá el próximo año o en todas las que se convoquen. 

Marchè a título personal, ayer no fui Ana la panista, ni Ana la Concejal, ayer fui Ana la mexicana, hija de Lilia y Luis, nieta de Jorge, y hermana de Desy. Ayer marché por mi dolor, por mi silencio, por mi impotencia, pero también por el de mis amigas, mis jefas, mis empleadas, por el de la mujer que iba a lado, enfrente, detrás. Marché por nuestras niñas, por nuestras ancianas. Marchè porque creo que México y cada político y política de este país tienen que entender de qué va el movimiento feminista. 

Un movimiento que ya no es solo suyo, ya es nuestro, es de todas las que como ayer seguiremos levantando nuestra voz aunque esto nos de más miedo.

México feminicida. México violador. México ensangrentado. No pararemos hasta hacerte matria.