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Los micropoderes

Amenaza latente al interior de los grandes poderes en México. | Laura Enríquez Rodríguez

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Escrito en OPINIÓN el

Ahora el poder es “más fácil de adquirir, más difícil de utilizar y más fácil de perder”

Moisés Naim

Cada vez con mayor frecuencia me descubro comprando productos mexicanos de pequeñas empresas o colectivas que impulsan cadenas de consumo local; reservando en un hotel “boutique” para disfrutar de la privacidad y el cuidado en los detalles; comiendo en pequeños restaurantes gourmet con propuestas gastronómicas arriesgadas e innovadoras; leyendo noticias en portales digitales nuevos con visión fresca; escuchando las voces de activistas independientes que imprimen un sello de frescura y autenticidad a la política. Seguramente a ustedes también les ha sucedido, y las grandes “familias” que controlan el poder económico y político en México lo saben.

El “poder” ha sido objeto de disputa, análisis y estudio por cientos de años, y mi artículo de hoy no es la excepción. Hace algunas semanas leí el libro “El fin del poder” de Moisés Naim, (se los recomiendo); y aunque no asumo por completo todo lo que plantea el autor, sí me motivó a compartirles algunos de sus postulados para reflexionar juntos sobre la transformación del poder, sobre todo en esta nueva etapa de nuestro país en la que, para bien o para mal, se prevén importantes cambios políticos, sociales y económicos.

El poder es una fuerza que motiva las acciones de grupos e individuos, quien le ha dado forma a nuestra sociedad y ha conducido las relaciones entre los miembros que la conforman. En este siglo XXI, Naím señala que el poder ha cambiado de manos, ha pasado de los actores tradicionales como gobiernos dominantes, empresas multinacionales y grandes partidos políticos -tan sólo por mencionar algunos-, a nuevos micropoderes, rivales más pequeños que, sin embargo, han tenido un gran poder desestabilizador y representan una amenaza a los grandes poderes establecidos.

¿Por qué ha sucedido esto? Porque el mundo ha experimentado importantes transformaciones en las últimas décadas; la demografía, el nivel educativo, el desarrollo económico y de nuevas tecnologías, el activismo social, la transformación de los valores, entre muchos otros, han debilitado e incluso colapsado las barreras a la entrada que habían construido los grandes poderes, y esto ha dado paso a nuevos pequeños actores.

En México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue considerado como un partido dominante ya que desde 1929 y hasta 1997, prácticamente[1] todos sus candidatos al poder ejecutivo y legislativo obtuvieron la victoria en las elecciones correspondientes. Finalmente, hacia las elecciones intermedias de 1997, el PRI perdió, por primera vez en más de 60 años, la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, y posteriormente, en el año 2000, frente a una fuerte crítica y hartazgo social, llegó a la Presidencia de la República el Partido Acción Nacional (PAN), perdiendo también su mayoría absoluta en la Cámara de Senadores.

¿Cómo fue que el gran PRI se transformó de un partido dominante a uno “pequeño” hacia el 2018? Conforme pasaron los años y evolucionó la sociedad mexicana, los pequeños partidos y liderazgos políticos, emanados tanto al margen como al interior del gran partido, comenzaron a destacar; destacaron muy independientemente de su tamaño, número de afiliados, seguidores en los estados o ubicación geográfica. Comenzaron a influir vía la presión social, por su cercanía con la ciudadanía, por su carisma y por sus discursos que rompían con todo esquema tradicional.

Hoy en día, el partido Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) se ha impuesto como nueva fuerza política mayoritaria. Construido principalmente con personajes y pequeñas facciones de los grandes partidos políticos como el PRI, PAN y PRD, este partido político se ancló en el descontento social y abrió nuevos canales de comunicación no convencionales, como las redes sociales (de acceso libre y alcance multiplicador), para hacerse de una gran base de apoyo. El poder transitó de los grandes partidos políticos a micropoderes que habitaban en su interior con agendas específicas, disruptivas y más activistas.

Considero que las transformaciones electorales que han acontecido en nuestro país derivan en gran medida, de la decepción y falta de confianza que tienen los ciudadanos en los partidos políticos. Basta hacer referencia a encuestas como la Nacional sobre Filantropía y Sociedad Civil (ENAFI), Latinobarómetro y Consulta Mitofsky en las que de entre más de 15 instituciones analizadas, los partidos políticos se mantienen sostenidamente en el último lugar en confianza reportada por los encuestados (también les recomiendo leer el texto de Alejandro Moreno “Confianza en las Instituciones. México en perspectiva comparada”). 

Soy creyente de que, hasta el momento, la mejor vía para dar cauce, dirección y solución a las demandas de determinada sociedad es la vía institucional que ofrecen los partidos políticos. Aunque al mismo tiempo es innegable que tienen muchas áreas de oportunidad; necesitan recuperar la, ya bastante deteriorada, confianza de los ciudadanos mediante cambios de fondo. Es indispensable que las cúpulas partidistas interioricen que las formas de obtener y manejar el poder se han transformado, y que ahora deben adaptarse, replantear sus plataformas y rasgos diferenciadores, modificar su organización, actividades y métodos de selección de liderazgos, y evolucionar sus canales de comunicación con la ciudadanía. Los partidos deben retirarse del aislamiento en el que se encontraban las grandes estructuras y no volverse a alejar demasiado de su base ciudadana.

En tanto, en lo que compete a la ciudadanía, hagamos lo que nos corresponde.

Laura Enríquez Rodríguez

Colaboradora de Integridad Ciudadana AC. Especialista en relaciones gubernamentales y Poder Legislativo, se ha desempeñado como Directora de Enlace con los Poderes Legislativo y Judicial en el INAI; como Coordinadora Técnica de Consejería, en el INE; Secretaria Técnica en la Cámara de Diputados y en el Instituto Mexicano de la Juventud; y como asesora para la Reforma Política del Distrito Federal en la Asamblea Legislativa. Ha sido conferencista y autora de publicaciones editoriales en materia de transparencia, sistema electoral mexicano, partidos políticos y Poder Legislativo

[1] Salvo la derrota del candidato del PRI a la gubernatura de Baja California en 1989.

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