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Los intereses ocultos de la transición energética

Se ocultan los intereses de la transición energética. | Ismael Jiménez

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Escrito en OPINIÓN el

El mundo ha tomado una velocidad vertiginosa en los principales aspectos de la actividad humana, recientemente en la cumbre de Davos, los asistentes hablaron de cuatro temas en particular que han generado una crisis sin precedentes; pandemia, guerra, inflación y cambio climático. Estos dicen, los asistentes a la cumbre, son los asuntos más apremiantes y de mayor riesgo a nivel global en este momento.

Quizás salvo el tema sanitario, los otros tres asuntos están directa y estrechamente relacionados. Como lo hemos dicho en este espacio, la guerra en Ucrania, tiene un matiz más allá de la pelea por territorios y deseos expansionistas. La presión de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, está claramente sentada en el tema del mercado energético, asunto que sigue siendo de vital importancia geoestratégica y que, de paso, y debido a las sanciones económicas contra Rusia, golpeó el precio y suministro de los alimentos.

Así que, como hemos mencionado anteriormente, la inflación mundial se le ha endosado a Rusia, por causa de su “capricho” de invadir Ucrania. Lo que no sabemos, es por qué a la OTAN y a su jefe máximo Estados Unidos, les dio por extender su presencia al Este de Europa, faltando al pacto de 1989 de no ir hacia esa región.

Luego de la caída de la Unión Soviética como encarnación del demonio comunista, Rusia emergió como una economía abierta al capital y en pocos años, comenzó a jugar en las grandes ligas. En los albores de este siglo, Rusia comenzó a tomar protagonismo en el concierto del comercio internacional, que lo llevo a ser aceptado como miembro de la Organización Mundial de Comercio en 2012.

Pronto, Rusia se convirtió en un referente energético global y asumió el liderazgo de producción de gas y petróleo desplazando a Estados Unidos como principal productor de gas.

A la vez que se gestaba esta reconfiguración en los mercados internacionales, emergieron las llamadas energías renovables como una opción para sustituir a los combustibles fósiles bajo el argumento del calentamiento global.

A raíz de la pandemia, la Unión Europea anunció que aceleraría su proceso de transición energética con la finalidad de dejar de depender de las energías fósiles, pero la pandemia y la crisis de las cadenas logísticas, amarraron más a la región a los recursos energéticos rusos. El resultado, la guerra en Ucrania.

En ese contexto, los Estados Unidos se sumaron al discurso de la transición energética que anteriormente había desdeñado y junto con la Unión Europea y los mercados inversionistas, hoy promueven la retórica de los gobiernos de terror alimentados por energías fósiles.

Lo que no se menciona, es que dicha transición claramente liderada por las grandes potencias, que además de ser una estrategia de “buenas intenciones”, es un plan para reconfigurar los mercados internacionales con la finalidad de que, occidente mantenga su hegemonía económica global. ¿Cómo? Con el liderazgo tecnológico y financiero que son los dos principales mecanismos globales de control.

Durante la COP26 realizada en Glasgow en noviembre pasado, Diego Pacheco jefe de la delegación boliviana que asistió a la cumbre, señaló que, los recursos destinados por los países ricos para impulsar la transición energética en los países en desarrollo, se transformarían en deuda, pues no son recursos de ayuda directa, sino créditos, y así es como están funcionando los mercados liderados por Black Rock que promueve las inversiones “sustentables”.

La Agencia Internacional de Energías Renovables señaló en junio del año pasado, que se requerían invertir 4.4 billones de dólares (en español) al año, de aquí al 2030 para impulsar la transición energética en todo el mundo. Esto significa 4.5 por ciento del PIB mundial, o la suma del PIB de las cinco economías más grandes de América Latina y representa la décima parte de la deuda externa de México, la octava parte de la de Argentina y la sexta parte de la de Costa Rica.

Si multiplicamos la suma requerida para la transición por 8 años, sumaremos una enorme deuda para los países con economías en desarrollo y para los países pobres, pues las economías desarrolladas y tecnológicamente avanzadas, no sólo darán créditos a los países que deseen la transición energética, además, les venderán las tecnologías para producir energías renovables y se asegurarán de disponer de los recursos naturales abundantes en América Latina y África para acelerar la transición energética.

No sé si el lector conozca, o haya escuchado de las tierras raras y de su papel en el proceso de desarrollo de tecnologías para producir energías renovables, por cierto, tan abundantes en Ucrania y Rusia.

El níquel, magnesio, cobalto, grafito, cobre, zinc, litio y grafeno entre otros, conforman el cuadro básico de minerales que sostendrá la llamada transición energética, todos con incrementos sustanciales en los mercados financieros y que, deberán ser extraídos por la minería que ya se frota las manos más allá del impacto ambiental que pueda producir su actividad directa e indirectamente.

Por eso llama la atención en México, cómo comunicadores, senadores, diputados, seudo intelectuales, geólogos “especialistas”, empresas mineras y demás opinadores de visión obtusa, o de intereses mezquinos, promueven que en este país los minerales mencionados son escasos y poco representativos para la llamada transición energética.

En este contexto, vale la pena preguntarnos ¿en dónde deberá colocarse nuestro país? ¿Qué oportunidades se nos presentan? ¿Qué capacidades tenemos o debemos desarrollar para aprovechar los recursos disponibles? Todo esto, más allá del discurso de que es más barato que otros extraigan e inviertan en tecnología para que aprovechen las riquezas y recursos, en vez de desarrollar nuestras propias industrias extractivas y energéticas.

De lo contrario, seguiremos viendo como en México y toda américa Latina, seguirán registrando récords de producción de minerales que reportan utilidades a las grandes multinacionales, así como ocurrió con el Oro y la Plata, durante la primera década de este siglo.

Dicen que desarrollar industria lleva mucho tiempo y ya no lo tenemos. Lo mismo dijeron del petróleo hace 30 años y todavía es un recurso que es y seguirá siendo fundamental para la economía global. De esta manera, se ocultan los intereses de la transición energética.