Main logo

Los olvidados del siglo XXI

Tener acceso a internet o no, está ubicando a personas con ventajas con respecto a las que están quedando desconectadas. | Jorge Alberto Meneses*

Por
Escrito en OPINIÓN el

Si José Emilio Pacheco en “Las Batallas en el desierto”, contextualizó el enamoramiento de Carlitos en el año de la poliomielitis, el 2020 será recordado como el año donde niños y jóvenes cambiaron su escuela por la casa por la pandemia a causa de la covid-19.

Entre tantos temas por ubicar como centrales para la generación que va creciendo, el relacionado con la escuela en casa es importante porque fusiona –como la plastilina azul y la amarilla, en manos inquietas– nuevas y anteriores combinaciones, en este caso sobre la docencia y la educación.

Y es que, ya sea por inesperadas o simplemente novedosas, las nuevas formas de estar juntos son importantes de conocer, comprender y afrontar, como parte de la agenda de estudios que atraviesan la educación escolar como fenómeno de estudio 

A manera de imaginar juntos, pensemos en el distanciamiento de los estudiantes de los salones de clase, de sus pupitres donde guardan la lonchera y los cuadernos, de los patios donde corren y de las cooperativas escolares, donde compran y se amotinan por dulces. 

Pero esas prácticas ahora están congeladas y son inversamente proporcionales a la ocupación permanente que los y las estudiantes hacen en sus casas. 

No es difícil imaginar ni suponer los cambios en las dinámicas caseras. Horarios, espacios e interacciones incómodas, apretadas. Acciones emergentes que muestran anteriores y nuevas desigualdades en los espacios privados de las familias mexicanas. 

Una mesa para comer, para hacer tarea y para tomar clase. Ahora tener un cuarto compartido ya no es tanto el problema, porque ahora también se debe compartir la computadora familiar –si se tiene–. 

De no tener ese artefacto, el celular inteligente –de la jefa de familia– deberá servir también para bajar la información del día: “para que el niño haga la tarea y luego la suba al Classroom”.

Asumo que serán insuficientes unas cuantas métricas para ubicar la deserción escolar durante la pandemia, pues se debe abordar con seriedad un tema que es fundamental para enfrentar el futuro inmediato. 

En América Latina, un fenómeno que ya venía sucediendo –pero que no estaba visibilizado– es el de que la transición digital está dividiendo a niños y jóvenes: quienes están conectados a la escuela, la familia y el internet; y quienes están desconectados no solo del internet, también de otros espacios de sociabilidad. 

La transición digital como fenómeno del siglo XXI, atraviesa las experiencias infantiles y juveniles. Porque la transición desigual influye en las experiencias de educación, ocio y comunicación en los distintos mundos de interacción de las y los estudiantes. 

Esto porque el tener acceso a internet o no, está ubicando a personas con ventajas con respecto a las que están quedando desconectadas. Personas que desde la infancia crezcan descolocadas de la educación y de la información digital, no contarán con un horizonte de futuro halagador, un futuro que les permita buenos presagios de movilidad social e integración.

En México en 2019, según datos de la “Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares”, de cada 10 casas solo un poco más de la mitad tenía internet. 

Pero eso no significa que el internet “casero” resuelva el problema de la conectividad. Porque puede que lo comparta con el vecino. Con una familia extensa. Que lo subarrende con un particular que cobra barato. Que la compañía que ofrece el servicio no cumpla con los criterios mínimos de calidad. O que de plano –se tengan que esperar “para ir al ciber” o “ir a la casa de un amigo de la escuela”–. 

A esto debemos sumar que, en México, en cuestiones de acceso a la infraestructura tecnológica, se dibuja un mapa con desigualdades multilocalizadas. 

El de las “ventajosas” condiciones urbanas con respecto a las rurales. El de las diferencias estructurales entre las ciudades del Norte y las del Sur. Incluso, entre una colonia como Polanco, en  Miguel Hidalgo, y la de Tepalcates, en Chimalhuacán, donde la distancia no se puede medir en kilómetros. Más bien en la brecha que se abre por las condiciones materiales desiguales en el acceso a la infraestructura urbana, que cada colonia posee. 

Algo muy importante a destacar es que esto no se trata de variables estadísticas duras, que expliquen la marginación estructural que caracteriza “a la pobreza en una zona”.  Más bien son crisis de integración social que viven las personas en experiencias concretas, como parte de las desventajas de clase contemporáneas. 

Esto se agudiza si se es indígena, afrodescendiente, mujer, homosexual y joven, pues son condiciones y posiciones sociales desventajosas en la transición digital.

Carlitos, –el personaje de José Emilio Pacheco–, vivía en la colonia Roma, mientras que, El Jaibo, personaje de Buñuel en “Los Olvidados”, vivía en la periferia de la ciudad de México. Ambos, contextualizados en el periodo de la sustitución de importaciones.

Hoy el país no necesita de otro episodio del milagro mexicano. Requiere una modernidad múltiple, que incluya derechos humanos, materiales y digitales –comenzando por el acceso universal a la educación, al agua y al internet–. 

De lo contrario la brecha no solamente será digital, sino en el acceso a un horizonte de futuro con posibilidades reales de no ser estigmatizado como delincuente. Como El Jaibo contemporáneo, el desadaptado, la anomia durkhemiana, el que lidera a Los olvidados del siglo XXI. 

Esos que se suben al transporte con la cara oculta, mostrando el rostro de la desigualdad en pleno siglo de las grabaciones en vivo. En el siglo de los celulares inteligentes que fungen como testigos presenciales de las violencias y las desigualdades estructurales.  

*Profesor-Investigador del Instituto de la Comunicación de la Universidad del Mar, campus Huatulco. Licenciado en Antropología Social (ENAH), maestro en Sociología Política (Instituto Mora) y doctor en Estudios Latinoamericanos (UNAM).  Intereses de investigación: métodos y culturas digitales; juventudes en América Latina; antropología del deporte. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.