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Los mecanismos de la perversión (II)

Entrevista con Jesús Romero Colín. Parte 2 | María Teresa Priego

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Escrito en OPINIÓN el

En 2010 tuviste una cita con Carlos López. Ya no eras el “cordero”, él seguía siendo el victimario impune. ¿Qué esperabas de ese encuentro?

            Hacía dos años intentaba ese encuentro en la Procuraduría. Pensé: “No va a pasar nada. No me puedo quedar así”. Busqué a un sacerdote: “Ya vi que legalmente no se puede, quiero dejar las cosas en paz, pero tengo que hablar con él”. Me citaron a solas con él en el Seminario Mayor. Tuve miedo de ya no salir del seminario. Iba a su territorio, al de los sacerdotes, donde soy el enemigo. Me dije: “Lo tengo que vivir”. Llamé a Alejandra Sánchez (directora de Agnus Dei): “Voy a ir, tengo un montón de miedo. Dame un micrófono, algo”. Me puso una cámara escondida y un micrófono. Un equipo de veinte personas rodearon el seminario, me sentía protegido, se los agradezco un montón.

             Llegué primero, lo vi a lo lejos caminar hacia mí, me entró una lástima inexplicable. Inexplicable. Pocas veces en mi vida he tenido tantos sentimientos al mismo tiempo. Un sentimiento de un anhelo de algo que pudo haber sido de otra manera y no fue. Coraje, impotencia, lástima por ese otro, físicamente estaba muy descompuesto, me la pasé llorando todo el tiempo.

¿Qué sentiste cuando ante tu pegunta reiterada: “¿Por qué me hizo eso?” Respondió: “Tú eres psicólogo”, el verdugo te hacía responsable de descifrar y ¿comprender? sus actos?

            Al ir, ingenuamente pensé: “Quiero encontrar una explicación a lo que me hizo”, era mi motivo principal. Fue un encuentro de dos horas, lo que se escucha en el documental es un extracto breve. Fui un poco para medirme. “A ver qué tan fuerte estás contra este hombre que te hizo tanto daño”.  A buscar una explicación. A dar mi explicación con la esperanza de que yo pudiera medio soltar. Me di cuenta que hay cosas que no se pueden explicar. En el fondo buscaba que me dijera: “Lo hice porque no me pude contener, no pensé que te iba a hacer daño, pero discúlpame”. Que por fin lo pusiera en palabras. Me di cuenta que no lo iba a encontrar con él. Los peritajes dicen que él no mostraba arrepentimiento alguno. Piensa que me estaba ayudando y que yo lo traicioné.

El perverso, tan víctima de su víctima

¿Cómo lograste desarticular ese lenguaje paradoxal en el que estuviste inmerso desde tu infancia?

            Me sentí fuerte, ya no caía en ese enganche, ese discurso laberíntico que te dan para que te pierdas, para que pierdas la realidad y que siempre le funcionó. Una de las cosas más fuertes de mi vida fue no engancharme en sus argumentos. Negó muchas cosas. Aceptó que me hizo daño, pero para él no fue daño. Sí hubo abuso, sólo por exceso de cariño. Dijo que cuando se acercaba a mí y me tocaba, yo no me movía, para él estaba consintiendo. Yo estaba paralizado, sentía un terror que me impedía moverme, para él eso era consentimiento, que yo la estaba pasando bien, seguramente.

            Después me habló de que él (¡él!) estaba muy mal, muchos lo habían traicionado, ¿cómo me podía ayudar para ya acabar con el problema? Remató: “Seamos amigos, veámonos de vez en cuando y vayamos a tomar café”. Muchas personas que han sido victimas no tienen un espacio donde puedan desenmarañar estas trampas, encontrar salidas al laberinto.

De no haber ido tú con esa fuerza, te podría haber destruido moralmente

            Estoy consciente. Una vez tuve un intento de suicidio, fue muy estúpido en realidad, yo decía: “Si con mi vida este hombre se da cuenta de que me dañó, vale la pena, si con mi vida este hombre deja de hacer lo que hace, vale la pena”.

¿Cómo pudiste sostenerte diez años?

