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Los populismos rompen récords de muertes acumuladas

Los que queremos propiciar un cambio también tenemos otros datos. | Leonardo Martínez

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Escrito en OPINIÓN el

Funesto el periodo por el que estamos pasando. A nivel planetario, el amago del cambio climático, la pandemia y el drama de las migraciones. A nivel de países, el florecimiento de regímenes autocráticos y populistas que, gozosos, se dedican a concentrar el poder al tiempo que cimientan los retrocesos económicos, ambientales y sociales.

Visto con perspectiva histórica queda claro que todo seguirá cambiando, en algunos casos para mal y en otros para bien, en algunos los cambios se darán rápidamente y en otros lenta y desesperadamente, pero en todas las situaciones cabe preguntarse cómo y para qué podemos participar en los procesos de cambio de los que formamos parte.  A veces escogemos formar parte del coro de las lamentaciones y a veces preferimos ayudar a preparar los cimientos de una nueva etapa descubriendo y documentando las farsas, los errores y las malas prácticas del régimen vigente.

En lo personal prefiero sumarme a esta última iniciativa. Por ello, en esta ocasión me pareció interesante traer a colación un artículo publicado hace unos días por la prestigiada revista científica The Lancet, cuya traducción al español es algo así: La política de la evasión como una falla en la administración del sistema de salud: evidencia de la respuesta a la pandemia de COVID-19 en Brasil y México.

Los autores definen a la política de la evasión como aquella que siguen los líderes de países que tienen sistemas federales cuando derivan o evaden, por omisión o por comisión, la responsabilidad de la toma de decisiones nacionales de los sistemas de salud y la transfieren a los gobiernos estatales sin darles la información básica necesaria.

Para el estudio de caso sistematizan la información relativa a los tiempos y las intensidades de aplicación de medidas de prevención contra la pandemia a nivel de entidad federativa, tanto en México como en Brasil, con el propósito de mostrar las ineficiencias y los malos resultados asociados a ese tipo de actitudes y políticas.

Las medidas estudiadas son: el cierre de escuelas, la suspensión de labores, la cancelación de eventos públicos, la suspensión de transporte público, las campañas de prevención, las restricciones de viaje internas, las restricciones de viajes internacionales, los confinamientos mandatorios, las restricciones sobre el número de personas en reuniones y la obligación de usar cubrebocas. Los datos recopilados corresponden al periodo que va de marzo de 2020 a mayo de 2021.

Sobra decir que prácticamente en todos los casos la aplicación de las medidas, tanto en México como en Brasil, se hizo tardía y descoordinadamente. Si bien los criterios utilizados por las autoridades locales para decidir la aplicación de cada una fueron a veces confusos, a veces contradictorios, a veces completamente arbitrarios, sí se observa un patrón en el que la negación de los conocimientos científicos es una guía para la aplicación de las medidas en las entidades federativas gobernadas por políticos afines a la retórica ideológica de ambos presidentes.

López Obrador y Bolsonaro se colocan así mismos en los extremos de la geometría ideológica. Aunque el primero cree en su imaginario que engaña al respetable diciendo que es de izquierda, el segundo dice que es de derecha y en los hechos lo confirma.

Pero parece ser que el manejo de la pandemia no depende de la retórica ideológica, poco importa que tan a la izquierda o a la derecha se encuentra real o imaginariamente cada líder, sino del grado de populismo encarnado.

Los dos presidentes comparten una aversión religiosa y patológica por la ciencia, lo cual motivó que sus mensajes siempre minimizaran la gravedad de la pandemia y les sirvieran para reafirmar sus convicciones religiosas y machistas. López Obrador presumió sus amuletos del detente satanás como remedio para enfrentar el coronavirus y Bolsonaro reiteró que el covid-19 era sólo un tipo de histeria, una especie de catarro y que como los brasileños eran muy machos no se infectaban ni “echándose un clavado a la basura”.

Pero el caso mexicano se distingue de los demás por la combinación que se da con otro elemento sui géneris: el pensamiento mágico de López Obrador. Como he mencionado en otras ocasiones, ese pensamiento se enmarca en el actuar de las iglesias pentecostales y evangélicas en las que se privilegia el simplismo y la ausencia de autocrítica, y se desprecia a la ciencia y al pensamiento analítico y complejo. La violación de la ley no es un tema que preocupe, pues como han expresado públicamente sus adalides, según ellos buscan la verdad que es en sí misma revolucionaria y cristiana.

Una de las consecuencias de las decisiones arbitrarias que empezaron a tomar, tanto en México como en Brasil, fue que los sistemas de salud sufrieron rápidos deterioros a partir del comienzo de ambos gobiernos, lo cual provocó que los dos países tuvieran que enfrentar el inicio de la pandemia con sus sistemas de salud en muy malas condiciones.

Los confinamientos se empezaron a realizar tarde y de manera arbitraria, se ridiculizó la importancia de aplicar las pruebas, no se hizo ningún seguimiento serio de contactos, las cuarentenas no se monitorearon y los planes de vacunación empezaron y siguen siendo torpes, tardíos y abiertamente politizados.

En cuanto al uso de cubrebocas, ninguno de los dos líderes cambió su reiterado rechazo por los mismos, aunque en este tema en particular parece ser que en el concurso de disparates lo va ganando Bolsonaro. Si bien en el fondo ambos lo rechazan debido a las inseguridades que les genera su acendrado machismo, Bolsonaro insiste en que su uso provoca dolores de cabeza y disminuye la felicidad de la gente.

La gráfica que acompaña este texto muestra el número de muertes por millón de habitantes desde el inicio de la pandemia hasta este último 4 de octubre. Resulta interesante observar el desempeño entre dos grupos de países: por un lado, los que han enfrentado la pandemia liderados por mujeres, y por otro los que han sido conducidos por machos populistas. Y las diferencias son impactantes.

En el primero de los grupos están Dinamarca, Finlandia, Noruega, Islandia y Nueva Zelanda, países que, salvo Dinamarca que tiene un poco más, acumulan a lo mucho alrededor de 200 muertos por millón de habitantes.

En el grupo de los machos populistas los acumulados van de un poco menos de 2,000 a un poco más de 3,000 muertes por millón de habitantes. Pero para el caso de México la diferencia es todavía más espectacular, si se toma en cuenta el factor de ajuste sugerido por diversos especialistas serios para estimar el número real de fallecimientos cuando se toman como base las cifras oficiales. Dado que ese factor de ajuste es de 3, las aproximadamente 2,100 muertes de la gráfica se convierten, de facto, en alrededor de 6,300 fallecimientos por millón de habitantes para México. Con ese ajuste las cifras cuadran bien con la estimación de 750 mil muertes por covid 19 que los especialistas estiman que llevamos para estas fechas.

El panorama de la situación y las conclusiones que podemos extraer de este breve relato están suficientemente claras. Los que queremos propiciar un nuevo cambio también tenemos otros datos.