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Manipulación del odio ciudadano

Nada hay que los partidos en México no prostituyan e infamen; que no reduzcan a ruido, fuego de artificio, engaño y manipulación.

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Escrito en OPINIÓN el

Cuidado con lo que deseas, no se vaya a ir el niño con el agua sucia.

Por lo pronto, las consultas públicas se desploman al desprestigio de nuestra partidocracia, para quien la consulta no es más que una botarga más de sus onerosas e indigestas campañas electoreras, ahora en versión “Recolección de Firmas”.

Nada hay que los partidos en México no prostituyan e infamen; que no reduzcan a ruido, fuego de artificio, engaño y manipulación.

Al PRI y a su desdibujado Presidente, Cesar Camacho, les urgía hacerse presentes en las consultas anunciadas por sus adversarios (de igual talante oportunista y falaz); salir a la calle, hacer ruido, generar entrevistas, balconearse y, si se podía, desviar la atención pública sobre la reforma energética.

A este paso, pronto algún político o partido necesitado solicitará consultar sobre la inutilidad de las consultas, buscando sacar raja de su despropósito; que lo importante no es consultar y menos qué se consulta, sino salir en la foto.

No obstante, el planteamiento de Camacho nos da la clave para abordar seriamente el problema. Esfuerzo que, obviamente, pretende evitar con ruido y relumbrón.

Pregunta Camacho sobre la eliminación de plurinominales. La gente está ofendida y en armas contra los especímenes hechos paradigma de la plurinominalidad, no así del sistema que los hace posibles.

Habrá quien diga que son una y la misma cosa, pero no es así. Uno es el sistema de representación política por el que se llega y otro, muy diferente, las vergüenzas, salvo contadas y honrosas excepciones, de quienes por su vía llegan.

Es como la suerte que hoy corren las consultas populares en manos de la irresponsabilidad de los partidos. Las consultas populares, como el sistema de representación proporcional, no son malos o buenos per se, pero el abuso que de ellos se hace sí.

La representación proporcional entra a la legislación mexicana en 1977 para atemperar la sobre y subrepresentación que, ésta sí, per se, trae aparejada el sistema de mayoría relativa. Por este último principio, quien gana se lleva todo, de suerte que si un candidato gana con un 30% de los votos, el 70% de la votación restante se va a la basura. Antes de 1977 la sobrerrepresentación del PRI fluctuaba entre 12 y 27%.

Nuestro sistema es mixto: 300 diputados de mayoría relativa y 200 por representación proporcional, de suerte que las deficiencias sobre y sub representativas, propias del sistema de mayoría, se corrigen por el de representación proporcional. Reducir el número de diputados de representación proporcional redundará a exponenciar la sobrerrepresentación en beneficio del PRI.

Este partido es el más competitivo en tierra, en 2012 ganó el 54% de los distritos, seguido por el PRD con 19% y PAN con 17%. Con el “Morenazo” que le espera al PRD, los maderazos que se le enfilan a Madero y la reducción de 100 plurinominales, el PRI tendrá a su favor una cláusula de gobernabilidad montada sobre la manipulación del odio ciudadano hacia los plurinominales. Nadie sabe para quien trabaja.

Finalmente, la representación proporcional derivó en odio fundado a los plurinominales por los personajes que los partidos incluyen en sus listas. Ya que pueden poner en ellas a los más deleznables, toda vez nadie vota por ellos, es decir, nadie los elige realmente. Son una imposición. Son tan impresentables las listas de los partidos que las esconden en letras chiquitas atrás de las boletas de candidatos de mayoría relativa.

Y el voto que hacemos por el candidato de mayoría, se lo adjudican en automático los partidos a favor de los candidatos de sus listas, sin que en realidad hayan sido objeto de elección ciudadana alguna. La solución es doble: Regresar al ciudadano el voto sobre las listas.

Es decir que tengamos dos votos, uno por mayoría y otro por RP, como lo era en el diseño original de 1977 y como dispone la Constitución, y que las listas sean abiertas, es decir, que el elector determine en qué lugar de la lista quiere a cada uno de los candidatos propuestos por los partidos.

Con esto jamás veremos a los esperpentos vomitivos que por décadas hemos padecido por la prostitución que los partidos hacen de la representación proporcional.

 

@LUISFARIASM