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Los sindicatos de aquellos años

Los trabajadores tienen el reto de construir sindicatos, pero no para pulverizar su fuerza, ni para dividirlos, sino para construir. | Manuel Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

La primera vez que escuché la palabra sindicato no fue en la universidad, fue de los propios trabajadores que decían: “Voy al sindicato” “acabo de regresar del sindicato”. Me imaginaba al principio, por sus comentarios, que se trataba de una oficina o un edificio, como algo lejano a ellos.

En efecto, con el tiempo me di cuenta de que los sindicatos no pertenecían a los trabajadores, y que quienes se atrevían a ser parte de ellos, a dirigirlos, encontrarían el rechazo y el despido tarde que temprano.

Conocí a varios sindicalistas sortear los despidos uniendo a más y más trabajadores. Algunos de ellos conocían muy bien la Ley Federal del Trabajo, se sabían de memoria los artículos y eso me sorprendía. Yo apenas cursaba el primer año de la carrera de derecho en la UNAM y pensaban que ya me las sabía de todas, todas, pero no era así. 

En los años setenta, todavía no se inventaba el internet, ni los celulares con toda la información, y tenía que conseguir una Ley Federal del Trabajo a como diera lugar, de esas impresas y de pasta dura. Los viajes al futuro estaban prohibidos.  

Cuando obtuve la ley laboral no la soltaba y la llevaba a todo lugar, pero aun así los obreros que conocía sabían mucho más que yo y hacían referencia a un Contrato Colectivo, del cual no tenía idea de qué se trataba.  

Cuando tuve en mis manos un Contrato de esa naturaleza fue algo extraordinario, empecé a entender que los derechos se podían mejorar, pero que las cláusulas debían estar bien escritas y entenderse por todos. La causa de muchos conflictos se debía a aquellos universitarios que escribían con palabras muy elevadas, inentendibles, que lo único que lograban era complicar todo.

En aquellos tiempos no se podían formar sindicatos independientes y yo no entendía por qué. Presentaba en la ventanilla de la Junta de Conciliación y Arbitraje el acta de asamblea, con más de veinte trabajadores, se anexaban comprobantes de relación de trabajo, nombres de los representantes sindicales, duración de su mandato, estatutos y padrón de socios. 

El de la ventanilla me decía: ¿a qué central sindical pertenecen?, respondía con mucho orgullo, junto con los obreros que me acompañaban: “independiente” y la respuesta del empleado, era levantar la ceja con sorpresa.

Íbamos varias veces a preguntar que ocurría con el registro sindical, y sólo daban largas. Así, hasta recibir la negativa porque según el domicilio de nuestro sindicato no aparecía en el servicio postal (¿?), o porque la asamblea no daba cuenta, uno a uno de quienes levantaban la mano aprobando la creación del sindicato, o porque no describíamos cómo era el local.  Argumentos absurdos pero que truncaban muchos sueños obreros.

Coincidentemente los despidos que ocurrían eran de quienes solicitaban el registro sindical del que se suponía el patrón no debía saber. En alguna ocasión nos enteramos que el abogado de la empresa ¡tenía una copia de todo el padrón de socios! y uno a uno de los que estaban en esa lista eran despedidos.

Eran los tiempos en que abogados o líderes presumían comprar los registros sindicales, o que se otorgaban a políticos como un regalo. Empecé a conocer líderes que eran secretarios generales hasta de 5 sindicatos a la vez. No me explicaba cómo podía ocurrir eso. En mi Ley Federal del Trabajo eso no era posible, pero la realidad era distinta, imperaba la corrupción y la “alta política”.

Después de todos esos tiempos tan difíciles, esta semana se acaba de anunciar que la Secretaría del Trabajo ya no otorgará más registros sindicales, y que a partir del tres de noviembre tampoco las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje lo podrán hacer.  

No es un anuncio cualquiera porque esos relatos de antaño de compra de registros y de otorgarlos como una prebenda, o como instrumento de control, deben ser cosa del pasado. 

La responsabilidad que tienen los funcionarios del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral es de gran calado. No deben frustrar sus funcionarios la encomienda de acabar con la perversidad de antaño. 

La nueva reforma laboral se va construyendo, también con sueños, muchos de ellos acumulados por muchos años de obreros que nunca pudieron conocer sindicatos y otros de quienes lo lograron enfrentaron una política de confrontación de la autoridad.

Los trabajadores tienen el reto de construir sindicatos, pero no para pulverizar su fuerza, ni para dividirlos. Hay que entender que la libertad sindical no significa destruir, sino construir.  

Armar no sólo sindicatos de empresa o instituciones, sino grandes conglomerados globales que, por rama de producción, puedan remover cientos de años de inequidad e injusticia.