            Yo lo vi como un monstruo al que me enfrenté. Estos delitos casi nadie los hace públicos. Sentía una responsabilidad: ‘Ya lograste denunciar, no sé cómo, pero pudiste, ahora tienes la responsabilidad de no callarte”, si no, es como tirar una bandera que otros  van levantando sin lograr visibilidad. Tengo comunicación con más víctimas que incluso no han denunciado y que no piensan denunciar, es una decisión que siempre he respetado, pero me apoyan. Se logró esta sentencia y dicen: “¿Sabes? También siento como si yo lo hubiera logrado”, todo nos hace uno solo y pudimos lograrlo.

Rompiste la ley mordaza, te otorgaste el derecho a hablar por ti y por otros. Les estallaste la puesta en escena.

            Antes ellos tenían muy bien controlados la negación y el silencio, gracias a la difusión que se le ha dado, ya no pueden tapar el abuso sexual, la realidad se les vino encima y  no les queda más que aceptar que existe. Hubo declaraciones en los periódicos donde me descalificaron desde un inicio. Hugo Valdemar, el vocero de la Arquidiócesis en la gestión de Norberto Rivera, decía que yo solo quería dañar a la Iglesia. Armando Martínez, representante legal de la Arquidiócesis de México y presidente del Colegio de Abogados Católicos y abogado de Norberto, declaró que yo sólo quería “dinerito”, que mi averiguación la había regresado siete veces el juez, así que yo estaba mintiendo.

 Y el Obispo de Colima justificando las fotografías que tomaba Carlos López de menores desnudos y actos sexuales explícitos.

            Antes había dicho: “La Virgen de Guadalupe los protege de las violaciones”. Declaró que los sacerdotes hacen sólo tocamientos, violaciones nunca, porque a los niños la Virgen los protege.

La estructura misma es perversa

            Es una conducta perversa de omnipotencia, fue mi vivencia con Carlos López  y con el obispo Jonás. La sostiene no sólo la institución católica, sino la Procuraduría de Justicia con su complicidad. Más de diez veces mandé citar a Jonás, decían que no era posible, era una figura pública a la cual no se podía molestar. La fiscal frente a los abogados dijo: “Ellos tienen otra jurisdicción”, las leyes canónicas.”

 Como si viviéramos en el Vaticano.

 Exacto. Estamos hablando de una institución llena de padres de la horda primitiva, donde tienen toda la ley y todo el poder para ellos mismos y donde pueden utilizar a sus feligreses a como a ellos se les pega la gana, desgraciadamente es así.

¿Cómo se explicaban los feligreses que el padre y sus votos de pobreza tuvieran una casa de campo de lujo en Jiutepec?

            No lo cuestionan, siguen aportando a la Iglesia. Por la relación que tenía con el obispo le dieron la parroquia de San Judas Tadeo como premio. Tiene una derrama económica impresionante. “Eres mi amigo, te coloco en una parroquia donde vas a ganar bastante dinero”. Parte de mi trabajo era sacar las alcancías, contar el dinero, lo hacíamos Álvaro, el sacerdote y yo. Teníamos máquinas para contar el dinero, no creas que con nuestras manitas nos alcanzaba. Máquinas de contar billetes y de contar monedas. Cada párroco es el administrador de su Iglesia, no tiene que rendirle cuentas a nadie, le da a la vicaría cada mes el diez por ciento de lo que registre en los libros.

Rituales “sagrados” de día, abuso sexual de noche. Pruebas avasallantes que no son tales. La víctima vive colocada en un lugar fronterizo con la psicosis

             Es tan fuerte, una vez el sacerdote tuvo un accidente muy grave en la carretera y me habló Álvaro: “Acaba de chocar, tienes que ir para allá”, tenía 19 años. El primer sentimiento que vino a mí fue: ‘No se puede morir, no se puede morir porque me debe y si se muere, quien se va quedar con esa deuda soy yo y no me puedo quedar con eso”. Lo peor es que se vuelven las víctimas, mártires que sufren porque tú los estás atacando. Es un juego perverso, desgraciadamente implica los dogmas, la fe que sí tiene la gente. Te manipulan tremendamente. A mí me destrozaban. Me citaban en la Procuraduría para “hacer diligencias” y me recibía la secretaria de la fiscal y tres abogados: “Tu caso ya prescribió”, “¿Me citaste para hacer diligencias y me dices que mi caso ya prescribió?” Yo era un papel, ahí, tirado a la basura y adiós.

