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Los Estados

Los Estados nacionales han cambiado mucho.

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Escrito en OPINIÓN el

El 20 de noviembre tendría que haberse celebrado el 105 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, ese movimiento que dio paso a la transformación social del país en el siglo XX y que poco a poco, y sobre todo a partir del arribo del Partido Acción Nacional al poder, se ha ido minimizando hasta llegar incluso a que el día de la conmemoración no sea necesariamente inhábil dado los cambios que los legisladores hicieron a las fechas cívicas, por cierto no a todas, para que se “festejen” en lunes (en beneficio de la productividad, dijeron).

 

La fiesta del día de la independencia no sufrió cambio, con todo y la ceremonia del grito la noche anterior (que celebra en realidad el cumpleaños del dictador Porfirio Díaz). ¿Por qué sí el inicio de la revolución? Recuerdo que había un gran desfile deportivo, alegorías de pasajes revolucionarios, fiesta a todo lo ancho y largo del país. ¿Por qué ahora se limita a una ceremonia (¿militar?) en el Campo Marte? ¿Qué trauma, qué vergüenza, tiene el Estado actual que prefiere no tener nada que ver con el origen del México contemporáneo del que, supuestamente, son herederos? Cuando menos eso siempre reivindicó el PRI, que hoy está nuevamente en el poder, aunque parece que para lograr la restauración pre revolucionaria, la del régimen de Díaz y los Científicos.

 

Esos Estados

Y sí, los Estados nacionales han cambiado mucho. Los que a lo largo de los años lograron consolidar sus sociedades, logrado restañar las heridas por las guerras mundiales (o al menos así parecía) y se han hecho fuertes hoy, hacen agua y se enfrascan en guerras por intereses poco claros, en perjuicio de sus propios ciudadanos, que son agredidos lo mismo en París, que en Siria, Líbano, Irak o en Mali, por citar algunos puntos y sin olvidar que aquí en nuestro país el juego es el mismo, y la sociedad es agredida por el Estado que dice representarla.

 

Esas y otras sociedades, diversas, distintas, sufren las decisiones cupulares por las ambiciones de poder de los señores de la guerra, esos que no tienen nación, esos que están en ISIS y que están en Estados Unidos o en Rusia o en China o en Japón y sobre todo en la banca mundial, determinando el juego en el tablero del mundo, en un conflicto que tiene que ver más con cuestiones estratégicas de economía que en realidades de vida.

 

¿Tienen vigencia los Estados? ¿Cualquier Estado? ¿Qué separa a este mundo tan avanzado tecnológicamente, tan mediatizado también, de la época de las cavernas? Sólo las formas y poco a poco ya ni eso, pareciera. Hoy vivimos una etapa que el mundo contemporáneo ya conoció: Los años treinta del siglo pasado y vamos vertiginosamente a un enfrentamiento más amplio, más profundo, porque lo que es cierto es que dicho conflicto ya está a nivel mundial y lo único que hemos aprendido es a considerar al otro como enemigo.

 

¿El enemigo?

Por cierto, quien día a día define quién lo es, son las fuerzas de seguridad, mientras los ciudadanos vamos perdiendo las libertades básicas, por el terror que unos y otros nos infunden. La guerra por los mercados, la historia del mundo, la historia de la lucha de clases ha construido visiones falsas de los habitantes del planeta y nos ha dividido en religiones, en concepciones del mundo, en diferencias ideológicas, como justificante de la guerra.

 

¿Por qué odiar a un musulmán, a un católico, un cristiano, un budista, un judío o a un ateo? ¿Porque piensa distinto?

 

No nos equivoquemos, no es un problema de personas, es de Estados y nosotros somos, suponen, simples piezas del tablero… hasta que queramos. La tragedia es muy grande y las muertes en cada uno de los países son igualmente dolorosas: No caigamos en el juego de ponderar algunas y abandonar las otras; no caigamos en el juego de compararlas. Ninguna muerte puede justificarse para imponer una forma de vida, de pensamiento, de economía.

 

Esas no son las diferencias básicas: Lo importante es que haya alimentos para todos, que haya salud para todos y no que unos cuantos se beneficien del trabajo de todos los demás, sea en México, en El Salvador, en Sri Lanka, o en los suburbios de Londres o de Berlín. Opongamos nuestra dignidad, nuestra libertad a los intentos por suprimirlas, por suprimirnos. ¿Utopía? No, mucho coraje, mucha indignación.

 

De pilón…

El fin de semana pasado escuché el quinto informe de gobierno del gobernador de Veracruz, responsable, cuando menos por omisión, en el caso de los periodistas veracruzanos agredidos y asesinados. A lo largo del discurso, y de manera reiterada, señaló que “Veracruz ya cambió”, como si con cada pronunciamiento lo hiciera realidad. ¿Qué cambio? La violencia sigue asolando la región, la pobreza es galopante y las cifras son sólo cifras alegres donde en todo, o casi todo, el estado se encuentra en primer lugar. ¿Será? ¿Y la violencia? ¿Dónde la ponemos? ¿Cómo la calificamos?

 

Facebook: carlos.anayarosique

Twitter: @anayacar

(Obviedades es un ejercicio de reflexión que comparto con mucho gusto no para que estén de acuerdo sino para hacer conciencia de las contradicciones de un régimen… que puede ser cualquier  régimen, no importa el partido, por supuesto)