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Los inconformes

Existe un segmento importante de la población que cada vez está más inconforme. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Después de la movilización del pasado sábado, en que el llamado Frente Nacional Anti-Amlo (Frena) finalmente logró instalar su campamento en la plancha del zócalo de la Ciudad de México, con lo que dieron respuesta al reto que lanzó el presidente López Obrador de renunciar e irse a su rancho en Palenque a la primera manifestación que reuniera 100 mil personas en su contra -aunque posteriormente agregó como segunda condición que viera que ya no cuenta con el apoyo del pueblo-, se desató una guerra de cifras pues mientras el gobierno de la Cdmx calculó entre 5 y 8 mil el número de manifestantes, los organizadores anunciaron que contabilizaron más de 150 mil asistentes.

La diferencia es abismal y probablemente ninguna de las dos se aproxime siquiera a la cifra real, pero lo que difícilmente se puede negar, aún con los intentos por minimizarlo e incluso de las constantes burlas del oficialismo, es que este movimiento ha venido registrando un crecimiento importante, cada vez tiene una mayor capacidad de convocatoria, y al parecer también se han ido diversificando los perfiles y motivaciones de sus participantes.

Frena surgió hace unos meses como una iniciativa que se empezó a difundir mediante cadenas de mensajes en redes sociales con un solo objetivo, sacar del poder a Andrés Manuel López Obrador por medio de la presión social, y más adelante organizaron caravanas de automóviles en las principales ciudades del país, las cuales si bien no tuvieron una participación significativa y fueron muy criticadas por los simpatizantes de Amlo al calificarlas como “clasistas” o “fifís”, lograron un buen nivel de visibilización.

Hay muchos elementos para disentir -e incluso recelar- de movimientos como éste, pero es un error subestimarlos. No estamos ante un movimiento propositivo que procure construir un proyecto a partir de cuestionamientos objetivos, la identificación de problemas y la búsqueda de alternativas de solución viables, sino que -cuando menos lo que han demostrado hasta el momento- se trata de un grupo cuyo principal factor de cohesión es la animadversión compartida en torno a una persona, y su único objetivo es que se vaya. Es preocupante que se desestime la vía institucional y democrática para expresar su descontento, siendo que López Obrador es un presidente legal y legítimo por un voto ampliamente mayoritario que le otorgó un mandato por seis años -no más, pero tampoco menos-, como también lo son las posiciones ultra conservadoras de algunos de sus integrantes y las consignas que en ocasiones han llegado a ser ofensivas y hasta discriminatorias. 

Sin embargo, ante el gran vacío que han dejado los partidos de oposición, Frena se ha convertido en el único espacio que encuentran para expresarse y tratar de hacer contrapeso quienes no están de acuerdo con las decisiones y falta de resultados de este gobierno, aún sin compartir fobias, posturas radicales, fervor religioso, simpatía por quienes encabezan este Frente o incluso la pretensión de que el presidente renuncie. 

Es cierto que López Obrador mantiene niveles de aprobación que promedian el 57%, pero también existe un segmento importante de la población que cada vez está más inconforme con la inseguridad y violencia, la crisis económica, y que reprueba el manejo de la pandemia, la polarización social alentada desde el gobierno, o la concentración de poder y las tendencias autoritarias, por lo que también ha ido creciendo su necesidad de actuar y este es el dato al que me parece se debe poner atención. Movimientos como el de Frena se nutren precisamente de la inconformidad ciudadana, por lo que de no generarse otros canales de participación efectiva por la vía institucional, se corre el riesgo de que surjan y se empoderen nuevos líderes populistas - generalmente con vínculos e intereses poco claros- y que, aunque quizá de distinto signo ideológico, son igual de nocivos.