            Esa cosificación también la infligen los testigos mudos, las personas que deciden que el daño no existe para conservar un lugar, una imagen de ellos mismos.

            Sí pasa y demasiado. Hice una asociación para apoyar a víctimas de abuso sexual, dándoles terapia, asesoría jurídica. Llegan casos de niños, y los papás ya no quieren continuar. Me explican: “Se les va a olvidar”.  A pesar de que tú les digas con la experiencia que tienes por qué no lo van a olvidar, lo que puede llegar a suceder, que es muchísimo mejor tratarlos a tiempo, la gente decide olvidarlo. Echarle una sábana encima.

Decretan que la víctima va a olvidar

            Sí, porque es un niño. Te dicen: “Mira, está jugando, está bien.” Tarde que temprano las consecuencias del abuso sexual salen y tú ya no sabes qué traes adentro. Quisieron descolocarte desde siempre, hacerlo a un lado, decir que no importa. Ahora, si  yo tengo problemas al elegir a mi pareja, es porque estoy mal por alguna extraña razón, nunca podría provenir que tuve un abuso. Esa es la postura.

Como si el inconsciente no existiera. Esas personas que dicen: “Va a olvidar”, ¿crees que lo creen?

            Es difícil procesarlo. Aplastan tu necesidad de decir. Creo que es una cuestión egoísta, están proyectándose, quienes lo quisieran olvidar serían ellos. Se requiere de valor. En muchas ocasiones los familiares tampoco son culpables, también son víctimas del agresor, el problema es que tampoco se reconocen así. Tenemos una cultura de culpa, la culpa no nos lleva a nada, si nos hacemos responsables, eso sí puede cambiar las cosas.

 Francisco Bergoglio y Norberto Rivera te pidieron perdón

            Antes de la carta del Papa, pedí una reunión con Norberto, jamás aceptó. Me recibía su secretaria, decía que Norberto no trataba esos temas, que acudiera a otra instancia. La carta del Papa me llegó en 2013, recién tomó la Santa Sede. Tenía esperanzas, en mi carta fui bastante explícito, describí los abusos y la manera en que actuaba la iglesia en México. Yo con la esperanza de que Francisco girara órdenes para que entregaran la averiguación que tenían dentro de la iglesia católica y que era ya irrefutable para un juez, la sentencia ellos ya también la habían dado.

¿Esos documentos dónde estaban? ¿Norberto Rivera los conocía?

            En el Tribunal Eclesiástico y supongo que ahora en la Santa Sede. Norberto los conocía. Francisco me escribió su carta, evidentemente pidiendo disculpas para que yo “perdonara”, pero no giró ninguna acción. Esa forma de control que es parte de su discurso dogmático: “Perdona”. Si yo no “perdono” soy malo y voy a sufrir las consecuencias de “estar queriendo luchar” y “de no soltar”, entonces “tienes que perdonar para ser libre”.

Como libro de auto-ayuda para víctimas de pederastia clerical

            Sí. Yo no tengo por qué perdonar, no lo voy a perdonar, lo que tengo que hacer es aceptar lo que me pasó y a partir de allí construir otra cosa. En ese sentido era la carta del Papa: “Perdona”. Me quedé muy decepcionado, tardé dos años y decidí hacerla pública. Norberto Rivera me buscó inmediatamente para hacer una cita, me pidió perdón en nombre de la Iglesia.

Cuánta súbita humildad. ¿Ante testigos?

            Sí. Me recibió en Durango 90 en la curia, nos aseguró que iba a cooperar en todo. Le pedimos el expediente: “Sí, las gestiones las ven con Armando Martínez”, se habló de una reparación del daño, dijimos que los obispos tenían que ir a declarar, dijo que estaba de acuerdo.

 ¿Incluía ese expediente las fotografías de las escenas entre Carlos López Valdés, tú, los otros menores abusados?

            Sí. El expediente incluye relatos de más víctimas. No cooperaron en nada, pero se hizo público que me había recibido, que iba a cooperar. Pasaron tres años para que los obispos vinieron a declarar, se enteraron por los medios de que los requerían en el caso. La Procuraduría no les envió un citatorio, así actuaba. Me citaron en el 2009 al Tribunal Eclesiástico, el juez era Alberto Pacheco, recabó la información de los abusos sexuales de López. Me dijo: “Ya tenemos todo completo, solo falta que tú firmes para que se vaya a Roma y emitan la pena máxima”.

