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Lozoya y su porvenir

Emilio Lozoya y sus acciones son lo que lo tienen preso. | Lourdes Mendoza.

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Escrito en OPINIÓN el

Milo, como le dicen sus familiares y amigos, debe, todos los días, mesarse los cabellos y gritarle al espejo: dónde me equivoqué, por qué estoy en esta situación, cómo pasé de joven promesa nacional e internacional, a un número, a un reo en una cárcel en México, sin amigos, con mamá acusada y arraigada, mi hermana huida, mi esposa (o exesposa para ahorita) acusada, papá comprometido, sus excolaboradores dándole la espalda, escondiéndose y negando su amistad. ¡Qué horror! ¡Qué escenario! ¡No podía ser peor!

Lo más triste, lo más grave para él, es que si fuera sincero consigo mismo, debería darse cuenta de que es el único culpable de su situación.

Dizque negoció algo con el gobierno, pero si lo hizo sin duda fue desde la silla de la culpabilidad; se puso en manos de sus verdugos para pedir clemencia y perdón, no justicia. Seguramente le pidieron que inventara historias de gente inocente, porque políticamente así convenía, o así lo creyeron, y lo hizo con la desfachatez de un cínico: acusó a quien le dijeron y de la forma que le dijeron, y él aprovechó y acusó a otros de su propia cosecha. ¡Ni siquiera defendió a su familia! Todo al grito de: ¡sálvese quien pueda!

No quería una defensa seria, sólida, porque se sabía culpable, por lo que prefirió pedir el favor del poderoso y se agachó hasta la ignominia; no le importó arrastrar, en eso que creyó un bote salvavidas, a todos los que lo rodeaban... bueno, el colmo, hasta a su mamá.

Dicen que pagó dinero, mucho dinero (con el tiempo, seguramente sabremos a quién), creyendo que con eso se salvaría, y hasta renunció a sus derechos en la extradición; se agarró de una mano que pensó poderosa creyendo que sería suficiente para salvarlo de todas sus mentiras y fechorías.

Hoy, en su desesperación, dicen quienes lo ven, desparrama culpas a terceros; se enoja de que, a quienes alguna vez implicó falsamente y nos calumnió sin ninguna prueba, nos defendamos y lo demandemos; pero, y quiero ser enfática, no somos nosotros los responsables de su desgracia. La fotografía que le tomé departiendo alegremente en el Hunan en el cumpleaños de Lorenz Guerra Autrey, acompañado por Doris Beckmann (quien fuera su novia y ahora… quién sabe qué), sin sentimientos de culpa o vergüenza, es la razón por la que está en la cárcel; es él y sólo él y sus acciones lo que lo tienen preso.

La impunidad y protección en la que vivía no sólo eran un insulto para quienes nos calumnió, sino para todos los mexicanos.

No sé cuántos años vaya a estar en la cárcel, pero por pocos o muchos que sean, no tengo duda, como mexicana y periodista que ha seguido el caso, que se los merece, y también estoy segura de que no es por mi culpa al publicar sus privilegios, sino por los sobornos que, todo indica, recibió. Yo, por mi parte, no quitaré el dedo del renglón en los tribunales hasta que se retracte o lo condenen por haberme dañado en mi honor, credibilidad y prestigio al decir mentiras sobre mi persona. Hasta entonces y sólo hasta entonces.

El primer paso para que la situación de Emilio Lozoya no siga en esta espiral es que madure, asuma sus culpas, deje de esconder sus delitos debajo de las faldas de su mamá, hermana y exesposa, y deje de responsabilizar al destino, a su papá y a otros con mentiras. Sólo él es el culpable de los delitos que la FGR le imputa, no su familia, a la cual embaucó.

Entonces, y sólo entonces, podrá verse en el espejo y decirse: ya sé por qué estoy en esta situación, y me lo merezco.

Ómicron nos alcanzó

Ómicron nos alcanzó y comenzó a hacer de las suyas en México. Uno de los sectores más afectados ha sido el de la aviación, provocando un sinfín de vuelos cancelados y desatando el enojo de los pasajeros. Sin embargo, viendo las cosas objetivamente, estamos ante un tema de salud que no puede, bajo ninguna circunstancia, ser negociable.

De todas las aerolíneas afectadas en México, Aeroméxico es la única empresa que ha reconocido y publicado el número de sus tripulaciones que están en cuarentena por estar contagiadas.

En los últimos cinco días, la aerolínea tuvo impacto en el 10% del total de sus vuelos, y a pesar de ello, apuntó que seguirá aplicando sus protocolos de salud para proteger a los viajeros y a los empleados. Ahora bien, si usted pierde con estas cancelaciones, imagínese lo que las aerolíneas, serias y transparentes, están perdiendo.

Mucho peor sería, desde mi humilde punto de vista y sin afán de defender a nadie, que se saltaran los protocolos de salud y volaran con tripulaciones sin saber si están infectadas o no. De hecho, pocas empresas anteponen la salud por encima del negocio, y eso también hay que  reconocerlo.

Siendo realistas, debemos entender que ésta no es una situación exclusiva de una empresa, sea cual sea el nombre o el giro, es un fenómeno mundial que incluso ya hizo ver su suerte a otras compañías aéreas en el resto del mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, van cerca de 23 mil vuelos cancelados; en México no rebasamos los 300, y no se espera una situación ni cercana a la de los vecinos del norte (espero).

México, que yo sepa, y aunque en la 4T nos lo quieran hacer creer, no está dentro de una burbuja de cristal; así pues, si le toca viajar, mejor hágalo con quienes apliquen las medidas necesarias para prevenir los contagios. ¡Nos tocó vivir en era pandémica con López-Gatell al frente, el peor de todos, y de eso no nos salvamos! Cuídense, ómicron no es un juego, y usen tapabocas N95, los tricapa o de tela no sirven ante esta variante tan contagiosa.

Les deseo un gran 2022, y si me están leyendo, sin duda comencé con el pie derecho.

La columna de Lourdes Mendoza Peñaloza se publicó originalmente en El Financiero, reproducida aquí con autorización de la autora.

*Lourdes Mendoza Peñaloza es una periodista mexicana especializada en finanzas, política y sociales, con más de 20 años de experiencia en medios electrónicos, impresos, radio y televisión.