¿En qué consiste la pena máxima?

            Expulsarlo del sacerdocio. Bueno, nunca dejan de ser sacerdotes. Pueden seguir oficiando misa en actos privados, todos los actos y los sacramentos, pero ya no lo pueden hacer en público. Esa es” la pena máxima”.

¿Se rastrearon las redes de pederastia cibernética en las que Carlos López exhibía las fotos que les tomaba y que se tomaba con sus víctimas?

            Pudo haberse hecho, la Procuraduría no giró nada. Las fotos del expediente son algunas de las 800 fotografías del CD de la computadora de Carlos López Valdés.

El juez dictó hacerle un análisis pericial al disco para determinar si no eran fotomontajes, los datos de la computadora, el disco bajo resguardo de la Procuraduría “apareció roto”. Lo desecharon como prueba. Consta en los registros, el disco estaba en perfectas condiciones cuando lo entregamos. Una serie de violaciones por todos lados, por eso tardamos diez años en lograrlo.

            En 2012 una reportera le preguntó al Procurador: “¿Por qué no han citado a Carlos López?” Dijo que la policía de investigación estaba haciendo su mayor esfuerzo, pero “no lo encontraban”… La Congregación para la Doctrina de la Fe lo declaró culpable, quedó fuera del sacerdocio en 2011. Le pedimos a Pacheco,  (decían que era una persona de “moral intachable”), que fuera a apoyarnos en calidad de testigo, tenía en su poder declaraciones de más víctimas. Que se hiciera justicia. Sí fue a la Procuraduría. Su declaración fue: “No me constan los hechos citados por Jesús Romero Colín”.

Viviste un proceso de distanciamiento con tus padres y un proceso de reencuentro

            Vi a mis papás atrapados en una situación de vida donde tal vez no tuvieron muchas herramientas, había una ignorancia fuerte y había sólo un camino: el apoyo que me ofrecía la Iglesia para estudiar. Mucha precariedad material, tengo cinco hermanos. Mi papá tenía que tener dos o tres trabajos para podernos dar alimento, mi mamá trataba de sacar la casa adelante y a nosotros como pudiera. No había tiempo de pensar un poco más allá. Súmale sus historias de vida que fueron fuertes. Mi papá tuvo un abuso de una violencia física tremenda, por parte de sus padres, tremenda. Comprendo todo eso y ahora te puedo decir que sé que me quieren, que siento su amor y me siento muy agradecidos por haberlos recuperado. Siento que ese cachito de cariño me lo voy a llevar. Cuando ellos ya no estén los voy a recordar así, con ese amor que les tengo y que me dieron de unos años para acá. Mi padre tiene ahora 82 años, fue educado en una sociedad ortodoxamente machista, era algo complicado de aceptar: el abuso sexual no existe.

¿Qué ha sido para ti lo más importante en este largo proceso que llevó, al reconocimiento público del daño, de la verdad de tu palabra, y a una sentencia histórica?

            Por años no hubo palabra, el abuso me hizo sentir como un objeto y la Procuraduría me hizo sentir también como un objeto. Yo ponía mi historia que tanto me había dolido, que tanto me había costado y me trataban como si fuera un papel en blanco. La sentencia sí da un significante de ser sujeto de la justicia, sujeto de leyes, se retira esa objetivación que te impusieron. Ese ser objeto queda de lado, para dar un paso a ser sujeto y eso es lo maravilloso y lo importante que mucha gente también alcanza a ver. Ese resultado me hace saber que valió la pena. Ha sido una catarsis, y poder llegar a otros, transmitirles un derecho, hacerlos voltear hacia una parte interior de ellos mismos. Entender que sí pueden ser sujetos, que pueden dejar de ser objetos.

El peritaje especifica que Carlos López no siente remordimiento alguno. ¿No sabe lo que hizo? O como en la frase de Mannoni para el perverso: “Yo lo sé bien, y aún así”.

            A pesar de eso. Bueno, pues tendrá mucho tiempo para pensar. (risa) No sé si lo va a aceptar o no, pero de que va a tener tiempo y lo va a estar pensando, sí. Quizá en algún momento encuentre cinco segundos de alumbramiento. Ya no me corresponde.

Los mecanismos de la perversión

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